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En Dr. House

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Resumen

Jack había vivido una vida altruista y significativa en la Tierra, pero el destino le tenía preparado algo más grande. Por su bondad, un dios benevolente le permitió reencarnar en un universo que siempre había admirado: el mundo de la serie Dr. House. Pero no como cualquier personaje, sino como el hijo secreto del infame Gregory House. Con un cuerpo de físico perfecto y un sistema sobrenatural que lo ayudaba a dominar la medicina a niveles inigualables, Jack decide infiltrarse en el hospital de Princeton-Plainsboro para conocer al padre que nunca supo que tenía. Su llegada es explosiva. A pesar de ser joven, ya es reconocido como un genio de la medicina, un “santo” capaz de diagnosticar casos imposibles y curar enfermedades que ningún otro médico puede siquiera imaginar. Su encanto, inteligencia y habilidad innata para conectar con los pacientes chocan directamente con la actitud cínica y el sarcasmo de House. Lo que comienza como una simple aspiración para Jack, pronto se transforma en un duelo de intelectos… y emociones.

Chapter 1Capítulo 1: La Llegada de Jack

El Princeton-Plainsboro Teaching Hospital no era un lugar cualquiera. Para Jack, que ya había pasado por hospitales de todo el mundo, cada pasillo, cada sala de operaciones, cada oficina de diagnóstico era algo nuevo, pero sin perder esa sensación de familiaridad. Era un lugar que, en realidad, nunca pensó que llegaría a conocer en persona. Había vivido en el mundo de Dr. Gregory House desde la distancia, viendo cada episodio de la serie, sintiendo ese llamado profundo, esa resonancia en las complejidades y los dilemas morales que se presentaban a diario en ese hospital ficticio.

Pero ahora, ahí estaba él. Y a pesar de ser un médico increíblemente exitoso, la idea de estar frente al mismísimo House era algo mucho más intimidante de lo que había anticipado.

Jack no era un tipo común. Mide 1.90 metros de altura, su físico griego, trabajado a lo largo de años de disciplina y dedicación, lo hacía llamar la atención de inmediato. Tenía un carisma natural que casi de manera inconsciente hacía que los demás se sintieran atraídos por su presencia. Cabello rubio, ojos azules como un océano tranquilo, un semblante amable pero confiado. Muchos lo habían conocido como un "santo" de la medicina en todo el mundo, pero Jack nunca fue el tipo de persona que presumiera de lo que ya había logrado. Eso era lo que menos le interesaba. Lo que deseaba con todas sus fuerzas era compartir un espacio de trabajo con ese hombre cuya brillantez e irreverencia le había llamado tanto la atención desde el principio: Dr. Gregory House.

Al llegar a las puertas del hospital, Jack sintió una mezcla de nerviosismo e intriga. A lo largo de los años, había curado casos que ni siquiera los médicos más experimentados se atrevían a intentar. Había revolucionado tratamientos y ofrecido soluciones impensables, pero dentro de él sabía que este reto era diferente. La figura de House era algo que nunca podría haber previsto de manera exacta, pues ver a esa personalidad tan compleja fuera de la pantalla era algo totalmente nuevo.

Entró al hospital y, por primera vez, se detuvo antes de llegar al ascensor. Los pasillos eran largos, las paredes adornadas con los recuerdos de innumerables luchas contra enfermedades imposibles. Y en ese espacio estaba él: un hombre desconocido, que deseaba tan solo conectar con un ser que había sido una influencia tanto profesional como emocional en su vida. Pero había un problema: House no sabía que Jack existía.

En su mente, Jack sabía que ser hijo de House complicaría mucho las cosas. Durante años había soñado con este momento. Siempre había sospechado que había alguna conexión entre él y el brillante pero cínico médico. Había leído cada informe sobre el genio de diagnóstico que lo dejaba en claro: Gregory House podría ser su padre, pero eso era algo que solo él sabía. Jack había llegado para descubrir si esa verdad era real. Había tomado una decisión irreversible cuando, antes de reencarnar, había pedido al dios que lo guiaba una oportunidad para ingresar a este mundo y ser parte de la historia.

Lo que más deseaba era saber si House le daría la oportunidad de formar una relación, o si sus conflictos serían mucho mayores de lo que jamás habría podido imaginar.

Poco después de ingresar al edificio, el equipo de House estaba reunido en una de las aulas. Cameron, Chase y Foreman discutían una variante en el diagnóstico de un paciente cuando Jack entró con paso decidido pero un poco vacilante. House levantó la vista, luego sus ojos se posaron sobre él, pero no dijo palabra alguna.

Cameron fue la primera en romper el hielo, con una sonrisa tímida y un saludo a Jack.

—Eres el nuevo médico, ¿verdad? ¡He oído mucho de ti! —exclamó ella mientras asentía levemente.

Jack sonrió, extendiendo su mano.

—Jack, sí. Es un placer estar aquí. No esperaba encontrarme en este hospital tan pronto, pero… estoy aquí para aportar y aprender lo que pueda.

Mientras tanto, House observaba con una expresión impasiva desde su silla de ruedas, la mano rozando la superficie de su bastón, aparentemente ignorando a Jack. Sabía quién era, claro, su reputación ya había precedido su llegada. Había oído hablar del "Santo" de la medicina: ese médico joven que lograba curar lo incurable. Y House tenía sus reservas, como siempre. El reconocimiento público de otros médicos le resultaba, como de costumbre, muy incómodo. Pero la seguridad de Jack era tal que incluso House comenzó a interesarse, aunque no lo quisiera admitir.

—Jack… Qué nombre tan imponente para un médico —dijo House, sin levantarse de su silla. Su voz estaba cargada de sarcasmo, pero en sus ojos había una ligera pizca de curiosidad que pasaba desapercibida para los demás.

Jack no se inmutó ante el tono mordaz de House. Respondió con una sonrisa serena, sus ojos brillando con confianza.

—Nada demasiado especial, Dr. House. Aunque le prometo que haré todo lo posible para cumplir con la reputación —dijo sin arrogancia, pero con el tipo de presencia que lograba ir más allá de lo que House esperaba.

Se produjo un pequeño silencio. Entonces, sin que nadie lo hubiera anticipado, House desvió la mirada hacia el caso médico que el equipo estaba analizando en ese momento. El aire parecía tenso, pero pronto se relanzó al foco del diagnóstico. Sin embargo, Jack ya había comenzado a notar el patrón de aquellos que trabajaban con House, y lo que más llamó su atención fue la resistencia que tenían hacia las emociones. Había algo profundamente humano pero hirientemente distante en cada uno de ellos. La forma en que se relacionaban, la dureza de la que estaban hechos, parecía reflejar ese vacío que, tal vez, House no era tan hábil para ocultar.

Pero Jack, acostumbrado a tratar con todo tipo de personalidades difíciles, comenzó a moldear su interacción con House con una curiosidad profunda.

Horas después, la reunión continuaba, y al pasar por la primera ronda de diagnósticos, Jack sintió que la distancia de la mañana anterior se mantenía. Había participado activamente en varios casos, pero House apenas le había dirigido la palabra. Sin embargo, lo que hizo la diferencia fue cuando Jack propuso una solución alternativa que no había sido considerada.

Una paciente llegó con síntomas aparentemente extraños y una serie de condiciones médicas no vinculadas directamente entre sí. Todos los enfoques clásicos fallaron. Sin embargo, Jack, después de observar los patrones en la ecografía y los síntomas, propuso que probablemente se tratara de un trastorno autoinmune raro, pero no explicó su razonamiento con muchos detalles.

—Eso es… increíblemente rápido, para no tener una respuesta concluyente —dijo Foreman, con un toque de escepticismo, pero con la genuina curiosidad de escuchar una alternativa.

El equipo miró a House.

—¿Qué opinas, House? —preguntó Chase, claramente confiado de que House desafiaría a Jack con preguntas difíciles, como siempre lo hacía.

La respuesta de House fue menos agresiva de lo esperado. Su voz se dejó escuchar más baja, un tono seco, pero sin la acritud habitual.

—Si tú lo dices, Jack. Hazlo tú. Pero no me malinterpretes, no soy un entusiasta de los milagros.

El diagnóstico que Jack sugirió fue el correcto. El trastorno inmunológico se trataba de Enfermedad de Lyme, y gracias al enfoque innovador de Jack, los tratamientos empezaron a surtir efecto rápidamente, lo que permitió a la paciente recuperarse por completo.

Después del diagnóstico, House estaba visiblemente incómodo, a pesar de haber sido desafiante al principio. Jack observó detenidamente. No lo hacía por hacer un show, ni buscaba la aprobación de nadie. Solo hacía su trabajo con el mismo enfoque que había tenido desde que tenía uso de razón: salvar vidas, una por una, sin importar los obstáculos que le pusieran en el camino.

—Bien, Jack. Has acertado —dijo House, sin rastro de la actitud sarcástica habitual.

Aunque House no demostraba elogios, Jack sabía lo que su reconocimiento significaba. A medida que continuaban con su jornada, algo en su pecho latía con más fuerza. La relación entre él y House iba a ser complicada, pero las primeras señales indicaban que el obstinado y brillante médico podría llegar a ver más en Jack que simplemente el niño prodigio que había logrado salvar el día.

Con cada palabra que decía House, Jack entendía que lo que realmente importaba era hacer que House viera que no estaba solo en esa batalla. En ese hospital, junto a él, Jack podría finalmente tener las respuestas que buscaba.

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