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Segundas oportunidades 1.38

Aviso

Esta semana voy a publicar capítulos hasta el jueves 30-12-2021 y después se retomarán las publicaciones hasta el lunes 03-01-2022. Creo que basta con decir que será fin de año y hay que celebrarlo como dios manda.

-o-

El mercado de Esparta eran dos caminos en paralelo de ida y vuelta separados por una isla de hermosas flores, elevadas a un metro del suelo de la calle. La isla de flores estaba bordeada de roca roja labrada formando un rectángulo de 50 metros de largo y 5 metros de ancho.

En Esparta la guerra y la disciplina lo abarcaba todo mientras el comercio se consideraba un lujo o una labor para los sirvientes. Así que la cantidad de personas que trabajaban en el mercado de Esparta no superaba las 30 personas. En su mayoría, ofrecían condimentos como la pimienta y la sal, vasijas de greda y pocillos, todo tipo de telas de colores y hermosas alfombras. También se vendía carne, frutas y otras verduras, pero eran en menor cantidad y en su mayoría, solo la compraban los forasteros. Tales como Ana, Sakura y Viggo. Estos tres avanzaban por el mercado, resguardados por un toldo que ponía el gobierno de Esparta para fomentar el comercio. No era mucho, pero tampoco se podía esperar mucho de un país dedicado casi al 100% a la guerra.

Habían pasado más de 5 AÑOS desde que Viggo había llegado a Esparta. En todo este tiempo el viejo Xiao nunca se apareció y Viggo, entre seducido y convencido por Kiara, se quedó en Esparta. La mayor parte del tiempo él la pasaba entrenando, puliendo su combate con los puños y su manejo del arco. En estos momentos Viggo podía alcanzar un ave en pleno vuelo a unos 300 metros de distancia. Sin embargo, por muy proficiente que se hubiera vuelto con el arco, seguía preocupado por estar alejado de su familia. No obstante, gracias a la compañía de Sakura y Ana la vida se había vuelto mucho más fácil de llevar.

Ambas niñas son mellizas, hijas de un Polemarca (General) de Esparta. Los éforos (sacerdotes malignos de los dioses) solicitaron a las niñas para que los sirvieran, a lo que el Polemarca acepto de mala gana. Sin embargo, Kiara llego por aquella época y solicito a las niñas para que la sirvieran. Los éforos conocen bien los trasfondos de este mundo, sobre todo los diplomáticos y sobrenaturales. Así que jamás se enfrentarían a Kiara. Se dice que la reina Hetera es tan antigua como los dioses. Aunque también se dice que es una persona educada por la anterior reina Hetera y a través de artes oscuras toma la misma forma física que su predecesora. Lo más distintivo son esos largos y demoniacos cuernos oscuros con grabados de color fucsia. Algo que llama la atención a donde quiera que vaya.

Ambas niñas tienen el cabello purpura, de delicadas facciones femeninas y esbelta apariencia. Sin embargo, mientras Ana tiene una actitud tímida y suave, Sakura es todo sonrisas y entusiasmo. Otro rasgo diferenciador es que a Sakura le gusta llevar el cabello hasta los hombros, mientras que Ana jamás se lo ha cortado y ya le llega hasta las pantorrillas. Las dos visten con vestidos rosas con una franja blanca en el centro. Bueno, según Viggo y sus miradas discretas, Sakura se desarrolla en la parte del busto mientras Ana en la parte de las nalgas.

-¿Vas bien, Viggo?- pregunto Sakura a la derecha de Viggo. Este último llevaba una vasija en cada brazo, ambas de más de 60 cms de alto y 30 cms de circunferencia. La de la izquierda iba llena con trigo, mientras la de la derecha tenía aceite de oliva. Hoy por hoy, tenía la piel bronceada de andar siempre con el torso desnudo. Llevaba una túnica roja a la cintura que le llega hasta las rodillas y un gran cinturón de cuero con tiras que cuelgan a su alrededor. En la parte frontal del cinturón tiene el diseñado de un león rugiendo hecho en bronce.

-Sí, voy bien, Sakura- respondió Viggo con una sonrisa. Sakura agacho la mirada y se ruborizo. Gracias a eso choco con hoplita espartano que estaba haciendo sus rondas por el mercado. Sakura casi se cae espaldas, pero logro equilibrarse.

-Mira por dónde vas- grito el hoplita, levantó la mano para darle una bofetada, pero Viggo se puso entre el hoplita y Sakura y lo quedo mirando a los ojos. El hoplita detuvo su mano y frunció el ceño. Viggo en ningún momento lo dejo de mirar. Así que al final, el hoplita escupió hacia un lado, les dio la espalda y siguió su camino.

-Ten cuidado Sakura- dijo Viggo con un tono de voz preocupado -casi te caes-

-Lo siento, Viggo- respondió Sakura con las mejillas ruborizadas, un tanto por la torpeza y otro tanto por sentirse emocionada de los cuidados.

-Sakura, será mejor que sigamos- dijo Ana con una mirada burlesca y una sonrisa en los labios. Sakura se puso aún más colorada y asintió. Entonces comenzó a caminar de forma mecánica por delante, tratando de ignorar el calor que sentía en estos momentos.

Viggo y Ana la siguieron de cerca, cuidando de que nadie la vaya a chocar otra vez.

-¿Seguro que no necesitas ayuda?- pregunto Ana con una voz suave como el murmullo de la brisa

-Voy bien, voy bien- dijo Viggo con una gran sonrisa. Diferente de las pequeñas Ana y Sakura que solo medían 1,30 mts. Viggo ya medía 1,60 mts a sus 13 años, sin contar que su cuerpo estaba cambiando a uno más masculino y atlético. Era un poco más alto que el promedio para su edad, pero considerando a Kain, su padre, que casi era un gigante de 2 mts, nunca le dio importancia.

-Engreído- murmuro Ana y Viggo soltó una risita acompañada de una gran sonrisa. Ana elevo la mirada, viendo como los rojos cabellos de Viggo caían como una cascada hasta los hombros. Agacho la mirada y se ruborizo similar a Sakura.

Por su parte, Sakura se apresuró a comprar cinco manzanas y varios frascos con especias. Después volvió con el grupo y juntos dieron la vuelta a todo el mercado y se devolvieron por donde vinieron.

La mayor parte del mundo conocía a los espartanos por ser unos brutos belicosos, pero la infraestructura y distribución de Esparta era una de las mejores dentro de todas las ciudades del Peloponeso. Prueba de ello era el camino que conectaba el Agora (lugar de reunión de los ciudadanos) y el mercado. Es un camino plano empedrado, con islas de flores en su centro, bordeadas de barandas metálicas para que nadie pise las flores. A los costados se erigen grandes columnas de bronce, que sirven de plataforma para hermosas estatuas de guerreros espartanos. Cada uno lleva un casco con crin, armadura de bronce, escudo y lanza. De magnifico diseño, el cual resplandece con el sol de la tarde.

Sin embargo, lo que más le gusta a Viggo, es la plaza de Leónidas, al lado del camino. En donde está la estatua del antiguo rey hecha de piedra negra de más de 20 metros de altura. Si su maestro estuviera aquí, diría que fue un buen hombre, un gran guerrero y el rey perfecto. Alguien que se mantuvo disciplinado y enfocado en lo que era importante para Esparta.

-Ven, Viggo- dijo Sakura con una sonrisa amable y las mejillas ruborizadas, mientras avanzaban por el camino -vamos a ver la estatua-

-Se está haciendo tarde- dijo Viggo mirando al cielo. Por la caída del sol y el color de la luz, deberían ser como las 7 de la tarde.

-Estoy de acuerdo- respondió Ana, quien ahora llevaba los frasquitos de especias en sus brazos.

-Mira- dijo Sakura con una linda sonrisa y le mostro una hermosa manzana roja. A Ana le brillaron los ojos como si tuviera estrellas. Sakura camino por delante sosteniendo la manzana a la altura de la cara y Ana la siguió como si estuviera hipnotizada. Viggo solo sonrió y las siguió hasta la plaza de Leónidas. La gran estatua estaba en el centro, y aunque para Viggo se veía como cualquier espartano en armadura, todos decían que era el gran rey de Esparta. Por su parte, Ana sostenía los frasquitos con su brazo derecho, mientras sostenía la manzana roja con la izquierda y la comía de buen humor. Sakura miraba a su hermana y sonreía feliz al verla tan complacida.

En ese momento, un soldado estaba parado frente a muchos otros, con la estatua de Leónidas detrás de él mientras les daba palabras de alientos. Se veía emocionado, como si en este mismo momento fuera a tocar el campo de batalla. Al mismo tiempo, unas mujeres y hombres oraban a los pies de la estatua como si fuera un dios. Otros niños dormían en la parte posterior, sobre el suelo empedrado. Entre los más jóvenes se decía que si dormías cerca de la estatua, crecerías fuerte. Viggo sonrió y se preguntó en qué momento un rey se volvió un dios.

-Ven, Viggo, si sigues mirando la estatua, Ana se comerá tu parte- dijo Sakura llevando a Viggo del brazo con dirección a la parte posterior de la plaza.

-Yo no haría eso- dijo Ana, relamiéndose el dulce sabor de la manzana de los labios. Los siguió a la parte posterior de la plaza. Tomaron un camino hacia unos pastizales cubiertos de flores silvestres y llegaron a un lago. Los mantos de agua se movían con la suave brisa de la tarde mientras la sombra de la noche se extendía poco a poco.

Sakura invito a Viggo a sentarse a tres metros del lago. Viggo se sentó en el pastizal y coloco las vasijas entre sus piernas para que evitar que se cayera el contenido. Sakura se sentó a su lado y apoyo su mejilla contra el brazo izquierdo. Mientras Ana se sentó del lado derecho y también apoyo su mejilla en el brazo de Viggo. Esto era por dos cosas, una, porque el calor natural que emitía el cuerpo de Viggo era demasiado agradable. Y la otra razón es porque ambas niñas estaban enamoradas del pelirrojo. Viggo era alto, amable, atlético y fuerte ¿Qué más podrían esperar dos niñas? Sin embargo, ambas mantenían en su mente su destino de Heteras. A lo mejor, podían hacer a Viggo su favorito, pero una Hetera aprendiz como ellas tenía que saber atender a los invitados que su maestra invite. A lo mejor a Viggo le desagradaría eso, pensaron ambas.

Por su parte, Viggo intuyendo lo que sentían y entendiendo la complicada posición, nunca se pronunció al respecto. Bueno, también estaba el hecho de faltarle valor para decir un "te quiero". Viggo sentía que en estos momentos era cuando más le faltaba su padre. Era un hombre con numerosas esposas, debe tener mucha experiencia en el proceso. Viggo soltó un suspiro, estiro su mano derecha a Sakura y ella le deposito una manzana roja en la mano. De esa manera, los 3 se sentaron frente al lago hasta que cayó la noche. Solo ahí se levantaron y caminaron de vuelta al templo de Apolo, que ahora estaba totalmente restaurado con los fondos de Kiara. El templo en sí estaba deshabilitado para la oración y la adoración de Apolo. Ahora se había convertido en una lujosa casa de un piso, con varias habitaciones, un baño y una terraza. A los Éforos y los reyes de Esparta no les hizo mucha gracia esa transformación, pero Kiara ni siquiera los escucho. Solo tuvo que darles una sola mirada y ellos se quedaron callados y muertos de miedo. Era como si ella hubiera visto a través de sus miedos y los hubiera ocupado en contra de ellos.

Mientras los tres niños avanzaban con dirección sur a través de un camino de tierra que cruzaba los pastizales, podían ver a lo lejos la colina en donde brillaban los fuegos de lo que antes era el templo de Apolo. Una figura de ropa blanca se alzaba entre medio de los dos grandes braceros en llamas. Su silueta esbelta era iluminada por la luna, dándole un resplandor etéreo y hasta fantasmagórico.

La figura levanto su mano en señal de saludo, mientras el viento de la noche se movía haciendo revolotear su túnica y largos cabellos. Solo Sakura levantó las manos en respuesta, ya que Viggo y Ana iban con las manos ocupadas.

-¿Crees que se haya enojado?- pregunto Sakura con una voz divertida

-Dudo que algo enoje a esa mujer. Es como si todo le resbalara- respondió Viggo con una sonrisa

-Estoy de acuerdo- agrego Ana -siempre nos está molestando-

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