Su voz era igual de reconfortante que el agua caliente, pero para An Xiaxia esas palabras eran como tirar una piedra a un lago, removiendo todo. Quedó estupefacta. ¿Le estaba diciendo que... seguía enamorado de ella? ¿Cómo podría ser posible...? Cuando terminó con él, fue egoísta y caprichosa. Se había ido sin mirar atrás sin importar lo mucho que le rogara. Si ella fuera Sheng Yize, pensaría que es aberrante.
—Je, no sigas bromeando —la garganta se le había secado mucho.
—Lo digo en serio.
Ella no sabía qué decir.
—Se te da muy bien pisotear los sentimientos de otros —sonrió como burlándose de sí mismo—. ¿Acaso no soy el esposo ideal para ti? No tienes ninguna razón para rechazarme.
—¡No encajamos bien! —le dio la misma excusa de nuevo. Con el fin de hacer que se rindiera para siempre, utilizó su movimiento mortal—. ¡Ya hay alguien que me gusta!
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