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Capítulo 66: Sólo lo haré por ti, Chelita (2)

- Sólo tú podrías ver la diferencia, eres la única que soporta su carácter - respondió él.

El joven Miguel le lanzó una mirada asesina a su primo, esto hizo reír a la joven Marcela, mientras que el joven Mateo deseaba que se lo tragará la tierra...

Miguel sonrió ampliamente, guardó la fotografía en el portafolio y se dirigió a su auto, se subió al asiento del conductor y puso el portafolio en el asiento del pasajero delantero, mirando a través del espejo retrovisor, pudo ver que Marta se había dormido, sonrió mientras pensaba: "No te preocupes, jamás te dejaré sola de nuevo, pero no puedes enterarte aún, no hasta que te ponga a salvo" El auto avanzó lentamente, para después aumentar su velocidad y perderse entre el tráfico de la ciudad.

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Carol y Lorena salieron de la casa de Viviana Herrera, llevaban sonrisas radiantes en sus caras, iban hablando de su excelente actuación.

- Fue bastante sencillo, pensé que esa mujer iba a ser insensible - dijo Carol.

- Te dije que lo haríamos bien, a decir verdad Vanesa tenía razón, la Señora Viviana es de corazón blando.

- ¿Vanesa?

- La hermana menor de la Señora Viviana, ella es una amiga casi cercana desde hace algún tiempo...

- Oh, ya veo, eres bastante calculadora, como mi hermano.

Al escuchar la mención de Manuel, las mejillas de Lorena se pintaron de rosado y sus ojos tomaron un brillo soñador.

Carol miró a Lorena con una sonrisa burlona, iba a decir algo cuando de repente...

'Crack'

Se escuchó un crujido por detrás de ellas, iban por un sendero junto a unos árboles, por lo que la presencia de otra persona era fácil de sentir.

Lorena aminoró su paso y miró discretemente a través del reflejo de su reloj, pudo ver alguien cubierto con una capa púrpura siguiendolas, pudo ver también el brillo de una navaja en la mano de esa persona. Los ojos de Lorena se volvieron frios, decidida tomó a Carol del brazo y le dijo:

- ¡Corre!

Ambas empezaron a correr mientras la persona encapuchada las seguía de cerca, tomaron un giro en una esquina y lograron poner algo de distancia entre ellas y el desconocido, no conformes con eso corrieron aún más rápido, sintiendo que sus corazones prácticamente palpitaban en sus oídos...

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Miguel llevó a Marta a su casa, la cargo en sus brazos y la puso sobre un sofá color cobalto, busco el botiquín de primeros auxilios y se sentó junto a Marta para desinfectar su herida, tomó una gasa mojada en alcohol y la puso suavemente en la herida.

- ¡Eso arde! - se quejó Marta frunciendo el ceño.

- Te dolería menos si te quedarás quieta.

Marta simplemente refunfuño entre dientes mientras apoyaba su cabeza en un mullido cojín. Sin nada más que hacer, paseó su mirada por el lugar, era un apartamento en una casa de dos pisos con garaje, era un poco más grande que el suyo, las paredes estaban pintadas de un azul pastel y de blanco, se podía ver que detrás de la sala había un comedor de madera de roble barnizado, el techo tenía lámparas colgando y había una ventana francesa que daba a la carretera, se sentía un aire acogedor.

- ¿Es tuya?

- ¿Mmm?

- El apartamento, ¿es tuyo?

- No, toda la casa es mía, alquilé el segundo piso a un amigo de la universidad.

- Ya veo, por eso no hay escaleras desde adentro.

- Las había cuando compre la casa, tuve que remodelarla porque si la hubiera dejado así, habría demasiado espacio que yo no usaría, una casa de dos pisos para una sola persona es demasiado fría.

- Lo entiendo, ¿donde vive tu madre?

- Al este, en la avenida Long Dragon sobre la calle Memorial Sanders. Al otro lado de la ciudad.

- ¿Y a qué se dedica?

- Es la dueña de una cadena de restaurantes Gourmet en el país, Snowy Paradise.

- ¿De verdad es la dueña de Snowy Paradise?

- Si, ¿por qué?

- Adoro ese restaurante, el sabor de su comida es único.

- Eso creo... Ya está - dijo Miguel después de poner gasa y esparadrapo en la herida para que no volviera a sangrar.

- No podrás mojarla por veinticuatro horas, hasta que se cierre, ¿entiendes?

- Entiendo, muchas gracias por ayudarme...

- Si hubieras sido otra persona, sólo te habría enviado al hospital más cercano...

- ¿Entonces por qué...?

- Sólo lo hago por ti, Chelita - respondió Miguel con mucha dulzura en sus ojos.

Marta lo miró sorprendida, de repente sintió un calor indescriptible formarse en su corazón, de repente sus ojos se llenaron de un extraño brillo de calidez, una calidez que hacía siete años que no se manifestaba en ella, se sintió de repente muy liviana, como si una roca que pesaba cien kilos fuera hecha a un lado y la dejaba por fin respirar otra vez, sintió como el leve aleteo de las mariposas se formaba en su estómago.

Miguel la miraba fijamente, sus ojos fijos en los de ella, sentía una emoción indescriptible al ver esa mirada brillante de ella, sin poder evitarlo acarició cariñosamente la cabeza de ella con su mano, sintiendo un hormigueo al tocar su suave y delicada piel...

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