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Capítulo 35 – Intruso en la ducha

Éditeur: Nyoi-Bo Studio

En cuanto Su Qianci abrió la puerta, el ruido cesó. Al darse cuenta de que el ruido había parado, se convenció aún más de que era un intruso. Pero no podía salir en ese momento. Si el intruso era una mujer, no pasaría nada, pero, ¿y si era un hombre?

Cerró la puerta con llave y se apoyó en ella. Un segundo, dos segundos... Habían pasado varios minutos y Su Qianci empezó a tener frío. Nunca llevaba zapatos en la ducha. Cuando el agua se enfrió, empezó a congelarse. No obstante, si el intruso se había dado cuenta de que ella sabía que estaba allí, ¿es posible que se hubiera ido?

Al abrir la puerta con cuidado, Su Qianci chocó con el pecho de alguien. Sorprendida de que alguien se le apareciera de repente, Su Qianci dejó escapar un grito y dio un paso atrás. Se resbaló y cayó hacia atrás al instante. Cuando Su Qianci pensaba que se haría mucho daño, un fuerte brazo la elevó, así que se cayó hacia delante, gritando. En ese momento de caos, Su Qianci intentó agarrarse de lo que fuera. Perdiendo el equilibrio, su cara se hundió en algo caliente.

En el momento en que su piel lo tocó, se volvió aún más caliente. Aún sin saber quién estaba frente a ella, se sintió aliviada de no caerse. Mientras soltaba un suspiro de alivio, lo que tenía enfrente se endureció.

¿Muy excitado?

Una voz tenue sonó sobre su cabeza, con enfado y excitación obvios. Su Qianci se paralizó, miró hacia arriba y vio las pupilas negras. Esta vez, sin embargo, había fuego en esos ojos, como si pudieran quemarla viva.

Su Qianci se dio cuenta que sus manos estaban rodeando su estrecha cintura, sujetándole por detrás con sus brazos. Desde esa perspectiva, él pudo ver sus labios con nitidez, con una expresión sorprendida, y sus delgados hombros. La tenue iluminación del baño le añadía una especie de aura al cuerpo de ella. A medida que miraba hacia arriba, su cuerpo se estremeció un poco.

De repente, él sintió que una oleada de calor le subía desde la entrepierna. Se le secó la boca y, al ver las marcas azules y moradas en el cuerpo de ella, se acordó de la fantástica sensación de la noche anterior.

¡Maldita sea!

¡Esta mujer lo estaba seduciendo de nuevo! Con su miembro sumamente duro, Li Sicheng miró hacia abajo con su mirada ardiente. Sorprendida por el deseo que reflejaban sus ojos, Su Qianci se echó hacia atrás de inmediato, sonrojándose.

—Yo...

¡No quería hacer eso!. Su Qianci quería explicarse, pero vio que su mirada seguía bajando...

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