—¿Te gustaría otro trago, señorita? —preguntó una de las empleadas.
—Me encantaría, gracias —dije y luego volví mi atención al libro que estaba leyendo.
Había pasado la última hora en la terraza trasera, junto a la piscina infinita, leyendo el libro que me había dado Michael. Los últimos días, habíamos pasado nuestro tiempo explorando diferentes senderos de caminata por el resort, nadando en el océano y relajándonos junto a la piscina.
El calor estaba empezando a afectarme, así que dejé mi libro, me quité la túnica y me sumergí en las refrescantes aguas de la piscina. Nadé unos minutos con cuidado de no mojar mi cabello.
Michael me llevó a un restaurante elegante todas las noches, y no tendría tiempo de secarme el pelo de nuevo antes de que fuera hora de irnos.
—Solo dejaré tu trago en la mesa. Oh, y señorita, tu teléfono está sonando. ¿Quieres que te lo lleve? —dijo la empleada mientras dejaba una bebida frutal al lado de mis cosas.
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