El aire rugiente fluía por los costados del casco y el humor de Lilian era como si la cálida y deslumbrante luz del sol se reflejara en el dorado casco.
—La, la, la... ¿Cómo está, Sonia? Te lo dije, ¿verdad? ¡Esos idiotas del parlamento no pueden detenerme mientras reciba la invitación!
La pequeña niña sentada en el trono movía las piernas y parecía tan animada y ansiosa como si estuviera a punto de ir de picnic con su familia. Aunque ese comportamiento era normal para su edad, parecía bastante inapropiado para esta situación.
—Tiene razón, Su Majestad.
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