Ascendiendo la escalera, Altair divisó esa silueta familiar, su vestido centelleando en tonos dorados como luz de la luna fluyente, deslumbrante y exigiendo atención. Rodeándola había cientos de máscaras doradas, flotando como la corona del sol, sumando a su resplandor.
Estaban en el restaurante giratorio, donde la vista fuera de las ventanas de cristal cambiaba suavemente con la rotación. Ella se sentaba en el centro, su mirada atentamente en el panorama más allá del vidrio.
Altair se movió a su lado, siguiendo su línea de visión hacia el paisaje exterior. El Restaurante Sol Dorado, alzándose como un rascacielos, dominaba el bullicioso mercado underground debajo.
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