La Sra. Qin inmediatamente llamó al Diario Metropolitano de nuevo, pero nadie contestó.
—Esto no tiene sentido, ¿cómo se atreven a tergiversar la verdad? Voy a ir a armar un escándalo.
—Deberías calmarte. ¿No crees que nuestra familia ya haya sido suficientemente humillada? Nuestro hijo ha estado ocupado con el trigésimo aniversario de la compañía, deja de causar tantos problemas —dijo Qin Yumin.
—¿Causar problemas? Estoy haciendo esto por su propio bien. Antes, si un emperador tenía una zorra a su alrededor, entonces su país no podría durar mucho. Nuestro hijo es ese emperador ahora mismo, ¡y Huo Mian esa zorra! ¿No lo comprendes?
—No. No comprendo lo que pasa por tu mente.
No solo la ridiculez de la Sra. Qin molestaba a su hijo, si no que su esposo, Qin Yumin, tampoco podía soportarlo más. Él no aprobaba su comportamiento para nada.
—No necesito que lo comprendas, no necesito que me ayudes, pero no puedes oponerte a mí.
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