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El otro ministro

1 semana Después

Era cerca de medianoche y el Primer Ministro estaba sentado solo en su oficina, leyendo un memorando largo que resbalaba por su cerebro sin dejar el más mínimo rastro de significado. Estaba esperando una llamada del Presidente de un país lejano, trataba de suprimir recuerdos desagradables de lo que había sido una semana muy difícil.

Cuanto más trataba de concentrarse en la página que tenía ante él, mas claramente veía la cara burlona de uno de sus oponentes políticos.

Este oponente había aparecido en las noticias ese mismo día, no sólo para enumerar todas las cosas terribles que habían ocurrido la semana pasada, sino también para explicar el por qué cada una de ellas era culpa del Gobierno.

¿Cómo diablos se suponía que su gobierno iba a parar el colapso de ese puente?, El puente tenia menos de diez años, y los mejores expertos estuvieron desconcertados al tratar de explicar porqué se partió claramente en dos. ¿Y cómo se atreve alguien a sugerir que fue falta de policías lo que condujo a esos asesinatos horripilantes y fuga de prisioneros? ¿O que el gobierno debió haber previsto de alguna forma el huracán tan absurdo que golpeó al oeste del país, y causó tanto daño a la gente y a sus propiedades? ¿Y era su culpa que uno de sus subordinados, Herbert Chorley, haya elegido esta semana para actuar tan peculiarmente que ahora iba pasar mucho más tiempo con su familia?

Fue entonces, cuando estaba de espaldas a la habitación, que oyó una tos suave detrás de él.

-¿Hola?- dijo, tratando de sonar más valiente de lo que se sentía.

-Al Primer Ministro de los Muggles. Nos reunimos urgentemente. Sea tan amable de responder de inmediato. Sinceramente, Fudge.

- Ehh.. - dijo el Primer Ministro - Escuche... No es un buen momento para mí... Estoy esperando una llamada telefónica, como verá... del Presidente.

-Eso puede arreglarse –dijo el retrato de inmediato.

-Nos encargaremos que el Presidente se olvide de llamar. Sin embargo, lo llamará mañana a la noche.

-Yo... eh... muy bien- dijo el Primer Ministro débilmente -Si, veré a Fudge.

De la chimenea salio Fudge.

-Ah... Primer Ministro, -dijo Cornelius Fudge, -Es un placer verlo de nuevo.

-¿En que puedo ayudarlo? –dijo, estrechando muy brevemente la mano de

Fudge y yendo hacia la mas dura de las sillas delante del escritorio.

-Es difícil saber por donde empezar, -dijo Fudge. Qué semana... qué semana...

-También tuvo una muy mala, ¿verdad? –preguntó el Primer Ministro

-Si, por supuesto -dijo Fudge, –Tuve la misma semana que usted tuvo, Primer Ministro. El puente Brockdale... Los asesinatos... sin mencionar la conmoción en el oeste del país.

-Usted... ehh... su... Lo que quiero decir, su gente estuvo…. Estuvo involucrada en esas….en esas cosas…. ¿No es cierto?

-Claro que estuvo involucrada- dijo- Fudge

-¿En la fuga de prisioneros también? el primer ministro

-No en eso no tenemos nada que ver respondio Fudge

El puente Brockdale no colapsó. Lo que pasó al oeste del país no fue un huracán realmente.

Esos asesinatos no fueron cometidos por Muggles. Su asistente fue maldecido, estamos haciendo arreglos para que lo trasfieran al Hospital San Mungo de Heridas y Lesiones Mágicas. El traslado será realizado está noche.

-¿Qué es lo que…? Me temo... ¿Qué? – protestó el Primer Ministro.

-Primer Ministro, siento mucho tener que decirle que ha vuelto. El Innombrable ha vuelto.

El punto es que estamos en guerra, Primer Ministro, y hay que tomar medidas.

-¿En guerra?–repitió nerviosamente el Primer Ministro

-El Innombrable ha reunido seguidores y han estado creando problemas.

El puente Brockdale… él lo hizo, Primer Ministro, amenazó con hacer una matanza masiva de Muggles a menos que yo me pusiera de su lado y....

-¡Cielo Santo! Entonces es su culpa que murieran esas personas y yo voy a tener que responder preguntas acerca de soportes y uniones oxidadas y qué sé yo qué más! –dijo el Primer Ministro furiosamente.

-¡¿Mi culpa?! –Dijo Fudge poniéndose colorado- ¿Me esta diciendo que debería de haber aceptado semejante chantaje?

-Quizás no –dijo el Primer Ministro ¡Pero hubiera puesto todos mis esfuerzos en atrapar al chantajista antes de que cometiera semejante atrocidad!

-¿Realmente piensa que no estaba haciendo ningún esfuerzo?-Fudge

Cada Auror del Ministerio estaba... y está... tratando de encontrarlo y atrapar a sus seguidores.

-Entonces supongo que me va a decir también que fue él quien causó el huracán en el oeste del país ¿Verdad?-dijo el Primer Ministro.

-Eso no fue un huracán –dijo Fudge, fueron los Mortífagos; los seguidores del Innombrable. Y... y sospechamos que han incluido algún gigante.

Tambien de nuestro lado hemos perdido númerosos magos, como Vance, Sturgis….. probablemente no oyó acerca de ese…

- ¡Oh, si escuche! –Dijo el Primer Ministro- De hecho, sucedió aquí a la vuelta. Los periódicos tuvieron un portentoso día con eso.

-Y como si fuera poco –dijo Fudge, tenemos Dementores por todo el lugar, atacando gente a la derecha, a la izquierda y centro...

-Pensé que los Dementores cuidaban a los prisioneros de Azkaban –dijo cautelosamente.

-Lo hacían –dijo Fudge débilmente- Pero ya no. Abandonaron la prisión y se unieron al Innombrable.

-Pero –dijo el Primer Ministro, ¿No me había dicho que eran las criaturas que sorbían la esperanza y la alegría de las personas?

-Eso es correcto. Y están aspirando. Eso es lo que causa toda esta niebla.

-¿No ve, Fudge? ¡Es su responsabilidad como Ministro de Magia!

-Mi querido Primer Ministro, ¿Realmente piensa que todavía sigo siendo

Ministro de Magia después de esto? ¡Fui despedido hace tres días!, Toda la comunidad Mágica ha estado reclamando por mi renuncia durante una quincena.

¡Nunca los vi tan unidos en todo mi mandato! –dijo Fudge

-Lo siento mucho –dijo finalmente- Si hay algo que puedo hacer...

-Es muy amable de su parte, Primer Ministro, pero no. Fui enviado aquí está noche para ponerlo al día de los eventos recientes y para presentarle a mi sucesor.

Fudge miró el retrato viendo que Fudge lo miraba, el retrato dijo,

-Estará aquí en un momento, está terminando una carta para Dumbledore.

-Le deseo suerte –dijo Fudge, con voz amarga por primera vez-

-Al Primer Ministro de los muggles. Se requiere una reunión. Urgente. Sea tan amable de responder de inmediato. Amelia Bones, Ministra de la Magia.

-Si, si, está bien –dijo el Primer Ministro las llamas se tornaron verde.

Fudge se paró y el Primer Ministro hizo lo mismo luego de un momento de vacilación, mirando al recién llegado.

-¿Cómo está usted? –dijo el Primer Ministro.

-¿Fudge le dijo todo? –preguntó caminando hacia la puerta y golpeando la cerradura con su varita. El Primer Ministro oyó la traba.

-Eh... si –dijo el Primer Ministro

Primero que nada, tenemos que discutir su seguridad.

El Primer Ministro se irguió y replicó:

- Estoy perfectamente bien con la seguridad que tengo, muchas...

-Bueno, pero nosotros no -le cortó Bones– Seria un peligro para los Muggles si su Primer Ministro cae bajo el maleficio Imperius.

-¡No voy a deshacerme de Kingsley Shacklebolt, si eso es lo que está sugiriendo! –Dijo el Primer Ministro, Es altamente eficiente, hace el doble de trabajo que el resto...

-Eso porque es un mago –dijo Bones, sin un atisbo de sonrisa –Un Auror altamente entrenado, que le ha sido asignado para su protección.

-¡No, espere un momento! – Declaró el Primer Ministro- No pueden poner gente en mi oficina, yo decido quien trabaja para mí.....

-Pensé que estaba contento con Shacklebolt –dijo Bones fríamente.

-Lo estoy… es decir… lo estaba.

-Entonces no hay problema, ¿o sí? -dijo Bones

-Bueno, eso es todo lo que tenía para decir. Lo mantendré informado de algún avance, Primer Ministro, o por lo menos si estoy muy ocupado para venir personalmente, le enviaré a Fudge. Ha accedido a quedarse como consejero.

-¡Pero por todos los cielos… ¡son magos! ¡Pueden hacer magia!

¡Seguramente pueden conjurar... bueno... ¡cualquier cosa!

Bones se volvió lentamente e intercambió una mirada de incredulidad con Fudge, quien pudo manejar su sonrisa esta vez al tiempo que decía amablemente:

-El problema es que el otro lado también puede hacer magia, Primer

Ministro.

Y con eso, los dos magos caminaron uno detrás del otro hacia las llamas verdes brillantes y desaparecieron.

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