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Entrando de Nuevo a la Gruta

Las facciones avanzaban de nuevo hacia la Gruta del Cielo, con cada paso adentrándose más en la penumbra de la caverna. El aire se volvía más denso con cada metro que recorrían, saturado de energía espiritual, mientras una inquietante sensación de peligro parecía colgar sobre ellos como una sombra. El calor era sofocante, como si una gran caldera hirviera bajo la roca.

De repente, un estruendo resonó en toda la gruta, sacudiendo el suelo bajo sus pies. Un temblor profundo recorrió la montaña, seguido de un rugido gutural que hizo eco en las paredes de la caverna. Las facciones se detuvieron en seco, sabiendo que se avecinaba algo. De entre la oscuridad, apareció una figura masiva: el monstruo que los había obligado a retirarse antes, el gigantesco ser de roca y fuego.

La criatura tenía un cuerpo compuesto por enormes bloques de piedra negra y dura, entrelazados con grietas por las que fluía magma ardiente. Su cabeza se alzaba varios metros sobre ellos, y sus ojos incandescentes parecían dos pozos de lava líquida, llenos de furia primigenia. Cada paso que daba era un golpe sordo contra el suelo, y con cada movimiento, un torrente de fuego se desbordaba de su cuerpo, iluminando la cueva con un brillo infernal.

—¡Ahí está de nuevo! —gritó un líder de la facción china, con voz firme—. ¡Formación de ataque, ahora!

Los miembros de las familias chinas se posicionaron rápidamente y activaron la Formación de Espadas Celestiales. Decenas de espadas flotaron en el aire, rodeando al monstruo en un círculo de metal brillante. Con un movimiento sincronizado, las espadas volaron hacia adelante, golpeando al ser de roca y fuego con velocidad y precisión. Algunas de las espadas se clavaron en las grietas de su cuerpo, donde el magma fluía, pero no parecían hacer mucho daño; el monstruo se sacudía las espadas como si fueran insectos molestos.

Los magos occidentales, sin perder un segundo, comenzaron a entonar cantos arcanos, invocando el Hechizo de Inmovilización Arcana. De sus manos surgieron cadenas brillantes de energía mágica, que se arrojaron hacia las piernas del monstruo. Las cadenas envolvieron las extremidades de la criatura, tirando con fuerza, en un intento por inmovilizarla. Pero, con un rugido ensordecedor, el monstruo rompió las cadenas de un tirón, liberando una ola de calor y llamas que casi calcina a los magos en el acto.

Las facciones estadounidenses no se quedaron atrás. Sacaron un gran dispositivo metálico, su arma electromagnética, y lo alinearon hacia el monstruo. Dispararon una serie de proyectiles cargados con pulsos electromagnéticos, que impactaron contra el ser con un estruendo ensordecedor. Las explosiones hicieron temblar el suelo, y por un breve momento, el fuego que salía del monstruo pareció atenuarse. Sin embargo, el ser de roca y fuego se recuperó rápidamente, enfurecido, y avanzó con pasos aún más amenazantes.

Ian, que había permanecido al margen, observaba atentamente cada ataque. Sabía que no podía revelar sus verdaderas cartas todavía. Cuando uno de los líderes de facción se volvió hacia él, pidiéndole que mostrara lo que había traído, Ian decidió no revelar a sus esclavos de alma aún. En su lugar, sacó la joya de fuego que había mencionado antes.

—Muy bien —dijo Ian con calma—. Yo también tengo algo que puede ayudar.

Ian alzó la joya y concentró su energía espiritual en ella. La gema, de un rojo intenso, comenzó a brillar con una luz incandescente. A medida que canalizaba más energía en la joya, se formó una gran bola de fuego en el aire frente a él, crepitando con un calor abrasador. Con un movimiento de su mano, lanzó la bola de fuego hacia el monstruo.

La bola de fuego voló por el aire como un meteoro ardiente, golpeando al ser de roca y fuego directamente en el pecho. La explosión fue tremenda, envolviendo al monstruo en una columna de llamas. Por un momento, el monstruo pareció tambalearse, retrocediendo un paso mientras el fuego lo cubría. Sin embargo, pronto se recuperó, absorbiendo las llamas en su cuerpo de magma. Los ojos del monstruo brillaron aún más intensamente, como si el fuego lo hubiera fortalecido en lugar de debilitarlo.

La criatura rugió con una furia renovada, levantando ambos brazos gigantescos y golpeando el suelo con una fuerza descomunal. Fragmentos de roca incandescente volaron en todas direcciones, obligando a los exploradores a retroceder. Una grieta profunda y ardiente se abrió en el suelo, enviando columnas de fuego hacia el techo de la caverna.

—¡Es más fuerte de lo que pensábamos! —gritó un miembro de las facciones occidentales, con el rostro lleno de preocupación—. ¡Necesitamos una estrategia diferente!

Mientras las facciones intentaban reorganizarse, Ian observaba con atención. Sabía que aún tenía a sus esclavos de alma como un as bajo la manga, pero quería reservarlos hasta el último momento. Mientras tanto, podía ver que la batalla sería dura y prolongada. Todos estaban dando lo mejor de sí mismos, pero el monstruo parecía ser casi imparable.

Las espadas celestiales seguían atacando, los hechizos arcanos se redoblaban en fuerza, y los disparos electromagnéticos continuaban golpeando al monstruo. A pesar de que la criatura mostraba signos de desgaste, no parecía dispuesto a ceder. Ian, mientras tanto, aguardaba pacientemente, esperando el momento oportuno para dar el golpe decisivo.

El monstruo de roca y fuego rugió, llenando la gruta con un eco aterrador. Su cuerpo seguía resplandeciendo con magma ardiente, y cada movimiento que hacía liberaba una lluvia de chispas y lava que caían a su alrededor, convirtiendo el suelo en un mar de calor abrasador. Las facciones, reunidas al pie de la montaña, se preparaban para el segundo asalto.

Los líderes de las facciones comenzaron a dar nuevas órdenes a sus miembros, ajustando sus estrategias tras haber visto cómo sus ataques iniciales apenas habían arañado al monstruo.

La facción china, adaptándose a la situación, decidió concentrar su Formación de Espadas Celestiales en un punto específico del monstruo: sus articulaciones. Las espadas mágicas cambiaron su rumbo y comenzaron a atacar repetidamente las rodillas y codos de la criatura, buscando debilitar sus puntos de apoyo. El monstruo, aunque herido, se mantenía firme, cada golpe provocando explosiones de rocas y lava que amenazaban con calcinar a los combatientes cercanos.

Los magos occidentales intensificaron sus esfuerzos. Con sus manos entrelazadas, conjuraron un hechizo más complejo, una combinación de magia de agua y hielo. De sus manos surgieron corrientes de agua helada que envolvieron las piernas del monstruo, endureciendo la roca con una capa de hielo para limitar su movilidad. El vapor resultante llenó la caverna, creando una niebla densa y sofocante. Sin embargo, la temperatura extrema del ser hizo que el hielo se derritiera rápidamente, y el monstruo rompió la congelación con un solo movimiento poderoso, provocando una nueva ola de magma que salpicó a los magos.

Mientras tanto, la facción estadounidense ajustaba su arma electromagnética para liberar un pulso de energía más concentrado. El arma chisporroteó con electricidad, y un destello cegador iluminó la caverna. Un rayo azul oscuro atravesó el espacio, golpeando al monstruo en el pecho. La criatura se sacudió violentamente, su cuerpo chispeando mientras la electricidad recorría su forma, pero en lugar de caer, el monstruo se enfureció aún más, lanzando una explosión de lava incandescente que obligó a todos a retroceder.

Ian observaba cómo los ataques de las facciones, aunque coordinados y poderosos, no lograban derrotar al monstruo. Sabía que necesitaban algo más que fuerza bruta para superar a esta criatura.

Con una mirada calculadora, decidió que era hora de usar la joya una vez más, pero esta vez con mayor precisión. Ian levantó la gema brillante y canalizó su energía espiritual hacia ella, invocando otra bola de fuego, pero esta vez concentró todo su poder en el centro de la esfera, haciéndola más pequeña y densa, hasta que el calor en su interior parecía a punto de estallar.

Con un gesto decidido, Ian lanzó la bola de fuego concentrada hacia la cabeza del monstruo. La esfera voló como una flecha, impactando justo entre los ojos de la criatura. La explosión fue mucho más intensa que antes, y esta vez, el monstruo retrocedió un par de pasos, tambaleándose. Por un breve momento, todos pensaron que podría caer.

Pero el ser de roca y fuego, aún herido, se mantuvo en pie, con un rugido aún más furioso que antes. Sus ojos de magma brillaban con una ira ardiente, y su cuerpo irradiaba calor como si estuviera a punto de estallar.

—¡No es suficiente! —gritó un líder de la facción china—. ¡Necesitamos un ataque coordinado para acabar con él de una vez por todas!

Ian, notando la situación crítica, decidió dar un paso al frente. Sabía que aún tenía a sus esclavos de alma como su recurso final. Miró a los líderes de las facciones y les hizo un gesto de calma.

—Escuchen, este monstruo es más resistente de lo que pensábamos. Pero tal vez, si combinamos todos nuestros ataques en un solo punto, podríamos atravesar su defensa. Necesitamos atacar simultáneamente con todo lo que tenemos.

Los líderes asintieron, comprendiendo la lógica de su plan. Las facciones se alinearon en formación, preparándose para el ataque final. Los magos comenzaron a conjurar sus hechizos más poderosos, mientras las espadas mágicas flotaban listas para lanzar un golpe decisivo, y el arma electromagnética se cargaba al máximo.

Ian, mientras tanto, sostuvo la joya en su mano, concentrándose. Sabía que este era el momento crítico. Debería mantener su identidad oculta el mayor tiempo posible, pero si todo fallaba, estaba dispuesto a liberar a sus esclavos de alma. Por ahora, se preparaba para aportar su fuerza al ataque combinado, confiando en que la unión de todos los poderes sería suficiente para derribar al monstruo de roca y fuego de una vez por todas.