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¡ATRAPADO!

-Vaya, vaya, vaya. Pero si es nuestro amigo, Dallas.

Era Edward con sus amigos atrás de él.

Sentiste pánico, el cual te recorría desde la espalda hasta las piernas. Trataste de controlar esa sensación que te delataba al mostrar sus efectos muy obvios.

-¿Qué quieres, Edward?

Tu voz se oyó muy forzada y cortante; era lo más notable que tenías miedo.

-Ah no lo sé. Creo que solo queremos conversar contigo, Dallas.

Sonrió al final muy atemorizante, pero sin ese toque macabro.

-Pues, ¡Ya! Hola. Ya tienes tu conversación.

Aunque tus piernas se hallaban congeladas seguiste de frente queriendo salir directo de ese lugar, pero eso lo evitó Edward poniéndose enfrente de esa salida.

-Creo que no termine. También quería jugar contigo.

Se empezaron a acercar hacia a ti acorralándote en un círculo y tú te hallabas en el medio.

-No es necesario.

-Para mí sí. Nos diviertes, Dallas.

Un temblor tras otro temblor. Estaban temblando tus piernas delgadas, pero era inevitable. Ya había empezado y no iba a terminar hasta que no tuvieras miedo.

Lo notó Edward y disfrutó mucho la demostración.

-Pero, ¿Qué es esto? La nena tiene miedo.

Risas y más risas se apoderaron de las bocas de los compinches de Edward mientras él lo gozó con una mueca satisfactoria.

-No...no tengo miedo.

Genial te tembló tu voz. Quise ayudarte, pero no era nada posible.

-Oh, sí claro. ¡Te demostraré que te debe dar miedo en verdad!

Se acercaron amenazantes y sabías por las señales de lo que te esperaba.

Solo seguiste tus impulsos y empezaste a correr lo más rápido que tus piernas te dieron.

-Oye, ¿A dónde vas, torpe? ¡SÍGANLO!

Empezaron a perseguirte.

Sentías la adrenalina por todo tu cuerpo entero. El miedo te dio más impulsos para seguir corriendo. Aunque sentías pánico pudiste sentirte libre en ese lugar tan fresco.

Eras rápido. Bastante ágil y también muy flexible con los pies. Era el suelo del lugar una trampa muy lodosa y arboleada muy difícil de escapar sin lastimarse, pero lo pasabas sin ningún problema.

Aún te seguían, pero se hallaron bastante atrasados. Sentiste que saldrías de este problema.

Hasta...

¡Atrapado!

Caíste en una trampa de un cazador para un venado común. Trataste de librarte, pero te fue imposible escapar.

Edward y los otros volvieron a estallarse de gozo cuando te vieron tan asustado y ansioso por salir de allí.

-¡Mira cómo se mueve!

-¡Está asustado el animalito!

Bastardos.

-¿Pero qué pasó? Puedo ver que estás en un... obstáculo.- se río un poco y volvió a hablar al mismo tiempo que balanceaba la red en la que te callabas.- Sabes es justo. Eso es lo que le pasa a tontos venados como tú. ¡SÍ! ¡Ese será tu nuevo apodo! ¡Venado tonto!

Vaya que creativo era Edward.

-¡Oigan! ¡No van a dejarme aquí! ¿Verdad?

-¿Qué? Oh, bueno es que ya es tarde y no podemos estar de noche en el bosque. Es muy peligroso.

-¡Pero no pueden dejarme en esta cosa! ¡Solo!

-Tranquilo venadito pronto vendrá un cazador. Tal vez, ¿En la madrugada?, pero mientras tanto disfruta la noche. ¡Cuidado con los lobos! Les encanta la carne de venado.

Se empezaron a alejarse de ti cantando "Venado tonto, venado tonto" hasta que ya no pudiste detectarlos a simple vista y nada.

Te dejaron ahí atrapado. Encerrado. Tratando de soltarte de la red, pero nada funcionó.

Después de intentar todo. Te quedaste en la red esperando... a que llegará alguien y te soltará de la trampa, pero nadie llegó; solo la noche oscura que llamaba a los lobos que empezaban a reunirse alarmándose de presas cercanas. Te sentiste como su próxima víctima. ¡Un tonto venado! El miedo fue más fuerte que tú, las lágrimas brotaron de tus ojos caramelizados como el río en el que te sumergían seguido por Edward. Pensaste en tu mamá y luego en ti (en tu cadáver). Eras muy pesimista. El llanto de lo delató, ese llanto tan vivo.

Pasaron las horas y nada cambió ni la luna ni los aullidos que creíste que estaban cada vez más cerca ni tu posición hasta que...

Miraste una silueta oscura más que esa noche. Era un animal algo grande y muy peludo.

Un lobo es lo que miraron tus ojos que estaban rojizos por tanto llorar.

"¿Por qué, por qué?" Te decías a ti mismo suplicando que no pasará lo que habías temido desde que caíste en esa red.

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