Lisa
Escuché los pasos de Akira y retomé mi postura.
—Lo siento, no quería interrumpirte. Puedes continuar, yo me quedaré afuera. No te molestes conmigo, por favor— Akira intentó acercarse a mi, pero me sentía tan asqueada que no quería que me tocara—. No me toques ahora, por favor— le pedí. Él se recostó de la pared y cruzó sus brazos.
—¿Realmente estás pensando que me molestaré contigo por eso?— preguntó seriamente.
—Prometí no interrumpir y lo hice por segunda vez.
—Quiero que te vayas a la casa, lisa. En primer lugar, yo no quería que estuvieras aquí, fue una imprudencia traerte. Eres muy necia y bajé la guardia contigo. No quiero que estés presenciando este tipo de cosas, ya he permitido que lo hagas muchas veces y no está bien.
—Pero mi hermana…
—Él va a hablar, haré que lo haga.
—No lo a hecho hasta ahora, ¿Aún guardas esperanzas de que lo haga?
—Yo sé lo que digo. Lo hará, preciosa. Te llevaré a la casa.
—No te preocupes, yo puedo llamar al chófer.
—No fue una pregunta, vamos— al caminar sentí una punzada en la barriga y me detuve.
—¿Estás bien?— preguntó Akira preocupado.
—Si, solo fue una punzada.
—¿Estás segura?
—Si, Akira. Son muy similares a las que sentía con Kaori, no te preocupes — me miró dudoso.
—Si te sientes mal, dímelo, lisa— no es nada grave como para preocuparlo. Es lo mismo que me dio con Kaori, solo me tomó de sorpresa. Él tiene asuntos que atender.
—Ya había sentido esto con Kaori, no te preocupes. Si me siento mal te lo diré — la punzada no la sentí mas. Tengo que ir a comer algo y descansar. No quiero seguir aquí. Akira me trajo a la casa.
—Regresaré pronto, descansa — me tiró un beso en el aire y siguió su camino.
—Bienvenida, mi señora— me dijo la empleada de la casa.
—Hola, ¿Cómo está Kaori?
—Muy bien, sé ha portado de maravilla como siempre, mi señora.
—¿Comió bien?— pregunté.
—Si, excelente.
—Cuanto me alegra, podría hacerme un caldo o algo parecido. Iré a ducharme— la empleada asintió con su cabeza. Necesitaba algo caliente en mi estómago. Me fui a duchar mientras tanto, necesito quitar ese olor de mi piel y borrar todos esos recuerdos desagradables para poder ver a Kaori.
Akira
—¿Qué sucedió con lisa?— preguntó Jefferson.
—Se sintió algo mal y la llevé a la casa. ¿Este pendejo no ha querido cooperar?
—No, Akira. Parece que estaba esperando por ti para hacerlo.
—Muy bien, padre. Ya que no quieres comerlo por tu cuenta, te ayudaré a que lo hagas. ¿Qué tal si lo rebanamos y te lo doy en pedazos? — cogí el machete y fui cortando—. Mr. Jefferson, ¿Crees que así sea suficiente?
—Si, eso se merece por violador y pedófilo. Viejos como este me repugnan. Yo mismo lo haré, Akira—Jefferson sujetó los pedazos del miembro, mientras que yo sujetaba su mandíbula.
—Vamos traga— Jefferson metió dos pedazos en su boca, pero vomitó.
—Oh, ¿Por qué vomitas? ¿Cómo puedes sentir asco de ti mismo? Con eso mismo violabas niños, ¿No es así? — reí—. ¿Aún no dirás dónde está la chica?
—No—dijo en un tono débil.
—Pasemos a la otra fase. ¿Cuál es tu peor miedo padre? — hizo silencio—. Supongo que no quieres decirme. Déjame adivinar. Jefferson, tráelos— Jefferson salió y volvió a entrar con dos de nuestros hombres y dos perros. Los ladridos tenían nervioso a mi padre—. Un pajarito me contó que odias a los perros. Me pregunto, que serían capaz de hacer dos perros hambrientos y rabiosos, al ver enfrente una deliciosa y apetitosa comida— tragó saliva y se veía visiblemente nervioso—. ¿Di en el clavo padre?— reí— Amarrénlos ahí, aún no se lo pueden comer. Vamos a servirles un poco de comida. ¿Qué parte debería picar primero?
—No te vas a salir con la tuya, no te diré nada por más que lo trates.
—¡Ya sé! Quiero tus dedos; esos dedos que usabas para supuestamente ayudarme a mi y a mis amiguitos, esos mismos que nos tocaban y nos abrían paso para que viniera cualquiera a abusar de nosotros; los mismos que usabas para matar a diestra y siniestra. ¿Contarás conmigo? — lo solté en el suelo y me senté sobre él— Aguántalo, Jefferson— le aguantó la mano firmemente y comencé a cortar lentamente dedo por dedo, mientras acercaba sus dedos a la cara. Mi padre se retorcía y gritaba del dolor, aun así no confesaba. Le puse un torniquete, luego de cortar los primeros dedos de la mano.
—Vamos al siguiente— hice el mismo procedimiento y conté dedo por dedo, hasta terminar. Coloqué el torniquete y aún así no confesó. Se podían escuchar sus gritos y los ladridos de los perros a la par. Le tiré uno de los dedos a los perros y se estaban peleando entre ellos para comérselo —. Así mismo te van a comer a tí— añadí. Los ojos de susto y sorpresa se reflejaban en su rostro y reí.
Lisa
—Sra. lisa, le traje su caldo— escuché la puerta de la habitación, mientras estaba saliendo del baño. Me cerré los botones de mi pijama y salí.
—Gracias, no sabes cuánto se le agradezco— sentí un dolor fuerte en mi barriga, que me hizo retorcerme.
—Señora, ¿Se encuentra bien?— sentí una sensación como si algo estuviera bajando de mi.
—¡Me duele!— caí al suelo de rodillas, mientras sujetaba mi barriga fuertemente. Una sensación horrible y unas punzadas sentía en mi vientre. No podía pensar claramente, no quería moverme por el dolor. ¿Qué es esto? Vi sangre en mi pijama y en el suelo, sentí mucho miedo al verla. Entré en pánico, mi único pensamiento fue mi bebé. La empleada salió del cuarto corriendo y trajo al chófer, quién me cargó en sus brazos y me llevó al auto. Mis manos estaban llenas de sangre y ese olor me estaba mareando demasiado. El dolor no cesaba, sentía que algo se estaba moviendo en mis entrañas, una sensación horrible.
Al llegar al hospital, el doctor me atendió rápidamente y decidió hacer unos exámenes y ver que estaba sucediendo. Me dio algo para el dolor y detener el sangrado, pero no podía sentir alivio.
—Doctor, ¿qué está pasando? ¿Qué pasa con mi bebé?— pregunté casi ida. El doctor se quedó en silencio por unos instantes. Mi cabeza estaba dando vueltas y una especie de calambre sentía en mis entrañas.
—Señora, le tengo malas noticias. Ha sufrido un aborto espontáneo.
—¿Qué?