Se reunió con Jurgen Cooper en una oficina de la estación policial Rice. Ese joven abogado todavía estaba vestido formal, como si siempre estuviese listo para ir a una cena elegante.
Llevaba un atuendo negro de doble botonadura, una camisa blanca con cuello rígido, una corbata de lazo enorme y botas de cuero brillantes, que hicieron que los policías se mostraran muy educados con él.
Jurgen sostuvo su sombrero de copa y lo miró con sus ojos azules mientras decía: —Se acabaron las formalidades. Puedes irte si pagas la fianza de diez libras.
—Gracias.
No dijo nada más, sino que siguió al atractivo, pero aparentemente anticuado Jurgen, a la oficina de asuntos financieros de la estación de policía que estaba cerca, donde sacó su billetera y tomó dos billetes de cinco libras. Estaba agradecido de tener todo su efectivo (95 libras) con él, o podría haber tenido que pedirlo prestado a su buen vecino, Jurgen.
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