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[Capítulo 1] - La punta del iceberg

Martes 13 de abril de 1999.

11:30 a.m.

Era un día como cualquier otro en el instituto Cleverdale. La clase de álgebra ll se llevaba a cabo en el aula B-10, impartida por la profesora Brown, quien hace un mes había vuelto a la escuela después de su segundo embarazo.

Una mujer que recientemente había entrado a la etapa de los 30. Su cabello a la altura de los hombros representaba, según ella, el cierre de un ciclo, pues el día que ella y su pareja se enteraron que serían padres por segunda vez, él simplemente desapareció sin dejar rastro, dejándole toda la responsabilidad sobre sus hombros.

Su rostro se veía cansado a menudo, grandes ojeras se formaban debajo de sus ojos y parecía irritada todo el tiempo. Pero si hay algo que la hacía destacar, era su odio hacía los hombres. Eso y sus grandes pechos así como sus seductoras caderas. No era para nada raro que atrajera las miradas tanto de estudiantes como profesores.

–Bien, ¿alguien puede decirme cómo resolver la siguiente ecuación? –Preguntó a la clase.

Alcé mi mano, pero ella prefirió elegir a la persona que estaba cuatro asientos delante de mí, quien ni siquiera tenía la intención de responder.

–Hamilton, ¿cómo resolvería está ecuación?

–Huh... —El tipo no sabía ni de que estábamos hablando.

Hamilton. Capitán del equipo de fútbol americano del instituto. Grande y fuerte, pero idiota y descuidado.

Después de varios segundos de silencio, la profesora Brown dejó salir un suspiro.

—¿Cómo pueden los hombres ser tan idiotas? —Esto no lo dijo en voz alta, se limitó a susurrar, pero pude leer sus labios a la perfección.

—Yo sé la repuesta, profesora. —Dijo Lucía.

—Adelante.

Lucía se levantó de su asiento, caminó hasta el pizarrón y resolvió la ecuación sin problema alguno.

—Que sorpresa, una vez más, Lucy es la única que sabe la respuesta. Gracias, puedes volver a tu lugar.

«¿Acaso no vió que yo levanté la mano antes que cualquiera, perra?»

Me habría encantado decirle eso frente a toda la clase.

Lucía pasó a un lado de mí, su falda se levantó un poco y la vi de reojo. Se dirigió a su asiento, el cual estaba en la fila de al lado. Ella siempre se ha destacado académicamente. Le agrada a todos, es puntual y educada. Aunque también es algo descuidada. No como el idiota de Hamilton, pero, muchas veces no se da cuenta de lo que pasa a su alrededor. Cómo consecuencia, ha atraído la atención de muchos hombres en todo el instituto. Ella no lo sabe, pero muchos chicos la llaman «Señorita Braguitas». Cómo dije anteriormente, es alguien muy descuidada, no sé si en verdad no sé da cuenta o simplemente no le importa, pero, en muchas ocasiones, se le ha podido apreciar en poses algo reveladoras quedando completamente indefensa y dejando al descubierto su ropa interior. A eso hay que sumarle que no es para nada una chica fea, al contrario, creo que es alguien muy hermosa y con un cuerpo muy bien desarrollado.

Es una de las pocas personas que no odio.

Hace ya un tiempo que circula por toda la institución una carpeta que alguien creó en su computadora repleta de fotos de Lucía, más concretamente, fotos de su ropa interior. Fotografías que alguien le ha sacado a escondidas por meses. Cuando hay mucho viento y su falda se levanta, ahí está esa persona preparado con su cámara, cuando estamos en clase de educación física y las chicas deben quitarse la falda y usar un pequeño short de licra, de nuevo, ahí está él. Incluso han salido a la luz fotos de ella mientras disfruta de sus vacaciones de verano en la piscina con un bikini algo revelador.

Por supuesto, esto es un tema muy serio de acoso sexual, pero parece que nadie le ha dado importancia. Los chicos simplemente se limitan a agradecer a su «héroe anónimo» y a masturbarse, y al parecer las chicas aún no lo saben.

Hubo un tiempo en que intenté decírselo, pero, por alguna razón, yo no le agrado. Seguramente se deba a mi mala fama. Cómo sea, después de eso nunca más hice el intento por decirle, simplemente descargué todas sus fotos y me masturbe en mi habitación.

Faltaba poco para que fuera medio día, miré por la ventana y me quedé apreciando al señor que cortaba el pasto.

Cuando más sumergido y concentrado estaba en ese hombre y su máquina para podar el césped, alguien tocó la puerta del aula y la profesora Brown le permitió el acceso.

—Buen día. —Se trataba de la señorita Watson, secretaria del director de la escuela. —Lamento interrumpir su clase profesora Brown, traigo un recado del director Lee, quiere ver al estudiante Michael Harris en su oficina justo ahora.

—Está bien. —Brown no dijo nada y sólo me miró, no tenía que decírmelo, sabía lo que tenía que hacer.

Me levanté de mi asiento y me dirigí a un lado de la señorita Watson.

Cuando pasaba frente a mis compañeros, inevitablemente comenzaron a susurrar.

«Mira, de nuevo lo llaman a la oficina del viejo»

«Escuché que la semana pasada mando a dos estudiantes al hospital»

«Loco de mierda»

Sinceramente me importaba poco o nada lo que esos bastardos dijeran de mí.

Salí del aula y seguí a la señorita Watson.

No caminaba a su lado, reduje la velocidad y me posicione detrás de ella.

—Michael, realmente debes dejar de causar problemas. El director Lee ya tiene suficiente trabajo como para lidiar con tus actos de indisciplina.

—...

—Prométeme que esta será la última vez, ¿si?

No respondí nada, simplemente me límite a verle el trasero y el sujetador negro que se asomaba por su camisa blanca. No es por justificarme, pero estoy en esa edad dónde los chicos solamente piensan en una cosa, sexo.

—¿Michael? ¿me estás escuchando?

—Sí. —En absoluto.

Está perra quiere venir aquí conmigo y hacerse pasar por una persona buena y considerada.

Yo sé quién eres. Sé lo que haces. Así que no actúes como una «niña buena». Porque cuando te quitas tu máscara y comienzas a actuar como realmente eres, te encuentro repugnante.

—Espera un momento, entraré primero y avisaré al director que ya estás aquí. —La señorita Watson se arregló el cabello y subió un poco su falda antes de entrar a la oficina.

—¡Tch! Ni siquiera le importó que yo estuviera viendo.

Ya no se molesta en disimular. La relación que tienen ella y el director se ha convertido en un secreto a voces en todo el instituto.

Todos saben que lo único que ella busca es el dinero del viejo, quien, además de ser director de esta institución, también es propietario de varios edificios en la ciudad gracias a sus contactos con la mafia.

Hace un año salió a la luz un escándalo protagonizado por los dos bastardos antes mencionados. Una serie de fotos y videos comenzó a circular por las redes sociales y grupos del instituto. Fotografías de la señorita Watson usando una lencería de encaje color negro muy sexy, y también, algunas otras donde aparecía completamente desnuda. Cuando esas fotos llegaron a la mayoría de estudiantes masculinos, estoy seguro que, como yo, tuvieron noches dónde no podían dormir por tener el pene erecto en la mano. Y es que, Watson es una mujer muy sexy. Una cara fina y muy bien cuidada, un hermoso cabello castaño a la altura de la cintura, pechos de una medida perfecta, ni muy grandes, ni muy pequeños, un enorme trasero que pareciera que te hipnotiza cada vez que se mueve cuando camina, y unas hermosas piernas carnosas que se ven beneficiadas por las ajustadas faldas que usa a diario. Estoy seguro que cualquier chico que la conozca, por lo menos una vez, se ha masturbado pensando en ella.

Lo que más impacto tuvo en todo este escándalo, fueron un par de vídeos donde se veía perfectamente como ambos tenían sexo en la cama de un motel. El rostro de la señorita Watson se podía apreciar perfectamente, así como su cuerpo desnudo. La cara del director Lee no aparecía en el vídeo, pero, vamos, todos saben que era él. Además, Watson decía su nombre algunas veces cuando estaban en medio de la acción. Por supuesto que el viejo no dejaría que esto arruinara su reputación, uso sus contactos para que el vídeo no se siguiera esparciendo y evitó que este escándalo llegara a oídos de su familia. Especialmente a los de su esposa.

—Este lugar está repleto de escorias.

Esperé poco más de 5 minutos, luego, la señorita Watson salió de la oficina. Tenía un par de botones de su camisa sueltos, pero parece que no lo sabía. Me dijo que entrara a la oficina y eso hice, pero antes, disfrute de ese par de pechos que se asomaban debido a aquel descuido.

—Hola, Michael. Por favor, siéntate.

—Sí, claro. —Tomé asiento.

—Creo que no tengo que explicarte porque te llamé, ¿verdad?

—No tengo la más mínima idea. —Bromeé.

El director suspiró y se acomodó en su asiento.

—Bien, no haré esto tan largo e iré directo al grano. ¿Recuerdas a esos dos estudiantes que golpeaste hace unos días detrás de la cafetería?

—No. No me gusta guardar información innecesaria en mi cabeza.

—Bueno, da igual. El caso es que los padres vinieron y hablaron conmigo personalmente el día de ayer.

—¿Ah, sí? —Actúe con indiferencia.

—Exigieron tu expulsión de inmediato.

Continuará...

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