—¿Estás bien? —preguntó An Xiaxia con una voz diminuta, muerta de miedo.
Qi Yanxi la envolvió con sus brazos y frotó su cabeza en su hombro como un cachorro. Había muchas lágrimas.
—Jum... No llores, Qi Yanxi —estaba nerviosa—. ¡Ven conmigo arriba! ¡Te daré algo rico!
No podía dejarlo quedarse ahí, bloqueando la entrada al café.
Qi Yanxi la siguió arriba obedientemente y se sentó en el sofá.
—¿Dónde estás? Xiaxia, te necesito aquí... —gritó con su voz de borracho.
Ella le sirvió un vaso con agua e intentó que lo bebiera. Sin embargo, él lo dio vuelta, salpicando agua por todas partes.
—Ey, ¿¡qué quieres!? —ella hizo un mohín, enojada.
Al ver esto, de nuevo brotaron lágrimas de los ojos de él. Luego tiró de su manga.
—Por favor, no te enojes conmigo.
Su irritación se evaporó al instante con su tono titubeante.
—Está bien —suspiró y frotó su cabeza—. Ahora, dime. ¿Por qué estás llorando?
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