Mintió.
Ese hijo de puta mentiroso mintió.
Mintió. En mi cara.
En.
Mi.
Cara.
Mi mirada podría derretir acero, pero Lucas simplemente se quita la camisa por la cabeza, los músculos ondulando con el movimiento. Nuestra manta está apretada contra mi pecho —no es que haya algún punto en ser modesta después de anoche, pero ahora mismo necesito toda la armadura que pueda conseguir.
Él tiene ideas cuando ve mi piel desnuda.
—Me mentiste.
—¿Lo hice? —Su ceja se arquea mientras abotona sus jeans—. Nos duchamos.
—Oh, ¿eso es lo que llamas a lo que pasó ahí dentro? —El calor inunda mis mejillas al recordarlo. Mi piel lleva la evidencia de su atención —pequeñas marcas esparcidas a través de mi clavícula, mis senos, mis muslos. Todo duele de la manera más deliciosa, pero ese no es el punto—. Dijiste que nos limpiaríamos.
—Y lo hicimos —Sus labios se tuercen—. Eventualmente.
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