Pagué la botella de agua y pude ver a Rachel y Greg del otro lado de la calle, usando el móvil, supongo que buscando en Google Maps. Crucé la calle y llegué hasta ellos.
—¿El lugar del que hablas se llama Diamonds?— Greg me miró emocionado al escuchar eso.
—¡Si! ¡Así se llama! ¿Quién te lo dijo?— me preguntó asombrado.
—Escuché que unos chicos en la tienda hablaban de ese lugar, pensé que sería el que estamos buscando.
—¡Lo encontré!— gritó Rachel con el móvil en la mano. —Encontré Diamonds. Que está...— miró a Greg, molesta. —A dos cuadras de aquí...— un pequeño golpe en la cabeza para Greg de Rachel y uno mío, por hacernos caminar tanto.
Ahora si, caminabamos mientras le hechabamos en cara a Greg que no había encontrado el lugar, las quejas cambiaban a risas por ratos, hasta que llegamos a aquél billar. Se escuchaba la música desde afuera, no estaba muy fuerte, pero se escuchaba. Imagination de Foster the People sonaba en las bocinas del lugar, al entrar pudimos ver un enorme salón con varias mesas de billar y en un rincón unas escaleras que llevaban a un segundo piso que parecía ser un lugar para comer y ver TV con amigos o pareja.
Las paredes estaban decoradas con fotografías de jugadores del mismo billar, el dueño del lugar y una que otra mujer sexy. Había también uno que otro póster de películas de los 90s bastante aclamadas por la crítica. No sólo había mesas de billar, también había futbolitos y algunas máquinas tragamonedas. No veo los videojuegos. Había pocas personas, la mayoría hombres de la tercera edad, y otro par de adultos jóvenes.
—¿Nos podría rentar una mesa de billar por favor?— escuché preguntar a Greg.
—¿Todos son mayores de edad?— nos preguntó la chica que atendía. Respondimos con un "Si" Seco, siempre nos preguntaban eso, sobretodo a mi, que tenía veinte y parecía de quince. —Pueden tomar la nueve.— giré a ver como Greg cargaba entre manos una pequeña caja de madera en la que se podían ver las bolas de billar. Nos dirigimos a la mesa nueve que estaba en el rincón, justo al lado de las escaleras.
—Si necesitan usar el baño, está arriba, subiendo las escaleras.— nos dijo Greg cuando llegamos a la mesa. —Bien, ¿No sabes nada de billar? ¿Nada?—
—Sé que le tengo que pegar a las lisas o rayadas con la bola blanca e introducirlas en las troneras, una vez se hayan acabado mis bolas tengo que meter la ocho.— expliqué. Rachel se sorprendió ante aquel comentario. Greg tomó tres tacos, le dio uno a mi hermana y otro a mi.
—No estás tan perdido
—¿Cómo sabes todo eso si nunca lo has jugado?— me preguntó Rachel confundida.
—Tenía un juego en mi móvil, ahí aprendí lo básico.
—Aunque en la realidad es más complicado, bien, te voy a enseñar.— dijo Greg, comportándose como un maestro o algo así.
Con el paso de los minutos comenzaba a comprender más el juego, Greg y Rachel jugaron una partida mientras yo los veía y prestaba atención a cada movimiento que hacían, para yo así aplicarlos, soy ese tipo de persona que aprende viendo a los demás hacer algo y siendo sinceros, el billar no es tan complicado. Llegó mi turno, Rachel había ganado y le tocaba jugar contra mi.
Saqué yo. No logré meter ningúna bola, Rachel metió de un tiro dos rayadas después. Se veía que ya llevaba tiempo jugando. Greg solo soltó una risa seca.
—Dale algo de ventaja, es su primera partida— dijo burlón.
—Es una egoísta.— bromee, no era muy competitivo, mucho menos con mi hermana. Volvió a tirar, metió otra, tiró nuevamente, otra bola menos.
—No seas así, Rach.— dijo Greg entre risas. Volvió a tirar y ésta vez fallo. Mi turno.
—Si fallas volveré a dejar que tires, por ser mi hermanito— dijo haciendo una voz adorable. Bufé con una sonrisa, tomé posición. Tiré, la bola entró.
—Bien, te dije que no estabas tan perdido.— escuché de Greg.
Tiré nuevamente, otra bola dentro, solo escuchaba reacciones de asombro por parte de mi hermana o Greg, volví a tirar, otra bola dentro. Volví a tirar, otra bola más. Escuché las mismas voces de la tienda entrar al lugar, no se por que mi mente prestó atención a eso, pero rápidamente volví al juego, tiré, una bola menos, volví a tirar, otra menos. Me quedaba una bola y como adicional, la ocho.
—Lo bueno es que no sabias jugar.— se quejó mi hermana.
—Puedes hacerme un hijo si metes esa bola— bromeó Greg, me hizo reír aquel comentario. Suspiré lentamente y tiré, entró la bola. Solo quedaba la ocho. Era un tiro muy fácil, tiré y sin algún rebote, entró. Había ganado mi primera partida de billar en la vida real. —Joder, mentiroso, infeliz mentiroso, sabías jugar todo el tiempo y no nos lo dijiste.— me dio un pequeño empujón entre risas.
—No lo había hecho antes, lo juro, solo en el móvil.— reí levemente.
—Bien jugado, perro.— dijo mi hermana aceptando su derrota. Greg no paraba de reír. —Te toca, risitas.— dijo dándole la bola blanca a Greg, al instante guardo silencio.
—Bien, no tendré piedad contigo, aquí se acaba nuestra amistad.— dijo para después reír. Yo también lo hice, pude ver como los chicos de la tienda pasaron al lado de nuestra mesa, dirigiéndose a las escaleras con un gran plato de botanas y unas cervezas en las manos.
Ésta vez el estereotipo andante me miró justo antes de llegar a las escaleras. Pude ver como llegaban al segundo piso y como se sentaban en la mesa que estaba al lado del balcón con vista a todo el salón. Como si fueran a juzgar o narrar todas las partidas que las personas disputaran.
—Saca tú, te daré ventaja.— me dijo Greg, haciendo que mi mente regresara a la mesa. The Anthem de Good Charlotte comenzó a sonar en el lugar. Pobre Greg, solo pudo meter tres bolas, le gané muy rápido.
Un par de ancianos amables se acercaron a nuestra mesa con un par de sodas en mano.
—Buenas, jóven. Puedo ver que no has jugado con un buen oponente.— me dijo con una sonrisa, dejándonos ver que le hacían falta algunos dientes. —¿Puedo?— preguntó extendiendo su mano, esperando que le prestaran un taco. Rachel y Greg se indignaron al escuchar aquel comentario.
—Por favor...— dijo Greg extendiendo su taco, el hombre lo recibió. El otro anciano solo sostuvo la soda de su amigo.
—Por favor cariño, ¿Puedes preparar la mesa?— dijo el anciano mientras le ponía tiza al taco, Rachel preparó rápidamente la mesa. —Ahora si veremos que tan bueno eres chico.— le entregué la bola blanca para que pudiera sacar, lo hizo, ahora era otra cosa, cada que yo metía una bola, el hombre metía otras dos, sabía tirar las bolas de tal manera que me tapara las mías y que por lo tanto, mis tiros fueran más complicados que los suyos. Al final solo le faltaba meter la negra, un mal tiro la dejó para que yo pudiera meterla y ganar. Solo pude escuchar celebraciones por parte de Greg y Rachel. —Interesante... Jimmy, te toca.— le dijo a su amigo, que dejó le entregó las sodas. Rachel nuevamente acomodó la mesa. —Llamaré a Erick— dijo mientras su amigo daba el primer tiro, para después salir del billar.
Me habían empezado a dar ganas de ir al baño, giré a ver donde estaban, pude ver la puerta del baño en el piso de arriba, y recargado en el barandal, estaba viéndome el chico estereotipo con seriedad mientras bebía de su cerveza. Solté un gran suspiro, supongo que tendré que esperar a que deje de verme para poder ir al baño.