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Alguien sáqueme de este mundo de espadas y magia

Traicionado y abandonado por las personas que lo trajeron al mundo. Convertido en un arma sin la posibilidad de elegir otro camino. Harto de esa vida acabó con todo. Pero un nuevo mundo le dará la bienvenida. Ya sea como su salvador. O su perdición.

Y0Y1S · Fantasía
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58 Chs

Sangre vieja

Cuando cumplí los doce años, Francisco me dio el cráneo de mi padre como regalo.

"Trata de no hacer lo mismo conmigo", lo dijo en un tonó tan burlón que ese mismo día intenté cortarle la garganta.

Fallé y me dio una paliza.

Me dijeron que después de ser vapuleado, arrojaron su cuerpo a un pozo de perros hambrientos, cuando su carne fue devorada, solo su cráneo quedo intacto.

Recuerdo haber estado conmocionado al principio, pero la calma llegó a los pocos segundos.

Estoy seguro que me quede mirando el cráneo por al menos dos días.

No sentí nada.

No estaba feliz, pero tampoco triste.

Estaba en blanco.

Fui traicionado y vendido por él.

Jamás actuó como una figura paterna, y siempre hacía mis días más difíciles.

Pero seguía siendo mi padre.

Me gustase o no, estábamos conectados por la sangre.

Al final enterré lo que quedó de él en un cementerio, aunque nunca lo visite después.

No lo perdone, no había forma de que pudiese hacer eso. Pero no ganaba nada al aferrarme al rencor, simplemente me hice lo que quise y me olvidé de lo demás.

Tenía otras que hacer.

Matar, torturar, disparar armas, extorsionar, amenazar, pelear.

Todo lo que sé y lo que soy es gracias a Francisco su enseñanza.

"El talento de un asesino es matar aún si muere, el de un superviviente es matar y seguir caminando".

Desacuerdo a Francisco siempre tuve un talento excepcional para sobrevivir.

A los catorce ya era más efectivo que cualquiera de sus otros hombres, por lo que no tarde mucho en convertirme en guardia personal, pero jamás deje de intentar matarlo.

Cuando cumplí quince, localicé a mi madre.

Ella rehízo su vida, se fue a Canadá, se casó con un profesor de buen corazón y tuvo un hijo con él, sin embargo, murió tres años después de dar a luz por cáncer de hígado.

Mi medio hermano se llama Lucas, lo conocí el día del funeral de mamá, cuando las personas fueron a dar el pésame, me di cuenta que muchos de ellos hablaban bien de madre.

"Fue toda una luchadora" "Alguien admirable" "Estoy segura que tiene su lugar en el cielo".

Comentarios positivos bombardearon la tumba como las gotas de lluvia.

Yo estaba escondido en los alrededores, acurrucado detrás de un árbol con un micrófono escondido cerca del ataúd.

Cuando su nuevo esposo habló sobre ella, contó cómo la conoció, cómo se enamoraron. Básicamente su historia juntos.

No hubo menciones directas sobre mí o mi padre por parte de él.

Pero hubo una carta escrita por mi madre.

- "A todos aquellos que lean esto, pido su perdón de antemano. En mi estancia a este simple pero bello país, mentí sobre muchas cosas, no soy la persona trabajadora y optimista que siempre les mostré, soy cobarde, débil, y muy mala. Seguro todos saben acerca de mi estancia en México, eso es verdad, pero no era maestra como lo dije, en ese tiempo fui una prostituta que se acostaba con cualquiera por dinero. En uno de mis muchos trabajos, quedé embarazada por accidente, lo normal hubiese sido abortar para seguir con mi trabajo, pero no pude hacerlo, no tuve la fuerza para tomar la decisión y los establecimientos no eran suficientemente seguros para garantizar mi vida. Al final di a luz a un niño. Y me arrepiento mucho de ello, en mi enorme estupidez no pude tratarlo como quise me trataran, en mi incompetencia lo dejé a manos de un hombre roto y un mundo oscuro. Me arrepiento mucho haberlo traído al mundo. Me arrepiento mucho no estar con él como se supone una madre debería estarlo. Me arrepiento mucho por no poder verlo crecer en un hombre de bien. Me arrepiento de no haberle enseñado a amar para ser amado. No sé qué fue de él cuando abandone mi país, y seguro que no podrá escuchar las palabras en esta carta. Pero si los milagros existen y de alguna forma estas escuchando esto. Quiero que sepas que lo siento. Lo siento mucho. Ódiame a mí cuanto quieras. Tienes todo el derecho de maldecirme. Pero por favor. No dirijas esa rabia a las personas que intenten ayudarte. No lastimes si no quieres ser lastimado. No mientas si no quieres que te mientan. Confía en la gente si quieres que confíen en ti. Y si estas caminando por un camino oscuro. Te lo imploro. Sal de ahí. Busca ayuda. No te lastimes. No vivaz en el pasado. Si hiciste algo malo discúlpate de corazón y trabaja para obtener el perdón, estoy segura que algún día encontraras a alguien que sepa ver lo maravilloso que eres. Sé feliz. Con dolor y cariño. Tu madre."

Ya no puedo recordar lo mucho que lloré ese día, al ver el ataúd de mi madre siendo enterrado bajo el suelo.

Cuando todos se fueron y quede solo, me emborrache hasta ver doble sobre su tumba.

- ¡Maldita perra! ¡¿Crees que tu estúpida carta cambia algo?! ¡SOY UN PUTO ASESINO! ¡¡¡MI VIDA ES UN INFIERNO VIVIENTE GRACIAS A TI!!!

Maldije hasta que mi garganta se cerró.

Después de un rato, regresé al hotel donde me hospedaba.

Me acosté en la cama de la habitación más barata y miré mareado al techo.

- Hubieras dicho eso años atrás… Idiota.

Esa noche soñé sobre una vida diferente, una casa simple, comodidad disfrutable, comida sabrosa, y padres que me querían.

Desperté con lágrimas en los ojos al siguiente día y un mensaje de Francisco diciendo que tenía que volver al trabajo.

Dejé un ramo de flores en la tumba y regresé a México.

Decir que la carta de mi madre me salvó sería una exageración. El daño ya estaba hecho, no importa cuanto lo intentase, todo lo que hice y lo que era no desaparecería.

Pero podía terminarlo.

Por lo que, a los diecisiete años, maté a todos los miembros de la mafia, incluyendo a Francisco.

***

Mi objetivo bebía ron tranquilamente sobre su escritorio, un revolver cargado esperaba a su lado.

- Tardaste cinco minutos, todavía puedes mejorar.

Mi cuerpo estaba bañado en sangre, decenas de cortes, golpes y algunas balas dejaron su marca en mi piel.

Estaba casi sin aliento, pero la adrenalina me mantuvo despierto.

Mi mano derecha sostenía un largo cuchillo de combate con el filo estropeado y la izquierda una escopeta vacía.

- Vine a cumplir mi palabra.

Tiré la escopeta y el cuchillo a un lado y comencé a caminar a Francisco.

El hombre tomó el revólver y me apunto con él, pero no me detuve.

- Nuestras reservas de drogas, en llamas, nuestras armas, rotas o vendidas, mis hombres y aliados, muertos, mi dinero, saqueado, y mi hogar, destruido… De verdad te esforzaste.

- Tuve el mejor maestro.

En el momento que me paré frente a él, por primera vez en ocho años, Francisco sonrió genuinamente.

Puso el revólver sobre el escritorio y lo deslizo a mí, reflexivamente lo tome con mi mano derecha.

- … ¿Qué es esto?

- Justo lo que parece.

Francisco se levantó de su asiento y caminó a mí.

- Te dije que solo moriría cuando el diablo viniese por mí.

Él mismo tomó la mano con la que sostenía la pistola y la puso sobre su frente.

- Ahora que está aquí no hay por qué resistirse.

- … Me importa una mierda tus misticismos o alegorías.

Jalé del martillo y puse mi dedo sobre el gatillo.

- Solo eres un hombre loco, y hoy te mueres.

- Por supuesto, eh estado esperando por ello.

- ....

Nada estaba pasando según lo planeado.

Francisco no solo era un genio, era un completo monstruo en cuanto a peleas, ni si quiera tener un francotirador a más de cien metros era seguro.

Entonces ¿Por qué no estaba peleando?

- ¿Por qué?

- ¿Hm? Ya te lo dije… El diablo vino a cobrar mi alma… Creo haberte enseñado que siempre hay que pagar lo adeudado.

Patee el asiento favorito de Francisco.

- ¡Déjate de putos juegos y dime por qué!

- …

Francisco caminó a las ventanas y abrió las cortinas.

- Roberto… Mira lo que has causado.

- …

Caminé a su lado sin dejar de apuntarle con él revolver y miré por las ventanas.

- … ¿Yo hice eso?

El patio, antes comparable con un paraíso verde, estaba inundado en un mar de sangre y viseras, los cuerpos de varios hombres armados estaban destrozados debido a las explosiones, balas y cuchillos que había usado para matarlos.

La van que usaron una vez para secuestrarme, estaba en llamas con un par de cadáveres siendo calcinados por las llamas en el asiento del conductor y el copiloto.

Varias de las ventanas habían sido rotas por las balas y los cuerpos lanzadas en ellas.

- ¿Qué sientes al ver todo esto?

- …

Era una escena desagradable y asquerosa, mórbida, grosera y malvada.

Había vomitado varias veces durante la masacre.

Me sentía sucio, corrompido, desesperado, enojado, cansado.

Pero él no quería esas respuestas. No. Un mostró como el solo estaría satisfecho con una respuesta que otro monstruo podría darle.

- Nada… No siento absolutamente nada.

Ni si quiera él podría ver a través de mis mentiras nunca más.

- Correcto… Porque ya no eres humano… Ahora eres un demonio… Al igual que yo.

Como supuse, solo palabras que un monstruo diría.

- … Y una mierda.

Pateé la rodilla de Francisco, en cuanto se arrodillo tomé su cabeza y la estampé con su preciado escritorio.

- ¡¿Ser como tú?!

Después tomé su brazo izquierdo y lo doble a donde no debería ser doblado.

Un desagradable crujido me dijo que jamás movería ese brazo otra vez.

- ¡Yo no soy como tú!

Me senté sobre su cuerpo y lancé mi puño a su cara.

¡Pow! *

- ¡Yo no secuestro niños!

¡Pow! *

- ¡Yo no disfruto de éste trabajo!

¡Pow! *

- ¡Yo mato para sobrevivir no por placer!

¡Pow! *

- ¡Me importa una mierda si la gente está de acuerdo o no! ¡Me importa una mierda si lo merezco o no!

¡Pow! *

En cuanto la cara antes atractiva de Francisco quedó deformada en silencio por mis golpes, metí el barril del arma en su boca.

- ¡Voy a rehacer mi vida! ¡Nada de lo que hice será borrado, sí, pero no por eso voy a vivir en el pasado! ¡No importa cuánto me tome! ¡Viviré de la forma que quiero, no por ti, ni por mis padres, ni por nadie, solo por y para mí!

- … Weha shuete. (Buena suerte).

Mi salvador, mi maestro y el peor monstruo de mis pesadillas.

Le estaba agradecido por enseñarme todo lo que sé y lo odiaba por la misma razón.

Solía llamarme hijo, pero jamás lo llamé padre, no teníamos ese tipo de relación, yo nunca lo dejé. Porque sabía que, si cedía ante ese deseo de tener a alguien a quien llamar familia con todo el corazón, jamás podría abandonar de esa persona.

Mire los ojos de Francisco por última vez.

- … Tal vez… En otra vida… En otro tiempo… Pudimos haber sido familia.

Una última sonrisa genuina, una caricia a mi mejilla, y un último suspiro.

¡Bang! *

Y todo había terminado.