Xinghe se instaló en una desvencijada silla de madera, luciendo sus ojos suaves y su expresión natural.
Era como si no estuviese en una casa que estaba prácticamente colapsando sobre sí misma, sino en una casa como cualquier otra.
Xiao Mo vio la compostura en sus ojos y se sintió calmado por ello.
Preguntó aquello que lo estaba molestando: —¿Quién es usted y por qué me ayudó?
Él no era lo suficientemente ingenuo como para creer que la ayuda no venía con su propia condición.
Es más, 20.000 RMB no era un número pequeño, no era un monto que una persona pudiera desestimar, a menos que esa persona fuese increíblemente rica.
Incluso así, la gente rica no hacía caridad gratis.
No estaban relacionados de ninguna forma, por lo que había poca probabilidad de que estuviese ayudándolo sin razón.
A Xinghe no le interesaba cubrir sus intenciones, por lo que expresó: —Mi nombre es Xia Xinghe. Te ayudé porque necesito tu cooperación.
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