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Capítulo 8

ALEX

Cuando mi madre y mi abuela llegaron a la casa de los abuelos de Gabriela, pude escuchar ruidos y risas que venían de la otra casa de los abuelos de ella, por lo que me imagino que Gabriela se lo debe estar pasando bien, cosa que me alegra más que nada.

Debo admitir que estar con su familia era algo fácil después de que me perdonasen todo lo que le hice, y cada día quedaba más impresionado por la relación que mantenían entre ellos, sobre todo Gabriela y Kevin, por lo que me pude enterar en una de las comidas que hicimos antes de que Paula me disparase, la gente por lo general pensaba que eran pareja, lo cual me hacía gracia.

- ¿Qué es lo que te tiene tan pensativo en este momento?

-Pues la verdad de todo.

-Cuéntale a tu amiga que es lo que te pasa. ¿Te sientes incómodo estando aquí?

-No es eso Carlota.

- ¿Entonces?

-Es que después de todo lo que pasó entre Gabriela y yo, no me esperaba que me fuesen a perdonar así de fácil.

-No ha sido fácil.

-Claro que lo fue, pudieron hacerme la vida imposible para intentar que dejara a Gabriela, y no hicieron nada, solo aceptaron a pesar de que pensaban que no le convenía a ella.

-Primera de todo, sabes de sobra que no ibas a dejarla, y mucho menos lo permitiría Gabriela. Segunda, ellos acabarían por entender que eres la persona que hace feliz a Gabriela, y todos la quieren ver feliz. Se puede decir que Gabriela creció antes de tiempo con lo de Rebeca, creo recordar que tenía como ocho años cuando empezó con la enfermedad y ya pudiste ver por ti mismo que siempre ayudaba a su madre, y luego se hizo madre de la nada, ¡¡¡¡vais a ser padres!!!! Ellos iban a tener que terminar por entenderlo. Además, en eso se basa su familia, en que todos sean felices, y como eres la felicidad de Gabriela, pues te tendrían que aceptar de una manera u otra.

-Es impresionante su familia, lo debo admitir.

-Verdad, pero te acostumbrarás a eso, no te preocupes, pasarás a pertenecer a su familia.

-Y no veas como me alegra eso.

-Se te ve, pero lo que me pregunto ahora mismo es porque todo está tan silencioso en la otra casa.

-Pues no sé, estarán hablando.

-Eso no es normal, sabiendo como es Gabriela y como le gusta despertar a la gente, créeme que no es normal que todo esté tan silencioso.

- ¿Por qué lo dices?

-Gabriela tiene una manera peculiar de despertar a la gente en los días que está como hoy.

- ¿A cómo está hoy?

-Vamos Alex, tú mismo pudiste notar que no está enfurruñada con la vida ni nada.

-Nunca está enfurruñada con la vida.

- ¿En serio no dormiste con ella o qué?

-Claro que dormí con ella, pero no entiendo que tiene que ver que esté enfurruñada con la vida.

-Gabriela es una de esas personas que siempre se despiertan de mal humor.

-Nunca despierta de mal humor, no sé de qué me estás hablando.

- ¿Me vas a decir que nunca viste a Gabriela de mal humor por la mañana?

-Ver sí que la vi, pero eso no tiene nada que ver con que despierte de mal humor.

-Bueno, igual cuando duerme contigo no despierta de mal humor, pero cuando no lo hace, despierta de muy mal humor, motivo por el que nadie se atreve a despertarla, hay que tener agallas para ir a despertar a Gabriela, y ya no te cuento el humor que le queda cuando no puede tomar su café.

-Sé que no tomar café la enfurruña, pero eso a que esté todo el día enfurruñada no me encaja con Gabriela.

-Pues sí, pero a lo que me refería, hoy está de un gran humor, hace tiempo que no se la ve así de contenta, y por lo general, cuando está así de contenta, es cuando le gusta molestar a los demás.

- ¿A qué te refieres?

-Por lo general, Gabriela es tranquila y no mataría a una mosca y mucho menos molestaría a alguien, pero hoy es uno de esos días en que lo hace, es su momento de ser una niña pequeña.

-Pero eso es bueno, no siempre va a ser la madura.

-Y lo sé, solo te aviso para que no te lleves una sorpresa y para decirte que no te separes de ella demasiado tiempo.

- ¿Por?

-Porque hoy es imposible, o al menos casi imposible controlar que no haga algo, y como sabes, no puede hacer esfuerzos.

-Si, lo sé, pero no creo que lo haga.

-Hoy más que cualquier otro día tiene mucha energía, la tendrá que gastar de algún modo.

Estaba seguro de que Gabriela no haría nada que pusiese la vida de nuestro hijo en riesgo, y a pesar de que la mayoría de las veces intentaba convencernos de que la dejáramos hacer algo y se enfurruñaba, sé que en el fondo lo entendía y por eso no insistía demasiado en eso.

-Está bien, si te quedas tranquila con eso, no me separaré de ella en cuanto llegue.

Es en ese momento en el que entran por la puerta sus primos, Ana y luego ella, y es cuando me fijo en su mano, lo que hace que me preocupe y me levante para ir junto ella.

-Hermosa, ¿Qué es lo que te ha pasado?

-Nada, solo me caí.

- ¿Te caíste y lo dices así tan tranquila?

-Carlota, no me pasó nada.

-Bueno, yo no diría que un esguince no es nada.

-No es nada Roberta teniendo en cuenta que pudo haber pasado algo mucho peor.

-Lo sé, lo sé, pero no digas que no es nada.

- ¿Te hiciste daño en algún otro sitio que no sea la mano mi reina? Y contéstame con la verdad, no te preocupes por preocuparme.

-Amor, de verdad que estoy bien, solo me lastimé la mano. No me duele nada más, en serio.

-Lo que te dice es cierto, la revisé y le pregunto si llevó algún golpe en el estómago, todo está bien.

Respiré un poco más tranquilo. No es que no me fiase de ella, porque era la persona de la que más me fiaba, pero teniendo en cuenta que no le gusta preocupar a nadie, se podía estar guardando que le dolía algo más para no preocuparnos a ninguno de nosotros.

La hora de comer no tardó nada en llegar y nosotros estábamos sentados hablando. Gabriela se veía feliz y eso era genial, me encantaba verla así. Lo que más me llamó la atención esta vez es que no fuese a ayudarlos a poner la mesa en cuanto dijeron que era de ponerla, pero luego pensé que igual no iba a ayudar por la mano.

Aun no entiendo muy bien qué es lo que pasó para que Gabriela saliera corriendo hacia no sé dónde en el momento en el que llegó la comida a la mesa y todos se quedaron mirando extraño entre ellos, pero yo no tardé nada en seguirla y cuando me la encontré vomitando, por lo que me acerco a ella para aguantarle del pelo y pasarle la mano por la espalda. Cuando terminó, se sentó en la silla que había allí y se apoyó en la pared.

- ¿Segura que estás bien, hermosa?

-Si, no te preocupes.

- ¿Cómo no me voy a preocupar si esta mañana estabas bien y ahora estás vomitando?

-No te preocupes, en serio, estoy bien. Sólo es que ese olor me hace vomitar, eso es todo.

- ¿Qué olor?

-El de la leche. Al hacer la salsa le tuvieron que echar una cantidad considerable de leche, y ahora mismo no la puedo ver de delante básicamente, odio el olor. Lo mismo me pasó a la mañana cuando estaba abajo.

- ¿Tendrás una alergia o algo?

-No, el embarazo.

- ¿Ahora te hace mal la leche?

-Es que ni la llego a probar, solo es el olor que es horrendo.

Justo en ese momento aparece la abuela de Gabriela por la puerta con cara de preocupación y acaba por ponerse delante de ella.

- ¿Estás bien Gabriela?

-Si, no te preocupes, pero no puedo ir a comer junto a vosotros ahora mismo.

- ¿Por? ¿Te encuentras mal?

-No, solo que ahora mismo no soporto el olor a la leche.

- ¿Y eso?

-Os lo explicaremos una vez acabéis de comer.

-Pero entonces ¿Qué vas a comer? Porque déjame decirte que debes comer.

-Y lo hará Ángela, no te preocupes por eso. Me encargaré yo mismo de que lo haga.

-Está bien, te la dejo. Encárgate de que coma.

-Obviamente que lo haré.

-Bueno, pues te avisamos cuando terminemos de comer. ¿Nos cuentas luego lo que te pasa?

-Si abuela, es algo que debéis de saber todos, va siendo hora.

-Si lo quieres decir nosotros te escucharemos encantados. Hasta dentro de un rato.

-Hasta dentro de un rato abuelo.

Con eso su abuela se fue y nosotros nos quedamos en el baño, más que nada porque Gabriela seguía sentada.

-Bueno hermosa, debes comer.

-Lo sé, pero déjame lavarme los dientes.

-Yo te esperaré aquí, por eso no te preocupes.

-Hazme un favor.

-El que quieras.

-Ve junto a Kev y pídele las llaves de la casa.

- ¿Para qué las necesitas?

-Solo las necesito.

-Está bien, no tardo nada.

Iba a besarla, pero se apartó antes de que pudiese hacerlo lo que hace que me quede mirando para ella sin entender que es lo que estaba pasando, pero en su cara se podía ver una gran sonrisa.

-No pienso besarte con este sabor horrendo de boca, amor.

-A mí no me molestaría.

-Pero a mí sí, luego te doy todos los que quieras.

- ¿Eso es una promesa?

-Lo es, ahora vete a por las llaves anda.

Con eso salí en la dirección en la que estaban los demás y en cuanto entré en la casa noté un olor desagradable que me producían algo así como arcadas, por lo que salí rápidamente de allí, fui a la huerta y le pedí las llaves a Kevin, que me las había pedido Gabriela, lo que no duda en dármelas, ni si quiera me pregunta para que las quiere, cosa que tampoco le podría contestar.

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