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Elegida por el Destino, Rechazada por el Alfa

Trinidad, de dieciocho años, es diferente a cualquier otro hombre lobo en su manada. Para empezar, hubo circunstancias inusuales en torno a su nacimiento, y además, ella es el único miembro de la manada que nunca ha adoptado una forma de lobo. Así que ahora no encaja en ningún lado. No es completamente humana ni loba. Pensó que podría vivir su vida como quisiera cuando cumpliese dieciocho años. Ir a la universidad, hacer amigos, divertirse. Pero, ¿qué debe hacer cuando el peligrosamente sexy Alfa cae literalmente en su regazo? —No soy humana ni loba. No pertenezco a ningún lugar... —...ambos sabemos que nadie se emparejará conmigo, y aunque lo hicieran, me rechazarían de todos modos. —¿Qué hará el sexy y hosco Alfa? Los mayores lo obligan a realizar ridículas fiestas para buscar una pareja. No quiere una compañera, pero sabe que necesita una para completar el Círculo Alfa. Sin una compañera, una Luna para la manada, su gente sufriría. ¿Y qué va a hacer cuando se encuentre con la chica con la que el destino tiene ex esposa del Presidente Embarazada, Ex Esposa para él y descubra que no tiene lobo? —¡Esto no puede ser! —rugí—. No hay forma de que pueda emparejarme con una chica que ni siquiera tiene un lobo. Será demasiado débil. Será inferior. No será lo suficientemente fuerte para ser una Luna. —Simplemente no podía aceptarla como mi compañera. No completamente. No era seguro para ella. Se pondría en peligro. Y arrastraría a mi manada con ella. —Cuando estos dos se encuentren, seguro que saltarán chispas. ¿Pero serán de pasión, o de sus constantes luchas? Ninguno quería una pareja. Ninguno quiere la compañera que el destino eligió para ellos. Y ninguno puede hacer desaparecer ese vínculo de pareja. ¿Qué van a hacer ahora que están literalmente atrapados el uno con el otro?

Deni_Chance · Fantasía
Sin suficientes valoraciones
1135 Chs

Capítulo 134 - Trinidad - Interrogatorios Parte 2 (VOLUMEN 5)

—Oh, es a ti —Claud me miraba con una sonrisa satisfecha en su rostro. Aún estaba envuelto en las enredaderas que le había puesto, pero los guardias habían conseguido sentarlo en la silla de todas formas. Era solo un poco incómodo para él.

—¿Cómodo? —le pregunté mientras me acercaba a la mesa en medio de la habitación. La mesa estaba fijada al suelo, y también lo estaban ambas sillas. No se podían mover ni ajustar en absoluto, pero eso era lo mejor. Era para que los prisioneros no pudieran levantarlas y lanzarlas a cualquier parte.

—Para nada —me lanzó una miraza que decía que no estaba contento ni un poco.

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