—No está mal —asintió.
—Qué bueno, bebe un poco más en ese caso —sonrió Huo Mian, aliviada.
Ambos comieron el desayuno frente al otro. Qin Chu no dijo nada, pero de vez en cuando levantaba la mirada para mirar a Huo Mian.
Huo Mian por otro lado, comió bastante. Había estado desayunando comida occidental por un largo tiempo y era inusual que comiera un desayuno chino hecho en casa. Por esta razón la comida sabía especialmente deliciosa.
Sin importar qué tan enojado estuviera con ella, al verla sentada a su lado en silencio, Qin Chu aun sentía que todo era un regalo del cielo.
Había deseado tanto por un día como este durante siete años.
—¿Cómo está tu hermano? Oí que le dieron el alta del hospital —preguntó repentinamente.
—Así es, se está recuperando muy bien. Le dije que descanse en casa por un tiempo ya que no se ha inscripto en varios cursos en este semestre.
—Eso es bueno —asintió Qin Chu.
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