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EL OSCURO DESIGNIO (62)

Habían transcurrido tres períodos de veinticuatro horas. Los muertos hablan sido enterrados en el mar, sus cuerpos envueltos en telas, parecidos a momias egipcias mientras eran deslizados por una de las aberturas. Mientras Jill permanecía en medio de la niebla iluminada por los proyectores contemplando desaparecer los cuerpos, uno por uno, a través del arco en la base de la pared, calculó el tiempo de su caída. No era insensibilidad lo que la movía a enfrascarse en el ejercicio mental. Era costumbre, y también un modo de levantar una barrera contra el horror de la muerte.

La muerte era algo real ahora; la esperanza de resurrección en este mundo había desaparecido. La muerte parecía ser más omnipresente que nunca, y siempre amenazadora en este lugar con sus fríos y húmedos vientos y sus oscuras y torbellineantes nubes. Sólo tenía que caminar unos pocos pasos entre la niebla, y se hallaría fuera del alcance de la vista y el oído de todos los seres vivientes y sus esfuerzos. Ni siquiera podía ver sus pies ni el metal sobre el que se apoyaban.

Si se inclinaba en una abertura y sacaba su cabeza fuera, ni siquiera podía oír el frío y mortal mar estrellándose contra la Torre. Estaba demasiado lejos. Todo estaba demasiado lejos, incluso aunque estuviese tan sólo a unos pocos metros de distancia.

Era realmente un lugar desolado. Se sentiría feliz cuando lo abandonaran.

Hasta este momento, Piscator no había regresado. Cada vez tenía menos esperanzas de que lo hiciera. Bajo ninguna circunstancia hubiera estado tanto tiempo voluntariamente en la Torre. O bien estaba muerto, o gravemente herido, o prisionero. En cualquier caso, los de fuera no podían hacer nada por él, y la propuesta espera de siete días parecía ahora demasiado larga. Por ello, Jill había anunciado a la tripulación que la aeronave despegaría al término de un período de cinco días.

Recibieron la noticia con evidente alivio. Como ella, sus nervios estaban tensos al máximo, a punto de saltar. Debido a ello, se había visto obligada a cambiar los turnos de guardia de cuatro horas junto al domo por otros de dos horas. Algunos de los guardias empezaban a sufrir alucinaciones, veían formas fantasmales entre la niebla, oían voces procedentes del corredor. Un hombre había disparado incluso contra lo que creyó que era una enorme forma corriendo hacia él desde la niebla.

La primera búsqueda en la nave no había hallado ni bombas ni transmisores. Temiendo que la tripulación no hubiera cubierto cada centímetro cuadrado, y deseando también mantener a los hombres ocupados, ordenó otra búsqueda. Esta se extendió también a la superficie exterior del dirigible. Los hombres subieron al lomo del aparato y recorrieron toda la pasarela, paseando sus lámparas por los dos costados. Otros barrieron con sus luces todo el exterior de las estructuras de cola.

No fue localizada ninguna bomba.

Jill no se sintió aliviada. Si Thorn había planeado desde un principio ocultar explosivos, podía había situado alguno en el interior de una cámara de gas. Si lo había hecho, les había ganado la mano, puesto que no había ninguna forma de penetra en las cámaras sin vaciar antes el irremplazable hidrógeno. Era cierto que para ccionarias necesitaba un transmisor, pero se trataba de un objeto pequeño. Podía incluso ser camuflado como alguna otra cosa.

Este pensamiento la llevó a una tercera búsqueda en la cual todos los mecanismos pequeños o artefactos eléctricos a bordo fueron inspeccionados para asegurarse de que eran realmente lo que pretendían ser. Todos eran lo que se suponía que eran, pero la idea de que podía existir un transmisor camuflado como alguna otra cosa contribuyó al nerviosismo general.

Naturalmente, mientras Thorn fuera mantenido dentro de la enfermería, no podía tener a mano ningún transmisor oculto. Se había colocado una cerradura en la puerta de la enfermería, y siempre había dos guardias en el interior y dos en el exterior.

Jill habló con Cyrano respecto a otro problema.

Sam se va a poner tremendamente furioso cuando oiga que no va a poder hacer nada ni siquiera si llega hasta aquí. No hay forma de alcanzar la cima de la Torre desde la superficie del mar. Y aunque lograra lo imposible, seguiría sin poder hacer nada para poder entrar. Es posible que uno o más de los miembros de su tripulación sean capaces de entrar en la Torre, si consiguen llegar hasta aquí arriba. Pero aún entonces, ¿qué garantía tenemos de que no les ocurrirá lo mismo que pueda haberle ocurrido a Piscator?

Sea lo que sea dijo Cyrano tétricamente. Se sentía casi tan encariñado con el japonés como con Firebrass.

¿Te habló también Firebrass del láser oculto en el Mark Twain? Cyrano pareció volver a la vida.

¡Ajá! ¡Qué estúpido soy! ¡El láser! Si, Firebrass me habló de él, por supuesto. ¿Por qué habría de decírtelo a ti y no a mí? ¡Le hubiera obligado a besar a un cerdo bajo la cola si hubiera procedido así!.

Bueno, es posible que este metal resista incluso a un rayo láser. Pero no lo sabremos hasta que no lo intentemos, ¿verdad?

El francés se hundió de nuevo rápidamente en su depresión.

¿Pero qué piensas hacer con respecto al combustible? No podemos volar hasta el barco de Clemens, tomar el láser, volver hasta aquí, y luego regresar a Parolando o al barco. No tenemos suficiente combustible para todo esto.

Tomaremos el láser de Sam y luego iremos a Parolando repostar, y después regresaremos aquí.

Eso representa mucho tiempo. Pero es lo único que podemos hacer. Sin embargo,

¿qué pasará si ese cabeza dura de Clemens no nos permite usar el láser?

No sé cómo pueda negarse dijo Jill lentamente. Es la única forma que tenemos para entrar en la Torre.

Oh, si, cierto. Pero con esto estás diciendo que la lógica y Clemens van de acuerdo. Clemens es humano, lo cual significa que no es en absoluto lógico. En fin, ya veremos.

Jill estaba tan exaltada con esta idea que ya no veía ninguna razón para seguir esperando más a Piscator. Si estaba herido o había sido hecho prisionero por algún artilugio mecánico o por seres vivos, no iban a poder liberarlo sin el láser. Pero primero, pensó, Thorn tenía que ser interrogado. Tras ordenar a Coppename que aguardara hasta que ella volviera, se dirigió a la enfermería con Cyrano. Thorn estaba sentado en la cama. Su pierna derecha estaba atada con un grillete, unido por medio de una cadena a la propia cama.

No dijo nada cuando entraron, y Jill permaneció silenciosa también por un momento, mientras lo estudiaba. Su firme mandíbula estaba encajada; su mentón, más agresivo; sus ojos azul profundo entrecerrados. Parecía tan testarudo como el propio Lucifer.

¿Vas a decirnos exactamente todo lo ocurrido? dijo Jill. Thorn no respondió.

Jill se había asegurado que nadie le dijera nada acerca del desastre del helicóptero hasta que ella hablara con él.

Sabemos que tú hiciste estallar esa bomba. Mataste a Firebrass y a Obrenova, a todos los que iban en el helicóptero.

Los ojos de Thorn se abrieron del todo, pero su expresión no cambió. ¿O había una ligera sonrisa en la comisura de sus labios?

Eres culpable de asesinato con premeditación. Puedo hacerte fusilar, y es probable que lo haga. A menos que me lo cuentes todo.

Aguardó. Él sostuvo firmemente su mirada.

Sabemos lo de las pequeñas esferas en los cerebros de Firebrass y Obrenova.

Aquello pareció alcanzarle, golpear algo sensible dentro de él. Su piel palideció, e hizo una mueca.

¿Hay también una esfera en tu cerebro? Gruñó, y dijo:

Fui sometido a la prueba de los rayos X. ¿Crees que Firebrass me hubiera aceptado a bordo si hubiera habido alguna?

No lo sé dijo Jill. Aceptó a Obrenova. ¿Por qué hubiera debido aceptar a Obrenova y no a ti?

Thorn se limitó a agitar la cabeza.

Mira. Si es necesario, ordenaré a Graves que te levante la tapa de los sesos y le eche una mirada a tu cerebro.

Será una pérdida de tiempo dijo él. No tengo ninguna de esas cosas en mi interior.

Creo que estás mintiendo. ¿Cuál es la finalidad de esa esfera? Silencio.

Tú lo sabes, ¿verdad?

¿Adónde te dirigías cuando robaste el helicóptero? intervino Cyrano. Thorn se mordió el labio y luego dijo:

Supongo que no habréis podido entrar en la Torre.

Jill vaciló. ¿Debía decirle lo de Piscator? ¿Le daría esto a él alguna clase de ventaja? No podía imaginar cuál podía ser, pero tampoco era capaz de localizar el emplazamiento de ninguna pieza de aquel rompecabezas.

Un hombre entró dijo.

Thorn se estremeció, y se volvió aún más pálido.

¿Uno? ¿Quién era?

Te lo diré si tú me cuentas todo lo demás.

Thorn inspiró profundamente, y luego dejó escapar el aire con lentitud.

No diré nada más hasta que estemos en el Mark Twain. Hablaré con Sam Clemens. Hasta entonces, ni una palabra. Podéis abrirme el cráneo si queréis. Pero será algo cruel, que puede matarme, y totalmente innecesario.

Jill hizo una seña a Cyrano para que fuera con ella a la habitación contigua. Cuando estuvieron fuera del alcance de Thorn, dijo:

¿Hay algún aparato de rayos X a bordo del Mark Twain? Cyrano se alzó de hombros.

No lo recuerdo dijo. Pero podremos saberlo apenas estemos en contacto por radio con el barco.

Regresaron a los pies de la cama de Thorn. Él los miró fijamente durante un minuto. Obviamente, en su interior se desarrollaba una lucha. Finalmente, como si se odiara a sí mismo por tener que hacer la pregunta, dijo:

¿Ha regresado el hombre que pudo entrar?

¿Es eso muy importante para ti?

Pareció como si Thorn fuera a decir algo. Finalmente, sólo sonrió.

Muy bien dijo Jill Vamos a reunirnos con el barco. Hablaré contigo cuando lleguemos allí, a menos que antes cambies de opinión.

Las comprobaciones del equipo de la nave duraron una hora. Las cuerdas fueron soltadas y metidas en el dirigible. Los guardias y los que sujetaban las cuerdas subieron a bordo. Con Cyrano en el asiento del piloto, el Parseval se elevó, sus propulsores girados hacia arriba para darle un impulso ascendente adicional. Fue arrojada una cierta cantidad de lastre de agua para compensar la pérdida del hidrógeno. Las corrientes ascendentes que rodeaban la Torre elevaron la nave más de lo deseado, de modo que Cyrano tuvo que hacer descender de nuevo el dirigible antes de orientarlo hacia el gran agujero por el que habían entrado.

Jill permanecía junto al parabrisas, mirando fijamente la niebla.

Hasta pronto, Piscator murmuró. Volveremos.

El viento impulsó la nave a través del orificio, escupiéndola fuera, como dijo Cyrano, como si fuera un trozo de comida escupido por la boca de un gigante. O, añadió, como si fueran un niño ansioso por nacer, arrojado del seno de una madre deseosa de librarse de su carga de nueve meses.

A veces, el francés se pasaba con sus metáforas y comparaciones.

El aire limpio y el brillante sol y la verde vegetación les hicieron sentir deseos de ponerse a cantar. Cyrano, sonriendo, dijo:

¡Si no estuviera de servicio, me pondría a bailar! No siento el menor deseo de regresar a ese tétrico lugar.

Aukuso había empezado a transmitir llamadas al barco tan pronto como hubieron ganado altura. Sin embargo, pasó una hora antes de que informara que había entrado en contacto con el Mark Twain.

Jill empezó a informar de lo ocurrido a Sam Clemens, pero fue interrumpida por una furiosa descripción del traidor ataque de Greystock. Quedó anonadada, pero empezó a impacientarse ante la excesivamente larga y detallada narración de Sam. Su barco no había resultado seriamente dañado; lo que ella tenía que decir era mucho más importante.

Finalmente, él se tranquilizó.

Ya he descargado la mayor parte de mi bilis, por el momento al menos. Pero, ¿por qué está hablándome usted? ¿Dónde está Firebrass?

No me ha dado la oportunidad de decir dos palabras seguidas dijo ella. Y le describió con detalle los acontecimientos desde el momento en que la aeronave había penetrado por el agujero en la montaña.

Ahora fue el turno de Sam de sentirse anonadado. Sin embargo, excepto algunas explosivas maldiciones, no hizo ningún comentario hasta que ella hubo terminado.

¿Así que Firebrass está muerto, y usted cree que era uno de Ellos? Quizá no lo fuera; Jill. ¿No se le ha ocurrido pensar que esa esfera negra pudo haber sido implantada en un pequeño número de nosotros con finalidades científicas? ¿Que quizá tan sólo uno de cada mil o diez mil la lleva? No sé qué finalidad podría ser. Quizá transmitir ondas cerebrales que Ellos puedan grabar para utilizarlas en algún tipo de experimento científico. O podría ser utilizada por Ellos para mantener un control sobre ciertos sujetos preseleccionados.

No había pensado en eso dijo ella. Me gustaría pensar que tiene usted razón, porque odio imaginar que Firebrass pudiera ser uno de Ellos.

Yo también. Sin embargo, lo más importante ahora es el que una expedición desde el suelo es inútil. Construí esos dos barcos para nada. Bueno, no realmente para nada. Hay que decir algo acerca de la vida a bordo. Permite lujos que uno no puede conseguir en ningún otro lugar... excepto en el Rex, por supuesto, y es la forma más rápida de viajar,

aunque realmente ya no tenemos ningún sitio definido donde ir. Pero no he olvidado al

Rey Juan. Voy a atraparle y hacerle pagar todo lo que me ha hecho.

Se equivoca usted en una cosa, Sam dijo Jill. Creo que podemos entrar en la Torre. Todo lo que necesitamos es el láser.

Pareció como si Sam se atragantara.

¿Quiere decir que... que Firebrass se lo contó? ¡Por qué, ese idiota, ingrato, sin principios... oh! ¡Le advertí que no dijera una palabra a nadie! ¡Él sabía lo importante que era mantenerlo en secreto! Ahora todo el mundo en la timonera lo sabe. Han oído cada palabra que ha dicho usted. Tendré que hacerles jurar que no lo revelarán a nadie, ¿y qué seguridad tengo de que no va a escapárseles? ¡Si Firebrass estuviera aquí, lo estrangularía con una mano y le metería mi cigarro por el culo con la otra!

Se tranquilizó un poco.

Al menos, hubiera podido aguardar a estar aquí para decírmelo. ¡Por lo que sé, los radioescuchas de Juan han estado interceptándonos durante años! ¡Pueden haber imaginado como funcionan nuestros interferidores y haber captado todas nuestras palabras, complacidos como cerdos que acaban de descubrir un montón fresco de mierda de vaca!

Lo siento dijo Jill. Pero era necesario mencionarlo. Tenemos que hacer los arreglos necesarios para tomar el láser o tomar tierra. Necesito el láser. Es el único medio que tenemos de penetrar en la Torre. Sin él, todo nuestro trabajo, la muerte de varias personas habrá sido en vano.

Y yo necesito cortar a rodajas a Juan y a su barco. Es mi arma secreta, doblemente garantizada para conseguir una rápida victoria.

Intentando dominar la irritación en su voz, Jill dijo:

Piense en ello, Sam. ¿Qué es más importante, vengarse del Rey Juan o resolver el problema de este mundo, descubriendo por qué estamos aquí y quién lo hizo?

»Además, no hay ninguna razón por la que no pueda conseguir ambas cosas. Le devolveremos el láser una vez lo hayamos usado.

¡Como si quieren irse al infierno y volver! ¿Quién me asegura que van a regresar? La próxima vez pueden ser atrapados por esa gente. Pueden estar aguardando dentro, divertidos como ratones tras una pared riéndose del gato, si no consiguen llegar hasta ellos. Pero cuando empiecen ustedes a cortar con ese láser, ¿cree que van a quedarse simplemente sentados en sus sillas y dejar que lleguen hasta ellos?

»Los atraparán, del mismo modo que hicieron con Piscator. ¿Y entonces qué? Además, por lo que sabemos, el metal de la Torre puede ser resistente incluso a un rayo láser.

Cierto. Pero debemos intentarlo. Es la única forma en que podemos conseguir entrar.

¡De acuerdo, de acuerdo! Tiene usted la lógica y el derecho de su parte, si esto sirve para ganar en una discusión. Además, soy un hombre razonable. ¡Tiene usted el láser!

»Pero, y este es un gran pero, como le dijo la reina de España a Dan Sickles: ¡primero tiene que encargarse por mí del Podrido Juan!

No entiendo lo que quiere decir.

Quiero decir que deseo que efectúe una incursión sobre el Rex. Envíe a un grupo en el helicóptero por la noche y atrape a Juan. Prefiero tenerlo ante mí vivo, pero si no puede atraparlo con vida, ¡mátelo!

¡Esto es estúpido e inmoral! dijo Jill. Podemos perder el helicóptero y todo el grupo incursor en una aventura inútil y vanagloriosa. Aún sin contar las vidas, no podemos permitirnos correr el riesgo de perder el helicóptero. Es el único que tenemos.

Sam había estado respirando pesadamente, pero aguardó hasta que recobró el aliento. Habló suavemente, fríamente.

Es usted quien se está mostrando estúpida ahora. Si Juan es quitado de la circulación, no tendré ninguna razón de enfrentar mi barco con el Rex. Piense en las vidas

que serán salvadas. Por lo que sé, su segundo de a bordo puede hacerse cargo del barco y yo le desearé buena suerte. Todo lo que deseo es que Juan no escape después de todos los crímenes que ha cometido y siga enorgulleciéndose de conservar ese hermoso barco por el que trabajé y sudé y comploté y sufrí agonías de muerte. ¡Sin olvidar que él intentó hundir este barco también!

»Quiero ver a ese miserable de pie ante mí y poder decirle exactamente a la cara lo que es. Eso es todo. Prometo que no voy a matarlo ni a maltratarlo, si es eso lo que la preocupa. ¡Rayos y truenos! ¿Por qué debería hacerlo?

»Y cuando le haya dicho todo lo que pienso de él, la más gloriosa avalancha verbal que haya recibido nadie desde el alba de los tiempos, algo que convertirá a Jeremías en un tímido, entonces lo depositaré en la orilla y me marcharé con el barco a toda prisa. Por supuesto, es posible que decida depositarlo entre caníbales o esclavistas de cilindros.

»Se lo prometo, Jill.

¿Y si tenemos que matarlo?

Entonces deberé superar mi decepción.

Pero no puedo ordenar a mis hombres que se arriesguen en una misión tan peligrosa.

Ni pido que lo haga. Simplemente solicite voluntarios. Si no puede conseguir los suficientes, lástima. No podrá tener el láser. Sin embargo, no anticipemos penuria de héroes. Si conozco alguna cosa, Jill, es la naturaleza humana.

¡Yo me sentiré muy honrado alistándome, Sam! gritó Cyrano.

¿Eres tú, Cyrano? Bien, tengo que admitir que tú no has sido uno de mis amigos preferidos. Pero si vas, te deseo buena suerte. De todo corazón.

Jill se sintió tan sorprendida que por un momento no fue capaz de hablar.

Ese era el hombre que no hacía mucho había dicho que consideraba a Marte, el dios de la guerra, como la más estúpida de las deidades.

Cuando recuperó la voz, dijo:

¿Por qué haces esto, Cyrano?

¿Por qué? ¿Acaso olvidas que yo también estaba en el No Se Alquila cuando Juan y sus piratas se apoderaron de él? Casi estuvieron a punto de matarme. Quiero tomarme mi venganza, ver la expresión de su rostro cuando se dé cuenta de que el atrapado se convierte en atrapador, de que el pirata es pirateado.

Esto no es ninguna guerra, enorme e impersonal, iniciada por codiciosos imbéciles locos de gloria a quienes no les importa cuántos miles de hombres resultarán masacrados, mutilados, enloquecidos, muertos de frío, de hambre, de enfermedades; cuántos niños y mujeres morirán; cuántas mujeres serán violadas o dejadas sin maridos o hijos.

»No, esto es algo personal. Conozco al hombre contra quien voy a luchar en esta pequeña y completamente justificada guerra. Y así piensa también Clemens, que aborrece la guerra tanto como yo.

Jill no discutió con él. En aquel momento, le daba la impresión de ser un niño pequeño. Un niño retardado. Todavía deseaba jugar a la guerra, pese a haber visto sus miserias y sus horrores.

No podía hacer nada excepto aceptar la propuesta de Sam. No tenía por qué obedecerle, puesto que él no tenía forma alguna de hacer cumplir sus órdenes. Pero si quería el láser, y realmente lo quería, no le quedaba más remedio que efectuar la incursión.

Su última esperanza de que no se presentaran los suficientes voluntarios murió apenas hizo la primera llamada. Había suficiente gente como para llenar tres helicópteros si hubieran estado disponibles.

Quizá, pensó, se habían sentido tan frustrados en la Torre que deseaban una acción violenta contra un enemigo al que pudieran ver, contra el que pudieran luchar. Pero realmente no lo creía.

Clemens tenía razón. Conocía la naturaleza humana. La naturaleza humana masculina, al menos. No, no era justo. La naturaleza de algunos hombres.

Siguió una hora de discusiones. Durante ellas, Cyrano dijo que conocía perfectamente la disposición interior del Rex. Clemens cortó finalmente la comunicación, no sin antes asegurarse de que le serían comunicados los resultados de la incursión tan pronto como regresase el helicóptero.

Si regresa dijo Jill.

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