Viggo se levantó una mañana acompañado de Sakura y Ana, ambas muchachas de cabello purpura. Sin embargo, diferente de su usual mañana, ninguna se vistió o se preparó para ir a trabajar, ya sea en la herrería de Tsubaki o al calabozo como aventureras. Si no que ambas tomaron dos sillas de madera y las pusieron por delante del escritorio de Viggo.
Las sillas tenían un largo respaldo, con un centro acolchado de color rojo intenso. En cada esquina superior tenían una pelota de madera que le daba un aspecto elegante. Sakura y Ana aprovecharon dicha protuberancia y colgaron sus armas de color purpura hechas por la diosa Hephaestus, su suegra.
Viggo se sentó al frente de ellas, con una atril y lienzo. Él miró hacia delante, viendo a Ana a su izquierda, con sus dagas colgando de la esquina superior de la silla. Ella estaba desnuda, de piernas cruzadas y con su largo cayendo hasta el reposabrazos para después continuar cayendo hasta el suelo. Después miró al lado derecho, vio a Sakura de cabello cortó hasta los hombros sentada desnuda y con las piernas cruzadas. Su aljaba y arco colgaban de la parte superior de la silla. A simple vista, si comparabas ambos lados, pensarías que uno es el original y el otro el espejo. Viggo siempre pensó que Sakura y Ana parecían gemelas con muchas similitudes. Sin embargo, ahora que estaban a punto de cumplir quince años e iban a ser adultas en Orario, las diferencias comenzaron a resaltar.
Sakura tenía un rostro ovalado, facciones más tiernas y una sonrisa dulce. Por otro lado, Ana tenía un rostro con forma de diamante. Su expresión tímida se había vuelto fría y lánguida, como si aflorara una sensualidad natural en su rostro. En estos momentos miraba a Viggo con indiferencia, como si no fuera consiente de él. Viggo pensó que Semiramis no era la única que estaba tratando de imitar a otros. Ana trataba de imitar las miradas y actitudes de Semiramis.
-¿Viggo, está todo bien?- preguntó Ana con voz suave como la brisa del viento, pero con un toque sofisticado y sensual.
-Sí, amor, está todo bien- respondió Viggo con una sonrisa
Ana asintió con una expresión seria, pero se notó el rubor en sus mejillas. Viggo no dijo mucho al respecto, todos tratan de encontrar su verdadero ser o su propio estilo. Él no era diferente.
-Viggo- dijo Sakura con voz dulce y cándida con un toque de sensualidad. Sus grandes ojos brillaban con amabilidad -puedes comenzar-
-Lo sé, de inmediato-
Viggo comenzó a mover el carboncillo sobre el lienzo y a trazar el contorno del escritorio detrás de las hermanas como punto de referencia. Después fueron las sillas, los cuerpos de ambas hermanas y las proporciones. Ana se quejaba de que sus senos eran más pequeños que los de Sakura, pero ahora estaban casi de un mismo tamaño. Por otro lado, las piernas de Ana se habían vuelto largas y estilizadas como las de una gacela mientras que las de Sakura más gruesas.
Ana mantenía una expresión seria, una mezcla entre frialdad e indiferencia mientras que Sakura de forma natural, sonreía.
Todo esto nació como una protesta de las hermanas. Viggo había pintado a todas sus esposas, pero solo tenía cuadros desnudos de Semiramis y Scheherezade. Bueno, Ana y Sakura querían algo igual. Viggo les recalco que no era necesario, fue solo al comienzo, cuando él no tenía mucha motivación para pintar. Entonces Semiramis y Scheherezade se desnudaban para que él las pintara. Sin embargo, fue algo que se repitió pocas veces y con el tiempo se dejó de hacer. El propio Viggo lo consideraba como el sexo en la terraza. Hacerlo al aire libre era excitante y novedoso. Sus esposas lo amaron igual que él, pero con el tiempo lo dejaron de hacer. Al final solo era eso, una experiencia que, al perder la novedad, perdía su brillo. Algo parecido a hacerlo en la playa. Muchos consideran romántico hacerlo en la playa, con la puesta del sol a sus espaldas, pero cuando se te mete la arena por todos lados, lo excitante se pierde y solo queda la incomodidad.
Viggo trazo con el carboncillo en el lienzo las dimensiones del piso. Después garabateo de forma sencilla los libros sobre el escritorio, las armas de Ana y Sakura colgando de las sillas y por fin se dedicó a perfeccionar las siluetas de Ana y Sakura.
Viggo tenía un cuadro de Sakura y Ana. Lo tiene guardado porque no sabe dónde ponerlo. A simple vista, hará una habitación para sus cuadros privados y el resto los pondrá en su oficina, cuando la tenga. El cuadro de Sakura y Ana podría ser público, ya que son ellas pintadas en el piso doce, donde está el bosque tenebroso cubierto de niebla. Sakura vestida de aventurera, sostiene su arco y flecha y tensa la cuerda mientras mira a un enemigo por delante de ella. Al mismo tiempo, Ana con su largo cabello purpura corre a toda velocidad sosteniendo sus dagas con una expresión llena de determinación. Ambas parecen diosas guerreras, hermosas, jóvenes y sobre todo valientes.
-Ya- dijo Viggo cuando termino de dibujar la base del cuadro.
Sakura y Ana caminaron desnudas hasta donde estaba sentado Viggo, también desnudo. Ellas miraron el cuadro y fruncieron el ceño al ver un sinfín de rayas que trataban de emular ese espacio de la habitación, pero solo parecía una visión distorsionada de la realidad. Solo ellas estaban perfectamente dibujadas, aunque no completas.
Viggo estiro sus manos hacia los lados y abrazo a cada una por la cintura -no pongan esas caras, esto es solo la base del cuadro. Ahora tengo que perfeccionar el diseño, ajustar algunas dimensiones de objetos y darles la profundidad a sus figuras. Después de eso viene la pintura que le dará la capa de realismo y belleza. Ya han visto mis otros cuadros, no las defraudare-
-¿Yo tengo las piernas tan gordas? ¿Por qué las de Ana se ven tan bonitas?- preguntó Sakura
-¿Mis tetas todavía siguen siendo tan pequeñas?- preguntó Ana algo frustrada
Viggo soltó un suspiro y dijo -solo dibujé que lo que vi. No se preocupen, ambas quedaran hermosas. Además ¿Qué tienen de malo tus tetas? Son bonitas- Viggo levantó su rostro y le dio un pequeño beso en la parte baja del seno derecho. Ana le dio una palmada en la cabeza y negó con la cabeza.
-No es momento- dijo Ana con voz seria, que sonó muy fría, como cuando Semiramis se enoja
Viggo sonrió y apego su rostro al vientre de Ana. Ella soltó un suspiro y le peino el cabello rojo en un gesto suave. Sakura también hizo lo mismo y al final, ambas hermanas lo abrazaron. Viggo las invito a sentarse en sus piernas y ellas así lo hicieron. Los tres quedaron mirando el lienzo. Ellas le hacían sus comentarios como queriendo cambiar algunas cosas de su imagen y Viggo solo decía que sí. Por supuesto, él no cambiaría lo que había dibujado ni la pintura final. Este momento no volvería más, ellas algún día dejarían de ser muchachas y está visión se perdería para siempre.
-¿Viggo va a ir con nosotros una vez que Semiramis convoque a aquella diosa?- preguntó Sakura mientras lo abrazaba y de forma sugerente, ponía sus senos tan grandes como dos naranjas cerca del rostro de Viggo.
-Sí, ya lo hablé con Semiramis- respondió Viggo -las acompañare de vez en cuando, junto con Rosewisse-
-Eso es genial- respondió Ana -es un poco aburrido que siempre seamos nosotras-
-¿Y no se han reunido con otros aventureros?- preguntó Viggo
Sakura puso una sonrisa incomoda y respondió -es un poco difícil encontrar personas de confianza. Ya vez, algunos quieren un descuento en las armas que hace madre (Hephaestus), otros nos quieren robar y otros quieren algo más que solo los valis o las piedras de los monstruos. Solo hemos podido sumergirnos en el calabozo con Tsubaki y Shakti, su amiga. Sin embargo, Tsubaki pasa la mayor parte del tiempo en la herrería y Shakti trabajando para su familia. A veces coincidimos con Flora y Tatsumi, pero Flora es un poco mandona y a veces molesta. Realmente no entiendo como Tatsumi tiene tanta paciencia-
Viggo soltó un suspiro, después de todo, muy pocas personas podían manejar a alguien como Flora.
-Viggo- dijo Ana con voz suave, no la fría y sensual, sino con la más tímida. Viggo volteo su rostro al lado izquierdo, vio un rostro tímido enmarcado en un largo cabello purpura. Ella era Ana, al menos, la Ana que Viggo conoció en Laconia-Esparta.
-¿Sí?- preguntó Viggo con una sonrisa amable
-Con respecto a las clases de Hitomi, bueno ¿Tú crees?-
-¿Te interesa?-
Ana mordió su labio inferior y asintió.
-La verdad- dijo Sakura del lado derecho. Viggo volteó su rostro para mirarla y ella continuo -Riveria nos dijo que hemos llegado a un punto en donde es imposible que sigamos mejorando a menos que pasemos años aprendiendo magia. Hemos aprendido lo básico, pero ninguna magia real que nos permita fortalecer nuestra forma de combate. Así que al escuchar la conversación de Semiramis y Hitomi, bueno, nosotras-
-Creo que está bien- dijo Viggo y ellas sonrieron de inmediato -pero no he hablado nada de esto con Hitomi y Rosewisse. Hoy tenemos nuestra primera clase. Creo que podrían ir de oyentes por ahora. Una vez que converse con ellas, les preguntare si hay algún problema. No debería, pero siempre es mejor conversar las cosas-
-Eso es genial- dijo Sakura y le dio un profundo beso. Después vino Ana y también lo beso. Los tres se abrazaron y permanecieron así durante un largo rato. Viggo sintió que hace mucho tiempo que no estaban así de cerca. En Esparta ellos convivían su día a día, a menos que Viggo estuviera haciendo algún recado para Kiara. Por las mañanas preparaban las cosas de la casa. Ellas preparando la comida para Kiara, Viggo picando leña, acarreando agua o cuidando de los caballos. Después de un baño, iban al mercado de Esparta y compraban lo necesario. Siempre compraban tres manzanas rojas, grandes, hermosas y dulces. Pasaban por la plaza de Esparta, admirando la estatua de bronce de Leónidas. Después iban a un estanque en los límites de la Urbe y se comían las manzanas mientras esperaban que cayera la tarde.
Al final del día caminaban de regreso a casa por los campos que rodeaban la urbe. Para ese momento el cielo se estaba tornando oscuro y las primeras estrellas aparecían. Viggo soltó un suspiro, pensando en que esos momentos no regresarían. No era malo, el pasado siempre es hermoso cuando uno lo recuerda. Pero el futuro es mejor, prometedor y lleno de oportunidades. Viggo abrió sus ojos, Sakura y Ana lo miraron. Él beso primero a Sakura y después beso a Ana.
Después se bañaron y vistieron para un nuevo día. Como ninguna iba a ir al calabozo o a la herrería de Tsubaki, se vistieron con kimonos, una recomendación de Tsubaki. Sakura se puso un kimono blanco con detalles de flores purpura y fucsia mientras Ana se puso un kimono de color rosa y añadió unas lentes.
Viggo se acercó a Ana y la miró desde diferentes ángulos. Ana se ruborizo y agacho la mirada, pero sonrió.
-¿Desde cuándo necesitas lentes?- preguntó Viggo
-No los necesito- dijo Ana con voz suave y tímida -¿Se ve mal?-
-Para nada, me gusta-
Ana sonrió con sus mejillas ruborizadas y su cabello amarrado en una larga coleta -eso es bueno- murmuro
-Viggo ¿Y yo?- preguntó Sakura dando vuelta en su kimono blanco con detalles de flores purpuras y fucsias.
-Te queda perfecto- dijo Viggo, se acercó a ella, paso por detrás y el ver que ella había ordenado su cabello purpura en un moño y dejado su cuello a la vista, Viggo acercó sus labios y le dio un beso en el cuello.
-Vamos, no es el momento- dijo Sakura como si lo estuviera regañando, pero la sonrisa en sus labios floreció como una hermosa flor.