Los tres chicos salieron del Aula, mientras Aquiles se quedó sacando las decoraciones; cabe destacar que desde el incidente la personalidad del profesor parecería haber dado un giro de 180 grados y ahora trabajaba en ser el mejor maestro de la escuela.
—¿Quieren acompañarme al almacén?— preguntó Bianca con entusiasmo.
—No puedo ir hoy…— dijo franco con algo de pena —estoy castigado, tengo que irme apenas termine la clase; sino mi padre se va a dar cuenta.
—¿Y tu Adam?—preguntó Bianca tratando no ir sola al almacén
—Bueno—Contestó toscamente Adam; todavía recordando lo que había ocurrido cuando siguió a una niña por última vez.
Adam y Bianca fueron al almacén de la escuela. El mismo estaba ubicado sobre una de las pinturas de las paredes de la escuela, por lo que los dos niños tuvieron que sumergir sus manos en la pintura para ingresar. Al entrar, ambos se sorprendieron de lo grande que era el almacén, era gigantesco; siendo mucho, pero mucho más ancho y alto que los hexágonos principales.
El almacén estaba hecho de madera como todo en estos pisos y tenía un montón de libros. Pero todos los libros estaban desparramados por el suelo, amontonando montañas y montañas de libros, creando un auténtico paisaje formado únicamente por libros. Los libros parecían tener diversos colores y las montañas estaban organizadas por color; por lo cual era un paisaje de montañas coloridas hechas de libros.
Aun así, el almacén estaba completamente desierto: no había nadie; salvo una recepcionista que parecía una hormiga en comparación a la magnitud del almacén
Cuando los niños entraron, la recepcionista algo nerviosa dejó el libro que tenía en la mano y miró fijamente a los dos visitantes.
La recepcionista era muy vieja y estaba vestida con una túnica violeta, tenía unos anteojos circulares, una nariz aguileña y su rostro estaba adornado con varios lunares con pelos. La mirada y la apariencia de la recepcionista era muy similar al de una bruja malvada.
—Traen la insignia, ¿no?—preguntó la recepcionista mirando a los niños con seriedad.
—Si, si nos la acaban de dar— Respondieron los dos estudiantes al mismo tiempo.
Al escuchar la respuesta, la mirada de la bruja se relajó. Acto seguido, la recepcionista extendió su mano esquelética para pedirles las insignias a los niños. Los dos jóvenes asustados por la apariencia moribunda de la mano, le entregaron las fichas casi que tirándolas en el escritorio.
Al ver las fichas, un intento de sonrisa rara surgió de la recepcionista. Acto seguido, la vieja bruja busco un libro como el que había usado el profesor en la clase y dijo con mucha euforia:
—¡Felices 100 páginas, jovencitos! Pueden tomar un solo libro de aquella montaña.
Acto seguido abrió el libro, pero no ocurrió nada, parecía que el libro era muy viejo y ya no funcionaba correctamente por las páginas amarillentas que tenía. La recepcionista con algo de vergüenza volvió a guardar el libro y se quedó mirando a los dos niños que parecían querer decir algo.
—Solo leímos 10 páginas…—Comentó Adam con dudas de haber oído mal.
—Ah…si, cierto… Ya hace 100 años cambiaron las reglas y sigo sin acostumbrarme—respondió la vieja bruja con bastante vergüenza—¡Felices 10 páginas, jovencitos!
—¿De qué género son los libros? — preguntó Bianca con emoción, mirando a las montañas coloridas.
Al escuchar la pregunta, la vieja bruja se levantó de su escritorio de golpe, se dio la vuelta mirando el almacén y mientras agitaba la mano como buscando señalar el esplendor del paisaje, dijo con voz misteriosa:
—Estos no son libros, jovencitos...
La respuesta y la actuación misteriosa emocionaron un poco más a los niños. Acto seguido, la vieja bruja levantó las dos manos al cielo de forma violenta y gritó con mucha euforia:
—¡¡Estas son biografías!!
La bruja terminó su actuación y con una sonrisa divertida en el rostro por haber actuado algo infantilmente volvió a sentarse y preguntó a los dos niños:
—¿Saben que es una biografía, jovencitos?
Adam no sabía, pero por suerte Bianca creció con más cultura general y contestó por él:
—La biografía relata la vida de una persona y...
—¡Exacto!— Interrumpió la recepcionista aun con entusiasmo — Los bibliotecarios somos seres muy solitarios, así que en general no tenemos a nadie a quien heredar una biografía o nuestra cuenta bancaria. La cuenta bancaria suele desaparecer y las hojas almacenadas aparecen en libros aleatorios de las estanterías del piso donde nació la persona fallecida.
Luego la bruja señaló las montañas de libros y dijo con mucho ánimo:
—Pero la biografía se la queda la estantería que le dio la túnica negra al bibliotecario. Ustedes dos, tienen la suerte de vivir en los alrededores de una estantería especializada en enseñar idiomas. Vulgarmente, a esta estantería se la conoce como 'la escuela' y es mucho más grande de lo que creen. Ustedes dos están en una de sus sedes, pero el almacén de la escuela es único y resguarda las biografía de miles de antiguos bibliotecarios.
Los dos chicos parecían bastante emocionados, no tanto por la explicación, sino porque la vieja bruja por poco se le salía el corazón del pecho de la emoción que le ponía a la charla.
Luego la vieja bruja caminó hasta estar detrás de los dos niños, los tomó del hombro y les dijo con voz misteriosa:
—Ahora recibirán un padrino: una persona que va a compartir sus secretos y experiencia de vida con ustedes, úsenlo bien y recuerden no perderlo.