La luz tenue de un farol iluminaba una mesa circular de caoba. Sobre la pared, las sombras de las patas se veían mucho más estiradas, lo que hacía que la sombra de la mesa pareciera una bestia de cuatro patas, sin duda amenazante.
Leylin estaba parado frente a la mesa: su sombra también se veía estirada.
Había varios pergaminos negros sobre la mesa de caoba. Sobre cada uno de los pergaminos había una imagen de un cuervo. En aquel momento, el cuervo pareció cobrar vida y comenzó a graznar de forma continua, con un sonido que aterrorizaría a cualquiera.
—Sin importar qué suceda, debo ver su contenido —decidió Leylin—. Incluso si fuera una trampa y hubiera dentro de él un hechizo de rastreo, aún tendría suficiente tiempo para escapar.
De todas formas, Leylin sostuvo con fuerza la Poción del Escudo Giratorio de Trevor, que recién había preparado. Luego, con una voz solemne, dijo en el Lenguaje de Byron:
—¡Ábrete en el nombre de Leylin Farlier!
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