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Tendencias del alma 1.69

Al día siguiente, Semiramis partió del puerto de Gitión con toda su tripulación con dirección Oeste. Al mismo tiempo, Viggo miraba la hermosa figura de Kiara parada en el muelle. Ella parecía una hermosa escultura rodeada por prendas blancas que aleteaban con la brisa marina. Dejando de lado los cuernos de color obsidiana, todo en ella maravilloso, al menos, así era para Viggo.

Al lado de Viggo estaban Sakura y Ana, ambas mirando a Kiara que parecía alejarse a cada momento. De vez en cuando miraban a Viggo y la expresión en sus ojos. Gracias a eso, se resentían con Kiara y añoraban estar en su lugar. Generar ese sentimiento de anhelo en el corazón de Viggo. Sin embargo, también estaban agradecidas con la reina hetera. Sin ella, nunca hubieran conocido a Viggo, ni mucho menos podrían emprender este viaje. Así que solo les quedaba suspirar.

Viggo soltó un suspiro que se lo llevo la brisa marina y le dio la espalda a Kiara. Entonces miró por delante a Semiramis apoyada en la baranda y comandando a la tripulación. Al mismo tiempo, Scheherezade estaba parada a su lado, como su fiel mano derecha. Como siempre, Scheherezade vestía una larga túnica negra que la cubría por completo para evitar distraer a la tripulación. Llevaba un velo blanco que le cubría la mitad de rostro. Sin embargo, sus hermosos ojos de color esmeralda de mirada suave y seductora eran inconfundibles.

Viggo avanzó hasta la baranda, miró la cubierta después el amplio mar que deparaba por delante. Estaban avanzando por el golfo de Laconia para después navegar a mano derecha y avanzar por toda la costa. Después subirían por Mesenia, país vasallo de Esparta, en donde la nación guerrera forjaba la mayor parte de sus armas, y continuarían subiendo por el mapa con dirección norte hasta llegar a un puerto pesquero en el país de Arcadia. Ahí se detendrían a descansar, pero por ahora, solo les quedaba un largo viaje a través del mar.

El mármol y las joyas estaban dentro de la bolsa que Kiara le dio a Viggo, así que el barco iba liguero. Por otro lado, Semiramis es quien administraba la bolsa, cosa que desagrado por completo a Sakura y Ana. Sin embargo, considerando que Semiramis era quien llevaba los negocios y manejaría los fondos, tenía mucha lógica. Gracias a esta gran demostración de confianza, Semiramis rebosaba de seguridad en sí misma. Ya que si Viggo lo propuso y aquel monstruo lo permitió (Kiara), ella suponía que era la mejor opción; mucho más que Scheherezade, Sakura o Ana.

-Deja de hacer esa sonrisa malvada- dijo Viggo con una agradable sonrisa

-No me vas a molestar con esas palabras- respondió Semiramis mostrando una hermosa sonrisa que dejaba ver una hilera de dientes blancos. Hermosa, sensual, rebosante de feminidad. Semiramis se sentía más sexy que nunca en la vida. Viggo sonrió complacido con esa sonrisa. El largo cabello oscuro de Semiramis ondeaba con la brisa marina, su rostro hermoso iluminado por el sol, su cuello fino y el quitón negro con bordes dorados que le daba un aire de misterio.

-Me gusta cuando sonríes así-

Semiramis le dio una mirada coqueta y después siguió mirando hacia adelante, como si lo ignorara. Sin embargo, le gustaban como se sentía, le gustaba Viggo y también le gustaron esas palabras.

-¿Ella va a estar bien?- pregunto Semiramis tratando de serenar está euforia en su corazón.

-¿Kiara? Sí, lo más probable es que no haya nadie en este mundo que la pueda dañar- respondió Viggo, se sintió feliz de solo recordarla y eso se reflejó en su sonrisa. Al mismo tiempo, Semiramis noto esto y se sintió como si le cayera un balde de agua fría. Entonces su sonrisa se fue apagando poco a poco y recordó que aquella mujer reinaba en el corazón de Viggo. Semiramis podría ser una tercera en la posición y con mucho esfuerzo una segunda, pero el primer lugar siempre sería de aquella mujer. Eso, era un poco descorazonador.

Sin embargo, antes de que ella pudiera sentirse mal, Scheherezade se acercó y le paso la mano por la espalda a modo de consuelo. Para Scheherezade también era un poco fuerte ver a Viggo sonreír destilando amor por todos los poros por aquella mujer.

Por otro lado, diferente de ellas que se trataban de consolar, Sakura y Ana tomaron cada una, una mano de Viggo y la mantuvieron sujeta. Ellas nunca se rendirían; incluso si llegaban al final de sus vidas seguirían intentando ser alguien significativo para Viggo, o por lo menos, eso pensaban ahora. Viggo miró a cada una de ellas y sonrió. Después les dio un beso en la frente a cada una y miró hacia adelante, al gran mar de color turquesa. Una bandada de gaviotas paso volando de derecha a izquierda, mientras el mar reflejaba los potentes rayos del sol.

-La fuerza de la juventud- murmuro Scheherezade y Semiramis frunció el ceño al escucharla.

-No soy vieja- murmuro Semiramis

-Oh ¿y por eso te desmoralizaste por una simple sonrisa?-

Semiramis agacho la mirada y murmuro en un tono mimado -si la persona que te gusta piensa en otra, cualquiera se desmoralizaría-

-Bueno, ellas no, así que aprende de Sakura y Ana. Yo también aprenderé-

De esa manera, navegaron durante todo el día a través de un mar en calma hasta llegar al puerto pesquero de Figancia, en el país de Arcadia. Un lugar tranquilo y apartado de las grandes ciudades. Su población con suerte debe haber alcanzado las cien personas. Las casas estaban todas hechas de adobe y con techos de tejas de color naranja. De vez en cuando pasaba gente como ahora y todos eran recibidos como amigos. La vida era tranquila y la gente vivía para criar a sus familias y morir de vejez.

Una vez que el barco atraco, toda la tripulación descendió. Muchos se acercaron a Semiramis para que les adelantara algo de su paga, pero ella se negó y les dijo que mañana terminarían el trabajo. Si querían, mañana les pagaría el sueldo completo y lo podrían gastar como quisieran. Sin embargo, ahora tocaba ser precavidos para mañana estar en buenas condiciones. Por supuesto, los marineros eran inteligentes y sabían que muchos tratos valiosos como el que estaba llevando a cabo su capitana terminaba mal. La codicia siempre era un tema entre los mercantes.

Así que todo el mundo bajo a estirar las piernas, comer y descansar. Incluso si querían dormir a la intemperie, lo podían hacer. El puerto de Figancia estaba rodeado por hermosas praderas cubiertas de flores. La mayoría de las bestias peligrosas vivían a cientos, sino miles de metros. Por lo único que tenían que preocuparse los marineros era la comida, ya que el agua era gratis y fácil de obtener. A solo cien metros de la ciudad había un rio que descendía de las montañas y les proporcionaba agua dulce.

Por su parte, Semiramis y sus acompañantes dieron una breve vuelta a la ciudad, comieron al aire libre y volvieron al barco por la noche. Como siempre, ella durmió con Scheherezade mientras Viggo dormía con Sakura y Ana. Todos acordaron que hoy sería un día para descansar, porque como le dijo Semiramis a los marineros, mañana podría ser un día complicado.

De esa manera paso la noche y zarparon al otro día con los primeros rayos del sol. Los mantos de agua mecieron el barco durante toda la mañana, hasta cuando dio el medio día y la mar se calmó. Para ese entonces, ya era visible el muelle de madera que ocupaba el granjero de lino para vender sus mercancías. El lino era una fibra vegetal que después de un largo proceso se transformaba en una hermosa tela. Muy famosa en hacia el sur de Alejandría entre los países árabes.

En ese momento, Semiramis estaba apoyada en la baranda mientras miraba el puerto. Parecía tranquila con una sonrisa entusiasta, sin embargo, cuando Viggo puso su mano sobre la de ella pudo sentir como le temblaba la mano.

-Tranquila- dijo Viggo -estoy aquí, pase lo que pase sortearemos lo que pueda pasar y continuaremos adelante. Ya hemos enfrentado piratas y el mar embravecido, nada nos puede detener-

Semiramis miró a Viggo, tomo una profunda respiración y asintió en un solo movimiento. Siguió mirando al horizonte, tratando de ver por encima de la loma que se elevaba por detrás del puerto y tapaba los campos de lino.

Una hora después atracaron en el puerto. Viggo le dijo a la tripulación que inspeccionaran mil metros a la redonda por si encontraban algún indicio de alguna trampa, pero ninguno tuvo éxito. Todo parecía en calma y en orden. Así que Viggo tomo a Semiramis y le ordeno a Ana y Sakura que cuidaran de Scheherezade.

Semiramis se bajó del barco llevando una tela oscura sobre la cabeza, como lo hacían las mujeres casadas en el medio oriente. Solo conservo su quitón negro con bordes dorados que se acoplo bastante bien a la tela. Al mismo tiempo, Viggo saco su hacha y la cargo en la mano derecha; listo para ocuparla en cualquier momento.

De esa manera, Semiramis y Viggo avanzaron por un camino de tierra bordeado por altos pastizales y subieron la colina que tapaba los campos de lino. Solo se demorarían media hora en llegar al poblado en donde vivía el granjero de lino. Y si todo salía bien, en una hora estarían de vuelta con un cofre lleno de dracmas y una treintena de hombres que bajarían el mármol del barco.

Sin embargo, cuando Viggo y Semiramis estaban llegando a la cima de la colina, Viggo puso su mano en el hombro de Semiramis y la detuvo de seguir avanzando. Viggo se quedó mirando a la distancia. Podían ver las grandes plantaciones de lino que crecían como largos tallos de color dorado, pero no podía ver a los trabajadores, ni caballos, ni se veía humo salir de las casas. Era medio día, era hora de almorzar, era lógico que la gente estuviera preparando sus comidas. Más aún las personas que trabajan en los extenuantes trabajos del campo.

-Retrocede- dijo Viggo dando un paso hacia atrás. Semiramis lo quedo mirando y pudo ver la incomodidad en su mirada. Así que hizo lo que Viggo dijo, entonces se dieron la vuelta y caminaron de regreso. No obstante, cuando iban a dar su quinto paso, un grupo de hombres vestidos de negro se levantó de los pastizales de los alrededores. Llevaron sus manos a sus espaldas y desenfundaron sus espadas duales generando un roce metálico.

Viggo los noto de inmediato, miró hacia los alrededores y entendió que estaban rodeados.

-Inmortales- murmuro Semiramis -¿Por qué? ¿Por qué?- empezó a murmurar hasta que su voz se descontrolo y grito con furia -¿Por qué? Yo ya no tengo nada que ver con su príncipe ni con su reino-

Sin embargo, los hombres con el rostro cubierto por una máscara plateada con forma de demonio avanzaron caminando a paso lento, acortando la distancia con Viggo y a Semiramis. Esta última estaba en un estado nervioso, mirando hacia todos lados en busca de una salida. No obstante, lo único que pudo ver en la distancia fue que diez inmortales se dirigían hacia su barco, donde estaba Sakura y Ana, y más importante, Scheherezade.

-¿Qué quieren?- grito Semiramis en un estado histérico -si quieren matarme, adelante, pero no le hagan nada a Scheherezade, ella no ha hecho nada malo- grandes lágrimas empezaron a brotar de sus ojos. Sin embargo, los inmortales continuaron avanzando, cada vez más cerca de Viggo y Semiramis.

-Tranquila- dijo Viggo -mantente enfocada, haré mi parte, tu harás la tuya y escaparemos. Los puedo matar, pero protegerte al mismo tiempo será una hazaña. No te preocupes por Scheherezade, ella tiene a Sakura y Ana, ambas fueron enseñadas por Kiara. Así que no hay forma de que unos pequeños monstruos las venzan-

-Viggo- dijo Semiramis

-¿Qué?- preguntó Viggo con una sonrisa cargada de ferocidad

-Puedo creen en ti-

-Este es el mejor momento-

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