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Prólogo.

En los recovecos del tiempo y la magia, en un rincón olvidado del universo, se extiende Atheria. Un mundo imbuido de misterio y poder, donde la magia fluye como un río etéreo a través de cada rincón. Aquí, entre vastas llanuras y oscuros bosques, se teje una historia que entrelaza la esencia misma de la existencia.

 

 En los albores de Atheria, cuando los cielos aún conservaban el fulgor de la creación y los vientos acariciaban la tierra con secretos antiguos, una sombra se cernía sobre los corazones de los seres que habitaban este reino mágico.

 

 Era la Marca Oscura, una sentencia milenaria impuesta a los humanos durante la guerra primigenia. Esta marca, un sello de misteriosas y oscuras artes, marcaba a la humanidad con una dualidad intrigante: la promesa de la inmortalidad y la amenaza de la corrupción.

 

 En el crepúsculo de la historia, emergieron tres fuerzas poderosas, cada una marcada por su propio propósito. Los Cazadores de Almas, valientes guardianes de la balanza, buscaban purificar las almas primigenias y mantener a raya la corrupción que amenazaba con desgarrar el tejido mismo de Atheria.

 

 En paralelo, la Secta de Arion, guiada por el Alto Sacerdote, ansiosamente se entregaba a la promesa de Nyx, una entidad divina que se alzaba en las sombras, susurrando promesas de equilibrio a través de la oscuridad.

 

 Mientras tanto, el Mer Nigromante y su grupo, envueltos en magia negra y secretos prohibidos, tejían hilos de manipulación con las Almas Primigenias. En su búsqueda de poder, se alzaban como figuras ambiguas entre la oscuridad y la ambición.

 

 En este telón de fondo, las Guardianas, mujeres marcadas con la Marca Oscura, surgían como un puente entre la oscuridad y la redención. Su papel crucial permitía a los cazadores obtener poder divino de las almas oscuras sin el riesgo de la corrupción desatada.

 

 Cada alma, pura, corrupta o oscura, tejía su historia en el tapiz cósmico de Atheria. La caza de almas, el intercambio de poder y la eterna lucha por el equilibrio se entrelazaban en una danza cautivadora y peligrosa.

 

 Así comenzaba la sinfonía de Atheria, donde el susurro de las almas resonaba en cada rincón, y el destino de este reino mágico pendía en un delicado equilibrio, esperando ser moldeado por las decisiones y elecciones de aquellos que caminaban entre la luz y la oscuridad.

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