—¿Orden de arresto? —repitió Qin Chu con gravedad, asegurándose de que había escuchado correctamente.
—Sí.
—¿Para arrestar a mi Mian? —reiteró Qin Chu.
—Así es, tú esposa, Huo Mian —dijo Gao Ran también quedándose sin palabras.
A decir verdad, cuando Gao Ran vio la orden de arresto, casi se cag* del miedo. Los arrestos ordenados por los altos mandos generalmente apuntaban a criminales buscados que cometieron los crímenes más atroces.
Dado que las órdenes fueron entregadas a la Primera Unidad de Policía Criminal de la Oficina Municipal, tuvieron que tratarlo como un delito grave.
—Entonces…¿mi esposa mató a alguien o incendió algún lugar? —preguntó Qin Chu consternado.
Le resultaba difícil imaginar lo que su esposa podría haber hecho para que se emitiera una orden de arresto por parte de la división de policía criminal de la Oficina Municipal, aunque todavía no lo habían hecho.
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