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Soy un sinverguenza

Samara estaba aturdida. Ella nunca imagino que Álvaro la besaría por iniciativa propia, eso nunca había pasado antes. Incluso si tuvieran sexo, el amor era algo aburrido... él no le permitía tocar sus labios.

Los labios eran sagrados para Álvaro. En el asado siempre había sentido que no era digna, pero ahora, ¿Qué significaba esto? Álvaro se la había comido a besos mientras ella estaba confundida.

La boca de la mujer estaba impregnada del olor a mango. Él nunca había probado tal sabor antes, pero ahora, en realidad creía que era tan dulce que incluso sintió algún impulso.

Samara finalmente reacciono. Empujo a Álvaro y lo abofeteo ferozmente. La cara del hombre se hincho al instante, la mancha morada en su cuello en este momento era especialmente llamativa.

-Álvaro, ¿estás loco? -Samara estaba jadeando. Ella se esforzó por hipnotizarse a si misma.

Sin embargo, Álvaro sonrió como un niño que había robado dulces y en sus ojos incluso había un poco de cariño, haciendo que Samara estuviera nerviosa. Justo cuando Samara no sabia que hacer, el medico y la enfermera entraron.

- ¿Qué está pasando? ¿En qué podemos ayudar?

Antes de que Samara pudiera hablar, Álvaro dijo con indiferencia:

-No pasa nada, soy un poco alérgico… examíneme.

Solo entonces el medico se dio cuenta de que las manos y la cara de Álvaro estaban hinchadas e incluso habían cambiado de color.

- ¡Deprisa! ¡Preparados para primeros auxilios! ¿Por qué sois tan descuidados? ¡él podría estar en esto de chock! -el medico estaba muy nervioso.

Samara estava algo aturdida. Sabía que Álvaro era alérgico a los mangos, pero nunca había visto las consecuencias. Ahora que escucho las palabras del médico, se asustó.

-Doctor, ¿es peligroso?

-Si, el mango le irrito rápidamente. Si tardara más, el moriría. ¡Llévenlo rápido a la sala de urgencias!

Las enfermeras se llevaron a Álvaro inmediatamente. En ese momento, Samara estaba en pánico. Estaba tan ansiosa que quería levantarse de la cama, pero Álvaro lo vio y le echo la bronca:

-Quédate en la cama.

-Pero yo…

-Cállate. Si sigues siendo desobediente, no dejare que me traten. -amenazo con extremo infantilismo.

Samara realmente quería ignorarlo, pero pensando en Laura, pensando en cuanto tiempo ella llevaba en la cama sufriendo, Samara se detuvo.

Solo entonces la expresión de Álvaro se suavizo.

-Tranquila cariño, vuelvo enseguida. -sonrió a Samara y luego se dio la vuelta para seguir a las enfermeras a la sala de emergencias.

Esas palabras le hicieron que se le erizara el pelo. Samara se movió como si quisiera quitarse la piel de gallina. Cuando Álvaro y los demás salieron, ella sintió que algo iba mal. Hoy, este hombre sabia que Eduardo era su hijo. Pensando en esto, parecía que el realmente no supiera el resultado, parecía esta una respuesta razonable para el comportamiento actual de Álvaro.

Samara estaba perpleja pero también estaba preocupada por Álvaro. Ella espero ansiosamente, mientras miraba afuera de vez en cuando. Por fin, Álvaro fue empujado con una aguja intravenosa en la mano y la erupción en su cuerpo se alivió un poco.

El medico lo coloco al lado de Samara. La mujer inmediatamente se puso nerviosa.

-Oiga doctor, ¿Por qué lo acomodas aquí? No es conveniente para nosotros estar en la misma sala.

-A mi me parece bien. -dijo Álvaro.

Al ver la apariencia actual de Álvaro, Samara dijo enfadada:

-Solo eres alérgico, no hay necesidad de ser hospitalizado, ¿verdad?

-Mi vida es preciosa. No abandono el hospital hasta que este totalmente curado. -Álvaro dijo con picardía.

Samara sintió que se estaba volviendo loca.

- ¿Tu empresa ya no te importa? ¿no dijiste que tenía un problema? Aun así, ¿quieres hospitalizarte?

-Soy humano, no un dios. Estoy gravemente enfermo. Aun quieres que vaya a la compañía. Samara, ¿no eres demasiado cruel? Además, ¿Por qué estoy aquí? ¿no a sido porque te he pelado el mango? -Álvaro dijo plausiblemente.

Samara no sabia como refutarlo.

-No te pedí que lo hicieras. ¡Eres simplemente un idiota!

-No me importa. De todos modos, estoy aquí por tu culpa. En este momento, siento cansancio corporal y tengo dificultad para respirar. Podría entrar en chock en cualquier momento. Tengo que ser hospitalizado. Doctor, deprisa, necesito un ventilador. -Álvaro jadeo mientras hablaba, como si realmente no pudiera respirar.

Temblando de ira Samara sabia que no había nada que hacer.

-¡Quiero cambiar de habitación!

-Lo siento señorita, ya no hay mas salas vacías. -el medico dijo rápidamente.

Álvaro era uno de los accionistas del hospital, por lo que no se atrevió a ofender al hombre. Tenia que hacer todo aquello que de su parte fuera mandado, por lo que no se atrevió a cambiar a Samara de habitación.

Al escuchar esto, Samara enrojeció de ira. Había pasado mucho tiempo desde que había estado tan enfadada. Al ver a Álvaro burlándose, levanto la almohada y se la arrojo furiosa.

Álvaro no lo esperaba y fue golpeado por ella. Se quedo aturdido. Parecía que era la primera vez que lo golpeaban en su vida.

Álvaro se quedó estupefacto. Cuando los médicos y enfermeras vieron esta escena, todos salieron de la sala para esquivarlo. Aun así, Samara no descargo todo su malhumor. Ella agarro un mango de la mesa y se lo tiro. Esta vez, Álvaro finalmente reacciono. Lo recogió y sonrió.

-Realmente quieres que muera aquí, ¿verdad? ¿incluso me tiras un mango cuando sabes que soy alérgico?

- ¡Ojalá te mueras! -Samara dijo furiosa.

Álvaro sonrió con satisfacción.

-Si muero, ¿no te sentirías triste?

- ¡Álvaro, deja que te diga, respeta un poquito por favor! Ya tengo novio, ¡será mejor que te alejes de mí! -Samara sintió que el hombre era tan extraño. Ella no sabia como enfrentarlo, por lo que solo podía mencionar a Carlos.

Los ojos de Álvaro se oscurecieron un poco, pero el susurro:

-Mientras no estes casada, tendré una oportunidad. De todos modos, estoy interesado en ti. Me gustas. Desde ahora, voy a perseguirte. Quiero que seas mi novia o incluso mi esposa.

- ¡Estas loco!

Pero Álvaro pareció no oírlo y continuo:

-No creo que, si comemos y vivimos juntos, ¿no sentirás nada por mí?

-Álvaro, ¿Por qué eres así? Antes de venir a Ciudad H, alguien dijo que eras un hombre frio. Creo que alga va mal con esa persona o la sobornaste para engañarme. -Samara estaba temblando de rabia. Ella había pensado inúmeras reacciones que podría tener Álvaro, pero nunca pensó en esta.

Álvaro dijo con inconsciencia:

-Entonces tal vez esa persona no me conozca. De hecho, soy un sinvergüenza, pero oculto mis verdaderos colores por los antecedentes de la familia Ayala.

Sarama quería maldecirlo. Hizo todo lo posible para calmarse, pero jadeaba ruidosamente. Obviamente, estaba muy enfadada.

Álvaro no se atrevió a persuadirla demasiada. No importaba por qué razón no lo reconociera, siempre y cuando estuviera en Ciudad H, incluso si la perseguía de nuevo, la conquistaría. Pensando en esto, Álvaro sonrió escondido. Envió un mensaje a Josué, diciendo que tenía algo más importante que hacer y le entrego los asuntos de la compañía.

Josué se quejó, pero Álvaro apago el teléfono como si no pudiera hacer nada.

Samara se acostó, queriendo cerrar los ojos y descansar, haciendo todo lo posible para ignorar el hecho de que Álvaro estaba con ella, pero se dio cuenta de que no tenia almohada. Se volvió para mirar a Álvaro y vio que el hombre estaba abrazando su almohada y sonriendo con satisfacción.

-Huele bien.

La ira de Samara estallo de nuevo. A pesar de a ver estado casada con el durante tres años, no sabía que Álvaro era un rufián. Si hubiera sabido que era así, tal vez no se habría enamorado de él.

Samara lo miro con rabia antes de darse la vuelta y tocar la campana de la enfermera.

La enfermera corrió rápidamente.

Álvaro de repente sintió que el timbre era inconveniente. El miro a la enfermera con furia, eso asusto a la pobre mujer que no sabía dónde se había equivocado y de hecho todo su cuerpo temblaba.

-Señor, yo… yo… ¿en qué puedo ayudar?

A Samara no le importaba la actitud de Álvaro en absoluto. Le dijo a la enfermera:

-Dama una almohada.

Justo cuando la chisca estaba a punto de estar de acuerdo, Álvaro la miro fríamente. La enfermera se encontró en un dilema, así que sonrió y dijo:

-Señorita, lo siento mucho. Cada una de las prensas de la cama del hospital es un conjunto. No hay almohadas extras. ¿Ve que el señor tiene una en la mano? ¿podría discutirlo con él? -después de decir esto, la enfermera se escapo como si hubiera algo detrás de ella.

Samara estaba furiosa.

- ¡Álvaro!

- ¿Qué pasa? ¿quieres la almohada? -Álvaro sonrió inocentemente, pero esa sonrisa irrito a Samara.

Antes expresaba sus sentimientos con una actitud rígida todos los días, como si alguien le debiera mucho. Ahora, en realidad sonrió como un tonto. Entonces, ¿Por qué era un amargado antes? Cuanto mas lo pensaba Samara, más rabia sentía. Ella ya no quería usar la almohada. Se dio la vuelta y se acostó, cubriéndose la cabeza con la manta. No quería verlo.

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