—Ríndete. Perderás en una mera competencia entre dominios —la voz de Akaban hizo eco en todo el campo de batalla. Estaba rodeando tranquilamente a Leylin, aparte de los dos semidioses en combate.
Él tenía el espíritu valiente de un emperador y, antes de convertirse en un semidiós, claramente había sido un estratega. Sus palabras estaban diseñadas para afectar la mente de Leylin. Lamentablemente, las propias dificultades de Leylin le habían dado una voluntad que era más dura que el diamante. Tales desafíos no tenían sentido, solo le revelaron la falta de confianza de Akaban.
—¿Estás preocupado por las cartas de triunfo que tengo? ¿O es mi experiencia en el continente? —los engranajes en la mente de Leylin rechinaron, y pronto comprendió lo que la otra parte estaba pensando. Akaban parecía saber algo acerca de los dioses en el continente, por lo que estaba adivinando la identidad de Leylin.
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