Luchando contra sus incertidumbre, Adair no dice nada para suber las escaleras. Una hora de después de un baño sublime y vestido con la ropa de Jule, Adair se une al anfitrión en una gran sala de visitas en la parte delantera de la casa.
Jude sonaba preocupado para él. Siempre me pregunté qué te había pasado. Como todos le preguntamos a usted que acaba de desaparecer del radar, Puff! -Jude hizo un gesto lateral con la cabeza, como si fuera el sonido de un globo al estallar. Entonces, ¿has visto a alguno de los otros? -Preguntó Adair.
Jude se encogió de hombros, pero inmediatamente reconoció su error. Simplemente había admitir que él y los demás hablaban de Adair cuando él no estaba allí, y hablar estaba a un paso de conspirar, lo cual estaba prohibido. Tú y los demás hablaron sobre mi desaparecimiento e incluso entonces, ¿no me fueron a buscar? - Adair resopló.
Por supuesto que fuimos, pero no había pistas a seguir No podía sentir su presencia, ninguno de nosotros podía No sabíamos por dónde empezar, explicó Jude.
-Fui a su última dirección, la mansión al otro lado de los Comandantes, pero estaba vacío. Había sido saqueado. Todos se habían ido, excepto ese pobre pagador de pecados.
-¿Alejandro? - Esa fue una descripción muy acertada, pensó Adair, Alejandro cargó con el peso de sus pecados como un sacerdote sin sotana, aunque fuera judío.
-Si, el español. El dijo que te habías ido a Filadelfia con tus últimos compañeros, esa mujer del bosque y su guapo amigo. Alejandro pensó que te habías cansado de él, de Tilde y del italiano, y los dejaste sin un centavo.
Adair enderezó la postura.
-"Ese hombre y esa mujer fueron las personas que me encarcelaron, Jonathan... y Lanore". Adair observó a Jude parpadear mientras le recordaba un recuerdo de hace muchos años atras.
- "Te acuerdas de ella, ¿no?" Ella cayó en mi favor y luego me engañó Una puta traidora. Y cuando la encuentre, ella sabrá lo que significa sufrir - dijo y dejó que su amenaza flotara en el aire. Había pensado en la venganza muchas veces a lo largo de las décadas, alimentando su ira con pequeños torrentes de amargos recuerdos, como si estuviera pasando la mano por una vieja cicatriz para recordarse a sí mismo el dolor de cuando la había ganado. Pero con el tiempo, el deseo de venganza se volvió tan poderoso que tuvo que sacárselo de la cabeza, la frustración casi lo vuelve loco, y llegar al borde de ese abismo fue tan aterrador que tuvo que rendirse.
Había arrojado su enorme furia contra la pared, una y otra vez, sin éxito, lo llevó a creer que debía haber algo sobrenatural en Lanore que hacía posible controlarlo. Ella solo podía ser una bruja de lo contrario, ¿cómo podía explicar su encarcelamiento? La pared era solo unas pocas capas de piedra y tierra, con el tiempo, casi se había convencido a sí mismo de que Lanore había puesto una maldición en la pared para mantenerlo encerrado dentro.