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ANDREA QUIERE ABORTAR

Auteur: Daoist3MpEyW
Sports, voyage et activités
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Synopsis

Chapter 1DÍA 1: Jueves Cinco del Seis.-

"Balada para un Loco" era el tango que silbó mientras entraba al baño moviendo sus pies en una salida simple, vistiendo solo un condón usado.

Se paró frente el váter y por sonreírle a su reflejo soltó el borde, éste se devolvió incrustándose en su piel, cortando todo a su paso, volviéndose una parte de él y resistiéndose a abandonarlo.

Dejó de silbar.

No daba juicio a sus ojos.

Eso era imposible, ni el látex, ni los condones se comportan así; no obstante allí tenía un medieval torniquete, una necrosis que debería ser extirpada.

Desencajó la mandíbula, limpió la transpiración de su frente y puso sus manos en la cintura; analizó la situación sin eficacia, pues la sangre no retornaba y él la necesitaba, su cerebro no funcionaba sin ella.

Hizo sonar su lengua tras los dientes, lo tomó de la punta y pretendió tirarlo, pero sus rodillas flanquearon solo imaginando el dolor y desistió. Quizá no era lo peor del mundo vivir así, podía cortarle la punta y… ¿En qué estaba pensando?

Desde que se hizo hombre, ejecutó la misma operación al menos una vez al día; con diferentes marcas de profilácticos, distintas mujeres, en otros países y nunca antes pasó esto.

Tomó un escalpelo y lo acercó, sus manos temblaron, no tenía buen pulso pero a nadie confiaba tan importante labor… Entonces Cienfuegos irrumpió botando la puerta de una patada, le quitó el cuchillo de las manos y se lo cortó, liberándolo… y él se sintió aliviado.

Una breve ensoñación inadaptada, concluyó preocupado.

Rascó su cabello y movió sus piernas dándose ánimo, cubrió sus ojos y con el borde de la uña lo despegó.

Sintió que moría.

Oh, bendita agua fría que quita la dolorosa fiebre y santo drenaje que te llevas el opresivo plástico cuya perforación deformada en una media luna le demostraba festivo que se iba y que él quedaba, intentando justificar lo inexplicable.

Era una noche fría para que Andrea durmiera sobre una banca de madera en la plazoleta de la Araucaria, al menos no se mojaba, las ramas se movían con y sin ayuda del viento para cobijarla.

Los perros que dormían en improvisados refugios de cartón plastificado despertaron agitados, ladrando y advirtiéndole que alguien o algo se acercaba.

El follaje conspiró camuflándole a medida que escaló hasta la rama más alta, apoyándose en las placas de agradecimiento por favores concedidos.

Eso tenía sentido.

Creer que un árbol te concedió un milagro y tú regalarle una placa de metal con un par de letras grabadas que atravesase su tronco con cuatro clavos.

¿Qué esperpento atravesaría metal al cuerpo de su salvador?

Nadie se acercaba, los perros debieron escuchar algo que sus oídos humanos no captaron; la agonía de sus hermanos, la sirena de algún servicio público o quizá solo el viento chocando contra las techumbres.

Se acunó entre las ramas, tocó su labio adolorido, ya no sangraba. Cerró sus ojos y fue mecida hasta dormirse.

El Doctor Cooper estaba perfectamente tranquilo; salió del baño siendo otro hombre, uno que vestía impecable, elegante y formal.

Como siempre.

Su traje grafito costaba lo mismo que el departamento de la prostituta cuarentona que frente a él se terminaba de vestir.

Su teléfono vibró, ignoró la llamada entrante. Una llamada perdida más de Irina, completando las veinte y ahora llegaba un mensaje: "¿Vendrá a buscarme?"

"Sí, pero sigo aquí. La llamo en cuanto salga."

Dejó el teléfono sobre el escritorio y no notó el siguiente mensaje: "Voy para allá, su abogado también, algo pasó".

Cerró los botones de su chaleco mientras iba por su chaqueta y miró de reojo a la mujer, quien a pesar de estar lista para irse seguía allí, mirando la hora. Su trabajo estaba terminado, todas las cuentas saldadas y ambos con la suficiente motivación de no querer seguir viendo al otro; no obstante, ella permanecía, contemplativa a los minutos que perdía.

Miró el exclusivo reloj de su muñeca, se movía más rápido que el reloj de la pared ¿Sería por eso que no se iba? ¿Pues el tiempo se ralentizó para ella?

- Querida ¿Puedo ayudarle en algo?

- Tengo un niñito enfermo y cada vez está peor ¿Usted puede ayudarme?

- Por supuesto – otra vez lo mismo.

No le molestaba ayudar a la gente pero que utilizarán ese contexto para acercarse lo hacía sentir mal.

Él respondía siempre a las preguntas de la gente, con la máxima amabilidad que le era posible, siempre y cuando no fuese un periodista.

- Es paciente del Doctor Pennywise – comentó.

Debió indicarle a la mujer que tomase asiento, pues ella rígida seguía de pie frente al escritorio.

- ¿Eso es un problema?

¿Qué fuese el jefe del Doctor Cooper el negligente?

No. Claro que no.

Los aullidos no bastaron para despertarla, un poco de agua acumulada en las ramas superiores se juntó y cayó sobre su rostro; no más que un rocío, sin provocarle más daño que una caricia.

Miró hacia los pasajes de la villa.

Nadie cerca.

Descendió y se armó de valor, su hostal parecía sin gente.

Caminó a paso firme seguida por sus perros.

A medida que se acercó pudo ver por la ventana del baño de su dormitorio a Eliodoro durmiendo tranquilo sobre la cama, de haber un extraño en el interior él no estaría así.

Eliodoro miró al segundo piso y ladró.

Ella vio una sombra gigante y mórbida, corrió de vuelta a la Araucaria y se refugió tras el tronco.

Quería orinar pero no podía entrar aun, cruzó sus piernas pero sentía las gotas dejando su cuerpo, se agachó y se desahogó.

Con preocupación vio a su ropa interior, más que las gotas de orina fresca no encontró.

¿Qué día es hoy?

Una mujer teñida rubia y de lentes de contacto azul entró a la oficina de su jefe sin golpear.

Los rayos celestes dificultaron la lectura de su ya imposible caligrafía y que él guardase silencio no la ayudó a descubrir de qué trataba la lección privada.

Él le hizo un gesto cortés invitándola a salir, ella obedeció avergonzada y él esperó hasta que cerrase la puerta para continuar su explicación.

- … entonces la bilirrubina no se excreta, se acumula en el hígado y pasa a la sangre ¿Tiene otra duda?

- No.

- ¿Segura? La señora Perez puede esperar.

La mujer volvió a negar estrechando la mano del Doctor Cooper, quien respondió con ambas manos.

- De antemano le pido disculpas por lo poco, le recomiendo a Nabokov, es a quien debe buscar si quiere calidad – soltó las manos – Está al tanto y viene en camino, espere a la doctora.

El Doctor Cooper dejó su oficina encontrando a Irina y a Quinteros en la sala de espera. Ella caminó hacia él como si pisase huevos a causa de los altos tacones que solía usar; quería verse de un tamaño apropiado para su jefe, lo cual no era un esfuerzo menor considerando que él medía más de metro noventa y ella casi veinte centímetros menos.

El Doctor Cooper estrechó la mano del abogado y disimuló el placer de observarlo sobando los nudillos que acababa de triturarle; despreciaba que no le estrechasen la mano de manera correcta, como hombres.

- ¿Quién me demandó ahora? – bromeó.

- Prefiero lo discutamos en privado.

- ¡Oh! Resultó cierto. Habla no más, Irina igual se enterará.

- Te demandaron por paternidad…

Cooper golpeó despacito con sus dedos su boca, intentando quitar la sonrisa rebelde que curvaba sus labios.

Sentada en la banca miró a la nada. Sacó su teléfono y decidió hacer una llamada. Le costó varios intentos, el aparato fallaba desde que cayó al agua.

Adolfo contesto alejándose de la fuerte música y las risotadas.

- Amor mío, justo pensaba en usted ¿Es muy tarde o muy temprano para irla a ver? Te extraño. Estoy donde el Jaibo ¿Cómo está?

- Estoy embarazada.

Hubo solo silencio del otro lado del auricular.

Andrea de un salto se alejó de la plaza.

Sería una mañana brumosa, podía ver en el horizonte un tsunami plomo acercándosele.

- ¿y me llamas porqué…?

- … tú serías el papá.

Y el futuro padre colgó. No importó, a los pocos minutos lo encontró esperando taxi cerca del bar.

Adolfo era un hombre caucásico y muy atractivo, de ojos tan expresivos que de inmediato mostraron el malestar de verla.

- Se me acabó la batería.

- Sí, seguro.

- ¿Qué te pasó en el labio?

- Nada.

- Andrea…

- Me agarré a pelear.

El muchacho la envolvió en una gruesa bufanda de lana, prendió un cigarro y la miró con comedido desprecio, no tenía problemas con la idea de ser papá, incluso en ese momento, el problema era con ella, que ella fuese la mamá.

La consideró muy poca cosa para él y ella se dio cuenta.

- Andrea, yo no puedo ser el papá, siempre usé condón.

- Los condones no son infalibles.

Andrea tenía razón y como luego el Doctor Cooper le explicaría; un condón utilizado de forma adecuada y en todas las relaciones sexuales, que era a lo que se refería Adolfo, tenía un noventaisiete por ciento de efectividad; no obstante, el muchacho solía demorar en colocárselo, lo que permitía secreción pre orgásmica que, en el caso de algunos hombres (como él) contenía espermatozoides, esto bajó la efectividad del condón a un ochenta, noventa por ciento.

- A menos que me hayan abducido los marcianos, sea obra del espíritu santo o de una braga apretada… eres tú el papá.

- ¿Bromas? ¿En serio? ¿En éste momento? ¿Acaso no entiendes lo que está pasando?

- Lo entiendo mejor que tú.

Él sonrió tranquilo, tenía el rostro más angelical.

Adolfo era un par de años mayor a Andrea, aunque por apariencia ella se veía mayor. Tenía ojos cansados; párpados caídos, bolsas negras bajo ellos y un par de arrugas, impropias para su edad.

- No quiero insultarte pero…

Andrea ya estaba insultada, más que mal nadie dice: "No quiero insultarte pero creo que llevas las riendas de tu vida de manera divina y cuando adulto quiero ser como tú".

- …quizá no te acuerdas con quien te acostaste, eres bien… mesalina… y has despertado en lugares sin recuerdos de la noche anterior.

Era cierto, pero una vulgaridad que él lo dijese en ese momento ¿Acaso creía que mentía para retenerlo a su lado? ¿Quién se creía que era? ¡No era más que un pobre diablo! Ni si quiera le gustaba, él no fue más que uno de sus "amigos" que le ganó por cansancio ¿Acaso tan poco la conocía, que la consideraba capaz de semejante bajeza?

Todo eso era una humillación.

- ¿Fuiste al médico? Los test de embarazo fallan todo el tiempo.

- Nunca hay hora en el consultorio y si no me equivoco tú me dijiste que tenías un hermano doctor, quizá él nos puede ayudar.

- El Doctor Perfección es el menos indicado en éste momento, pues asumo no quieres ser mamá – suspiró –déjame ver qué puedo hacer, tengo que irme a la U, te llamo a la tarde.

Adolfo miró a la carretera, pidiéndole a Dios que le mandase un taxi que a los minutos se divisó y que con desesperación hizo parar.

- Quizá tu hermano nos puede orientar en otras opciones.

- Citándolo: "Eso no va a pasar" – dijo imitándolo un tono de voz exageradamente bajo.

Adolfo apagó el cigarro en el piso y se preocupó al verla entristecerse, la afirmó de los brazos y le sonrió intentando besarla, ella se alejó pero él la capturó con dulzura, aunque no la besó, la abrazó con fuerza, dando gracias al señor por no ser mujer y tener un par de piernas sanas.

- Déjame hablar con él, podré convencerlo.

- No, Andrea, él es… - suspiro y buscó la frase sin preocuparse del taxímetro –…él tiene una tenacidad peligrosa - cerró la puerta del taxi - Te llamo, de verdad.

Adolfo a unos metros tiró su teléfono por la ventana y de inmediato otro auto pasó reventándolo.

Tranquila observó las piezas ser proyectadas con violencia lejos de la calzada, prendiendo un cigarrillo, se sacó su premio de consuelo y lo botó. Grave error de Andrea, pues esa bufanda valía más que Adolfo.

Las puertas del ascensor se cerraron tras su ancha espalda y solos con Irina caminaron al automóvil, cuyo precio era igual a seiscientos sueldos mínimos legales.

Abrió la puerta del copiloto y la ayudó a subir.

El Doctor Cooper se quejó al sentarse, prendió el motor mientras Irina buscaba algo en el botiquín de la guantera y al encontrarlo se lo pasó, era crema para las hemorroides, él negó riéndose.

- ¿Puedes comprarme una crema cicatrizante?

- ¿Cómo para trasero de bebé?

Volvió a negar con la misma expresión jocosa, aunque luego tras pensarlo unos segundos no le pareció mala idea.

El Doctor Cooper sabía lo que ella quería preguntar, la veía incómoda buscando las palabras precisas.

- No sabía que tenía papá…

Pues no se necesita un macho y una hembra humana para la reproducción.

- …Sabe a lo que me refiero, creí era hijo de mamá soltera.

- Lo soy, pero no fui creado por bipartición, tengo mucho más tula que mi madre.

Irina no compartía su humor.

- Perdón.

- ¿Cuándo irá a hacerse el test?

- No iré. Habla con Quinteros y que llegue al acuerdo extrajudicial, sea lo que sea que pida, que le ofrezca un cuarto – el Doctor Cooper dijo deteniéndose ante un semáforo en rojo.

Irina no estaba de acuerdo con esto.

- No quiero que se entere Dorotea y no es estúpido, si es eso lo que está pensando, estoy en el foco de la atención, no quiero dar más que hablar…

- Si es porque no quiere que se enteren que usted es…

- …huacho…

- …producto de familia unilateral.

Si a él no le molestaba aquel término, a ella menos debió.

La historia de Chile fue forjada por huachos de pecho inflado como él, se sentía orgulloso de compartir los orígenes del padre de la patria.

- Prefiero ser resultado del abandono; al producto de una figura paterna pusilánime y derrotada. Aparte, sé que no es mi progenitor, cualquier hombre que conozca a Dorotea, no se arriesgaría a volverla a ver – bromeó.

- Le voy a decir a tu mamá.

Cooper solo sonrío, sabía que Irina no le contaría a su madre.

- Si es que fuese su papá al irse a juicio lo ganaría, no corresponde que le dé una pensión de alimentos siendo que él nunca si quiera ha mostrado interés por conocerlo – suspiró - Cuando Quinteros habló de una demanda de paternidad, supuse usted sería padre - Él creyó lo mismo.

Salió del bar viendo doble, dando pasos lunares y riéndose de sí misma por ver doble y considerar la gravedad una alternativa. Se subió a un microbús, se sentó junto a un atractivo hombre, él la miró coqueto y ella le devolvió con una similar expresión. Él le hizo un gesto que se bajaría, ella colocó una expresión de entristecerse, él le pasó su teléfono y ella escribió su número telefónico, luego de eso él se bajó.

Como el resto de los pasajeros evitó mirar a los camiones de basura que cargaban decenas de perros muertos. No sabía dónde demonios estaba, así que se bajó y se devolvió a pie.

Encontró una farmacia cerrada a medio camino.

Se apoyó contra una pared repleta de capas de propaganda de los fantasmas de las elecciones pasadas; en una de ellas estaba la presidenta actual (una mujer que usaba su capa blanca de médico solo para conseguir votos).

Esto se suele hacer para explotar el fenómeno del experto, un médico es una figura de autoridad a quien estamos condicionados a obedecer inconscientemente velando por nuestra sobrevivencia y al ver a un político así, trasladamos el sentimiento.

La presidenta abrazaba a un diputado misógino, José María, que hacía poco comentó que algunas mujeres andaban buscando ser violadas al beber unos traguitos de más, los hombres también debieron ofenderse con semejante alegato, más que mal él los trataba como seres sin voluntad o razón.

Ambos, hipócritas, sonreían sobre unas letras enormes y claras que decían "Defenderemos a los animales"… hasta que los animalistas voten por nosotros, fue lo letra chica invisible.

Su vientre se contrajo, su ceño se frunció y rápido alejó el pantalón del cuerpo, nada.

La farmacia abrió.

Dejó varios test de embarazo y una caja de anovulatorios sobre el mesón. El vendedor rumeó un pan con mortadela, que en la mezcla con una sinusitis descuidada generó un olor nauseabundo.

- ¿Condones también? – preguntó riendo con comida entre los dientes. La sonrisa desapareció en cuanto se enfrentó al rostro sombrío de la muchacha, quien le mostraba una tarjeta de débito bajo el nombre de Beatriz - Acepta el monto y pon la clave.

Debió ponerse sobre la punta de los pies para anotarla. El mesón no era alto, ella era así de pequeña.

Una vez que aceptó entró en pánico, no recordó si se le descontó el cargo por mantención. Su problema se solucionaría no comprando uno de los test, más que mal compró uno de cada marca; empero, no quería darle el placer al vendedor de pronunciar la frase más humillante del capitalismo "Dice que no hay saldo suficiente".

¿Pobre y embarazada?

¡Qué peor!

Cuando fue aprobado el monto, el placer que la embargó fue comparable sólo con cabalgar a Edd Snight sobre el escenario del Estadio Nacional en medio de un concierto de orgasmos múltiples, o bien, que menstruase en ese preciso instante.

Eran sus únicos dos deseos.

Aunque dado el contexto actual, el segundo deseo se anteponía al primero.

El vendedor le tiró la bolsa, pero ella la atajó antes que cayera y se fue sin darle importancia. Pobre diablo, pensó, que obtiene su hombría menoscabando mujeres.

- Puta preñada.

¿Retirada digna o infantil?

Se imaginó barriendo todo sobre el mesón con sus flacuchentos brazos tatuados entre los gritos ofuscados del desagradable vendedor que perdería un par de minutos de su mañana recogiendo cremas, vitaminas y bloqueadores solares.

No era satisfactorio.

No valía la pena.

En el primer callejón oscuro que encontró se escondió para orinar un test, retomó su camino con la varilla en la mano, mirando a las instrucciones. Cruz igual embarazo, línea igual felicidad.

Apareció cruz.

Volvió a mirar el test, volvió a ver las instrucciones, seguía embarazada. Volvió a ver el test, volvió a ver las instrucciones, pero aun así… seguía embarazada.

Aunque no levantó la vista en todo el camino de regreso, nadie la atropelló y de alguna manera volvió a estar frente a su hogar, entró sin temor, Eliodoro corrió a saludarla, feliz.

Un quiltro con ojos de siberiano y tres patas.

- Buenos día señor Eliodoro – le dijo y el perro con cierto desprecio volvió al interior, seguido por la jauría de perros callejeros – Woof, woof, no me gusta cuando tomas, woof, woof, te puede pasar algo, woof, woof – dijo caracterizando al perro.

Les sirvió agua y comida a todos.

Fue al baño y orinó todos los test, todos le dijeron lo mismo, embarazada. Vacío la caja de anovulatorios y se los tomó con un vaso de agua. Se sintió un poco mal.

Eliodoro se metió entre sus piernas y la abrazó.

- Woof, woof, no me gusta cuando lloras porque me pongo nervioso y choco contra las paredes.

Alejó el perro y se fue a la ducha.

Adolfo tenía razón, tenía que ver un médico, él la podría ayudar.

Esto no era una emergencia, pero si insistía lo suficiente, algún ginecólogo la atendería, de caso contrario obtendría una hora para cuando el crío ya caminase.

Ninguna ropa le entallaba, ganchos y ganchos de hermosos vestidos que ella misma le hizo a su otrora figura de muchacho de doce años, donde no cabía la mujer que se reflejaba en el espejo; una con cuerpo de reloj de arena, marcadas curvas y piel tersa.

Prendió la televisión, en el matinal hablaba el geofísico que solían llevar tras terremotos u otras catástrofes naturales.

- …No, no. No son extraterrestres. Solo son nubes… - dijo quitando sus lentes para refregar sus ojos - … el aire cálido y húmedo se eleva rápido hasta altitudes más altas y más frías… - suspiró –…por eso las nubes son de desarrollo vertical, no es algo común en Santiago, pero pasa en Chile, en el sur. Santiago no es Chile. De todas formas lo que se apreciará será más violento dada la circulación cerrada alrededor de un centro de baja presión que producirá…

Abrió la ventana del baño para dejar salir el vapor que se condensaba mojándole el piso, apenas divisaba la Araucaria. No tenía como saberlo pero ella estaba en medio del imponente cumulonimbo que mostraban en la televisión.

- … el departamento de meteorología estadounidense alertó al Servicio Nacional de Emergencias sobre éste anómalo evento y me preocupa que no he visto ninguna medida de contingencia… fue tal el desinterés que los gringos comenzaron a twittearlo para así prevenir a la población, pero…- apagó la televisión.

Salió en su bicicleta dejando a los demás perros (exceptuando Eliodoro) en la plazoleta. Se detuvo bajo un cartel que decía "Delincuentes, el juego se acabó", miró para todos lados, no tenía la más mínima idea de donde estaba o que camino debía seguir.

La luz se hizo verde y frente a Él los autos se separaron para abrirle paso.

- … debiese ir a insultarlo por último. Sobre todo si de verdad resulta ser su papá…

El Doctor Cooper ya estaba aburrido del tema.

Andrea sacó su teléfono para comprobar la dirección en que debía ir, pasó un tipo corriendo y le robó el teléfono. Ella lo tacleó. Ambos cayeron, lo pateó en el estómago y recuperó su móvil. Quizá con tanta acción se indispuso; no, no lo hizo.

Irina no dejó de hablar aunque su jefe se mantuvo con la vista al frente, la mandíbula desencaja y no pestañaba.

- …Usted habla y habla sobre las consecuencias de reprimirse, pero…

- No me reprimo, me es indiferente – dijo apresurado - Sé que a la mayoría de los adultos les trae repercusiones emocionales el padre ausente. No es mi caso. No es un tema para mí. Estoy bien. Claro que considero irónica la situación; no obstante… - lanzó un grito evadiendo a una anciana que se le cruzó de pronto.

Una frenada intempestiva.

- ¡Tenía solo tres meses! ¡Solo tres meses! – alguien gritó.

- Es solo un perro – dijo decepcionada una persona alejándose.

¿Esperaba ver un bebé muerto acaso?

Una anciana indigente estaba tirada en el piso pero nadie la ayudó a levantarse.

Los frenos lo arrastraron hasta el final de la cuadra, se quitó el cinturón para ir a ver. Irina sin perder la calma colocó el seguro en las puertas impidiéndoselo.

- Si te ve, intentará sacarte dinero. Se le cayó una bolsa que llevaba en la mano, nada más… ni si quiera sé por qué se le cayó estaba lejos de nosotros, incluso de no desviarte, no la hubieras atropellado

Irina no se equivocaba con respecto a que no la hubiera atropellado, pero no por los motivos que los presentes teorizaban, sino porque dada la forma caprichosa en que el viento soplaba, la velocidad del vehículo y peso de los elementos en conflicto más la fuerza de roce del pavimento, Cooper no provocó un viento de succión, sino que un fuerte viento lateral; así que sí, Cooper causó que la mujer cayera al no respetar las distancias de seguridad o velocidades máximas permitidas.

Andrea se aproximó y la anciana elevó sus manos creyendo la ayudaría, pero ella tomó al perro y lo metió en su chaqueta, recién allí los morbosos ayudaron a pararse a la vieja mujer. El cachorro con apariencia de oso parecía tener una pata quebrada que sangraba, no producto de la caída.

- Le dispararon, yo lo llevaba a los veterinarios para ver si me lo podían curar, el pobrecito se salvó de la caza y ahora se me cae – dijo la viejita llorando – mataron a la mamá, ella protegía la camada, solo él sobrevivió – dijo llorando con más angustia – Estaba llena de balas la pobre…

Cooper quitó el seguro, Irina lo volvió a poner.

- Irina, la señora está en el suelo – dijo quitando el seguro.

- Sí, pero no por tu culpa – dijo poniendo el seguro - La vieja está bien. Si quieres puedo ir yo a asegurarme.

Ya no era necesario, una bicicleta se alejaba del lugar y todo se disipaba con lentitud.

Dejó tirada la bicicleta y entró rauda a la veterinaria.

Lo pasó con cuidado explicando lo ocurrido y se quedó acariciándolo mientras lo atendían. Todos los caniles estaban colapsados de perros vendados, algunos de ellos con sus cuerpos repletos de perdigones y heridas varias.

Aullando de dolor.

Perros abandonados, desnutridos y enfermos… ahora baleados.

- Flaca, tendré que cobrarte. No podremos seguir atendiendo gratis. Cuando llegue la dueña podemos cobrarle y te devolvemos el dinero.

Pagó resignada y salió de la veterinaria.

Su bicicleta acababa de ser robada.

Prendió su último cigarro, el cual al quebrarse cayó quemando su zapatillas en un perfecto círculo. Aspiró lo que quedó de la colilla y se puso sus audífonos.

Al menos le gustaba caminar.

Quizá la caminata liberaba su menstruación.

Se bajó del auto y una jauría de periodistas, manifestantes y fanáticas lo alejó de Irina. Policías llegaron al rato para encaminarlo al hospital, era un exagerado número de ellos.

- ¿Cienfuegos será juzgado bajo la Ley Cooper?

- ¿Es gay?

- ¿Quién es la negra puta con que estuvo anoche?

- ¿Qué opina de las amenazas de la señora María Elena?

- Esa no es la manera correcta de como referirse a una mujer – reprochó enojado devolviéndose.

- Cálmese – susurró Irina apareciendo a su lado, tomándolo del brazo y orquestando todo para qué alejasen a los periodistas.

Irina revisó los correos electrónicos en su teléfono mientras cruzaban los amplios pasillos del hospital, bajo miradas de amor y odio de quienes se le cruzasen pues nadie se mostró indiferente.

- ¿Este correo sobre el CDC es de la señora con quien estabas?

- Es posible.

- Se están aprovechando de usted y es porque se los permite.

- Irina, usted debe entender que quiénes se me acercan no tienen dinero para el sistema privado y tampoco pueden esperar que el sistema público les atienda o no tienen ganas de lidiar con ellos y créame que los entiendo, si no me obligasen a trabajar para el gobierno, no lo haría. No me interesa tener que enfrentarme a diario con una banda de inciviles prepotentes cuya apatía e indolencia es psicopática… ¿Me dirá que estoy equivocado? Preferiría morir antes que atenderme en un hospital público… - dijo recibiendo las carpetas de una malhumorada asistente de enfermería – Gracias.

- Se aprobó el plebiscito. Tiene un debate contra la doctora Fuentes. Creo debiese ir en su lugar…

- ¿Por qué? – dijo leyendo unos papeles que debía firmar.

- Para no saturar con su imagen y que luego se transforme en presidente.

Dejó las carpetas de nuevo sobre la mesa para poder prestarle atención. Solo con su rostro preguntó "¿Habla en serio?" y ella asintió.

- En las encuestas salió favorito, con justa razón. Cuando se le preguntó a los entrevistados que votaron nulo, por quién votarían, usted obtuvo la segunda mayoría de los votos…

- ¿Quién tuvo la primera mayoría?

- Homero Simpson.

- ¡D`oh!

- Su nivel de aprobación sobrepasa a cualquier otro político, incluso a la presidenta actual, su porcentaje es mayor que con los que ella ganó su candidatura…

Cooper la ignoró.

Estaba listo para entrar, pero no entró, se devolvió a una máquina de cafés y se sirvió uno, ofreciéndoselo a Irina, quien lo rechazó con cortesía y se sentó en una banca a arreglar su maquillaje, él se sentó a su lado.

- Usted es la persona más apta para asumir éste rol, además la mayoría del populacho lo adora; usted es el único que sabe qué hacer con la salud, educación y los impuestos… podría ser un héroe – recién allí capturó su atención - si usted acepta mi ayuda puedo conseguir que quienes ahora lo odian, le quieran y que quienes le quieren, le rindan pleitesía.

- ¿y le tendría que dar mi alma a cambio?

- Ellos son sus becerros, hacen lo que usted quiere, opinan lo que usted opina. Y eso está bien, pues usted tiene la razón - hizo una pausa - Antes que usted volviese a Chile, estaban por aprobar la ley de aborto terapéutico y ahora mire, mire todo lo que ha conseguido, gracias a usted la vida de cada niño cuenta… aparte yo podría ser su primera dama…

- …como mi centésima dama a esta altura – dijo cruzándose de brazos y mirándola de reojo – ¿Es necesario que le recuerde usted está casada? – él suspiró – En los solteros es la madre quien asume el rol de primera dama.

- ¿Conoce a alguien más adecuado para ser presidente que usted?

- ¡¿Usted no?! – preguntó riendo.

- ¡Cerdo! – gritó tan fuerte y tan cerca una mujer, que le dejó un pito en el oído, luego lo escupió - ¡Aborto sí, aborto no, eso lo decido yo!

Él la escupió de vuelta, dejando boquiabiertos a todos los presentes, incluyendo a su agresora.

Los policías sacaron a la mujer e Irina se lo llevó al baño.

- No puede escupir de vuelta señor Cooper, eso no se ve bien.

- Oculum pro oculo - ojo por ojo.

- No siga hablando en latín, lo hace ver presumido.

- Cuarentaicinco escupitajos llevo sólo éste mes y usted me habla de porcentajes de aprobación…

- ¿Se siente bien?

No, no se sentía bien.

El nudo de su corbata lo ahorcó, la alejó de su cuello pero continuó incapaz de respirar, desabrochó el botón de su camisa pero seguía con esa soga, impidiéndole tragar. Era como si una serpiente lo apretase pero él no podía verla, no importaba cuanto quisiese quitarla de su cuello, no podía tocarla. Esa bestia apretaba cada vez más fuerte e Irina no dejaba de hablar, aunque solo escuchaba ruido y no podía pedirle que se callase.

¿Cómo esa mujer podía hablar tanto?

¿De qué tanto hablaba?

Sonó el teléfono y pidiéndole un segundo ella se fue.

Se colocó en el lavamanos e intentó respirar pero no lo conseguía, su cara estaba roja, las venas de su cuello y su rostro por explotar, seguía incapaz de respirar, la vista se nubló, no podía mantenerse de pie. A tumbos retrocedió al váter donde se sentó y empezó a hiperventilar, forzando el aire dentro de sus pulmones, pero no pasaban por su garganta. Cerró sus ojos y se escondió entre sus rodillas, le dolió el pecho, mareado llevó la cabeza atrás y metió cuanto aire pudo a sus pulmones.

- ¿Señor Cooper? ¿Necesita llame a alguien? ¿Sabe que lo causó, puede contenerlo?

No hubo respuesta.

Irina sacó una toalla higiénica extra larga para la menstruación de su cartera y la empapó, el agua chorreaba por el rostro de su jefe, quien la bajó y con ella cubrió sus ojos.

Irina se alejó y Cooper se encerró en el cubículo.

Al fin tuvo silencio y consiguió respirar.

Salió al rato.

Ella lo recibió metiéndole la camisa dentro del pantalón, abrochándole los botones, corrigiendo el nudo de su corbata y planchándole con las manos la ropa puesta.

- ¿Puedes quedarte conmigo hasta el almuerzo? No quiero almorzar solo.

- Hoy es mi aniversario…

- … pero yo soy más tu esposo que él…

- …y eso no es algo para enorgullecerse.

Andrea se entretuvo mirando a los periodistas fuera del hospital mientras esperaba al doctor Urribarri, el único que aceptó atenderla sin agendar hora.

Al rato la tenía con su vientre descubierto mirando un montón de líneas negras y blancas ondulantes que el médico leía con una facilidad que la hizo sentir estúpida.

Pues todos entendemos esas líneas sin necesidad de estudios previos y es súper fácil identificar donde está el feto, sobre todo con ese tamaño para una madre primeriza.

- No es un tumor, es un bebé.

- ¿Qué pasa si me tomo una caja de anovulatorios u otras pastillas anticonceptivas?

- No abortarás, asumo esa es tu intención.

Él apagó los equipos, se colocó guantes de látex y comenzó a tocarle el útero.

- Si no puedes o quieres ser madre existe la adopción, de tener problemas económicos existe la fundación Esfera, dirigida y sostenida por el Doctor Cooper. Las mujeres lo encuentran encantador, es un tipo atractivo, habría que ser ciego para no darse cuenta…

- No sé quién es él.

- El doctor de la televisión…

Andrea seguía sin tener la menor idea de quien le hablaban.

- Parece actor de cine ¿En serio no lo conoces? Es re famoso; no solo aquí en Chile, el tipo es una eminencia, curó la esquizofrenia… En el mundo no existe alguien que entienda mejor el cerebro que él… y aun no cumple cuarenta años – dijo con admiración – Es el Doogie Howser chileno.

- ¿Quién es él?

- Era un programa de televisión sobre un médico adolescente… Cooper entró prematuro a la universidad, por eso – suspiró – Cooper es el líder del movimiento pro vida, creador de la ley Cooper, presidente del Colegio Médico y del Comité de Ética, Jefe de carrera en la Universidad Cristiana donde también es docente, miembro de la Academia de Medicina de Nueva York y de la Asociación Americana de la Salud Pública… ¿Qué más? Director del Sistema Psiquiátrico Hospitalario Municipal y hace poco el gobierno le creó un cargo que es algo así como "Responsable de los Servicios de Salud Mental"… - la miró con lastima - No quiero encontrármela en emergencias, pero no puedo ayudarla en lo que usted quiere, no quiero a Cooper encima de mí.

- No se nota.

- En la clínica Cristiana está la doctora Martina Fuentes, líder del movimiento pro elección, fue profesora de Cooper y él sigue teniéndole miedo, así que ella es la única en Chile que la puede ayudar… debe apurarse sí, está justa en el plazo, ella le puede conseguir una "apendectomía".

- No tengo dinero para pagar semejante operación.

- Conversa con ella… y si cambias de opinión anda a hablar con Cooper, no se nota pero es un hombre sencillo… en el fondo es un buen tipo.

Cooper fue interceptado fuera del baño por Pennywise, un viejo de pequeño tamaño. Lo acompañaban otros doctores y unas personas desconocidas.

Lo llevó a una sala de reuniones.

- Ahora empezaste a meterte con mis pacientes…

- Eres un xenófobo que otra vez diagnostico mal un paciente, otra vez un inmigrante de piel oscura, ese niño necesitará un trasplante…

- … yo hice lo que debía hacer, cumplí con el protocolo… No puedes opinar sobre una especialidad que no manejas.

- Es cierto, por lo mismo derivé a tu paciente a un médico competente.

Colocó las manos en sus caderas y lo miró con desdén hacia abajo.

- Las cosas cambiarán en la clínica, no atenderás más pacientes, te preocuparás solo de la burocracia que no me interesa.

- ¿Quién te crees que eres?

- Soy el hombre a quien le han ofrecido tu puesto en más de una ocasión y lo ha rechazado solo porque no le interesa. De ahora en adelante, no se clavará una ajuga sin que yo lo apruebe y para que quede claro, podrás ser el jefe, pero quien manda soy yo.

Andrea volvió a su casa pues la doctora Fuentes por motivos personales no iría a trabajar pero al día siguiente sin duda iría. Tenía que esperar solo un día.

Miraba televisión sin prestarle atención a lo que daban. El segundo piso crujió, se levantó achicando sus ojos y mirando las grietas que se armaban de pronto, compartió una mirada con su perro y ambos siguieron el camino de polvo de yeso que iba dejando la grieta.

El sonido se hizo más fuerte a medida que subía la escalera caracol. A mitad de camino debió afirmarse de la baranda par ano caer.

Andrea agarró al perro en brazos e intentó bajar pero la escalera vibraba mucho, la pared junto a ella comenzó a trisarse y un mueble cayó rompiéndose en mil pedazos, tras él una puerta improvisada, un pequeño cuadro por donde una persona podría pasar arrastrándose.

La pared cayó con parte del techo pero el resto de la estructura unida a la escalera quedó en pie. Su vecina se asomó por la ventana ante el ruido, Andrea levantó la mano y la saludó.

Pasando las amplias puertas rojas se encontró con un salón gris, un largo mesón y dos sillas, una a cada extremo. Un par de vigas decorativas de madera barnizada en el techo y a la espalda de Cienfuegos una ventanita que daba al estacionamiento de emergencias donde cientos de personas instalaban sus carpas para esperar atención médica de emergencia.

El Doctor Cienfuegos era un hombre entrado en años pero bien mantenido, vestía de cirujano y sus ropas estaban manchadas de sangre, tenía las manos esposadas apoyadas sobre la mesa, entrelazados los dedos a la altura del rostro.

- Ken, el desfile de modas es al lado…

Se asomó por la puerta y miró al oficial a cargo.

- ¿Es posible que se cambie de ropa?

- Doctor Cooper, el procedimiento es que se ponga el uniforme carcelario tras su entrevista.

- ¿Puede preguntarle a su jefe si es posible que se cambie de ropa? Dada la situación, considero que los resultados de la evaluación podrían afectarse en estas condiciones.

Los policías le creyeron pero Cienfuegos no, e hizo un gesto al respecto que pasó inadvertido por todos.

Al rato volvió el médico, vestía tan bien como Cooper.

- No lo esposen… necesita escribir.

- Le esposamos una mano entonces.

- No, no le esposen nada… necesita sus dos manos y ustedes están afuera, no es que vaya a escapar… convérsenlo con su superior por favor – los policías se fueron sin esposarlo – Empecemos.

Horas después permanecía parada en el mismo lugar, pero con Inés que miraba la pared ausente y movía escombros con el pie.

- Te va a salir caro, debe haber daño en toda la estructura, esta casa es re vieja, los terremotos dejan grietas en el hormigón, la lluvia corroe los fierros ¡Bam! Pared en el suelo, dale las gracias a Dios que no dañó a nadie.

- ¿Podría ser esto producto de una perforación?

- ¿Cómo?

- Que alguien intentó hacer una puerta.

- ¿Intentaste hacer una puerta?

- No, pero había algo raro, no me había dado cuenta.

- Seguro es de los tiempos antiguos – dijo abrazándola – pero claro, si se hizo una abertura en una zona crítica sin duda dañaría la resistencia de la estructura y ¡Bam!… puedes quedarte en mi casa el tiempo que necesites.

- No quiero molestar.

- No seas tonta, siempre eres bienvenida… los niños te extrañan… o puedes quedarte con alguna de las chiquillas, estarán felices de recibirte, siempre preguntan por ti… las tienes abandonadas.

- Me quedaré con mi novio.

- Ah, he allí el meollo del hoyo – le dijo haciéndola reír y moviéndola con cariño, recibió una llamada de uno de sus hijos, el menor tenía fiebre y debía irse - Voy a conseguirme unos viejos y arreglamos esta cuestión, no te quedes aquí, el resto de la estructura puede ceder y aplastarte.

- Gracias.

Sacó de debajo de la cama, de una tabla suelta una caja chica, revisó sus últimos ahorros e hizo una mueca.

Necesitaba dinero urgente.

Se fue al bar de Jaibo, quien surtía las estanterías con botellas de licor.

- Con Inés te ayudaremos en todo lo que necesites – dijo Jaibo - puedes trabajar aquí mientras tanto… no puedo pagarte fijo, pero tú sabes que las propinas son buenas.

- Sí, está bien, así no tengo que cumplir horario – los dos cerraron su acuerdo chocando las palmas.

Andrea sintió que la observaban, por la ventana vio a Raúl, quien la saludó con un gesto que ella fingió no ver y volvió la vista a su trabajo.

Ese tipo espantaba sus demonios.

Raúl tenía el mismo color de piel que ella, un café dorado que parecía bronceado, bastante especial y el mismo color de ojos, que en ocasiones se veía verdoso y en otras café. Era un hombre con edad para ser su padre, bastante atractivo.

Conversaba preocupado con unas personas que en un cuestionable apretón de manos intercambiaron droga por billetes.

Ella esperó a que se fueran esas personas y salió a increparlo, se detuvo cuando lo vio acercándose a un carro para hablarle a unos tipos que parecían llevar armas.

No dejó de caminar, solo dio la vuelta a la cuadra y prendió un cigarro apoyada contra una pared, esperó un momento y se devolvió, encontrándose de frente con Raúl, ella se alejó brusco, asustada.

- Te ves tan linda asustada – un flash - ¿Qué fue eso?

- Relámpagos.

- No, así no son los relámpagos.

- Da lo mismo…

Él intentó tocarle el labio y ella le pegó en la mano, él la miró con violencia, muy serio, corriéndose del humo que parecía seguirlo donde se parase.

- ¿No sabes lo mal que hace el tabaco? En especial a las mujeres, imagínate como sería tu vida sin útero o mamas.

- Ok – dijo con una mueca, alejándose rumbo al bar.

- No te sigo negrita – dijo siguiéndola – Siento esta necesidad por protegerte y tú no te comportas de una forma correcta, tienes que aprender a comportarte - Ella asintió burlesca mientras apagaba el cigarro para entrar al bar.

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