—Bueno… —dijo Sidon, aclarándose la garganta y esforzándose por mantener una expresión seria—, ¿Dónde nos habíamos quedado? Ah, sí, en el momento en que Link se debatía entre convertirse en un zombi o resistirse a un buen bocado.
Todos rieron de nuevo, pero Link no perdió el hilo esta vez.
—Volviendo al asunto importante —dijo Link, esforzándose por sofocar una última carcajada. Enderezó la espalda y miró a Yunobo con seriedad. Cuando llegué a la Ciudad Goron y vi a toda esa gente consumida por los rocomuslos, supe que algo estaba muy mal.— En seguida vi Gorobu, el anciano jefe Goron acompañado por Yunobo y dos niños. Me quedé un poco sorprendido por el atuendo y el comportamiento en general de Yunobo, no encajaba con lo que yo conocía de él.
El recuerdo le trajo una expresión de amargura a Yunobo, quien bajó la mirada y habló en voz baja.
—Lo que hice no tiene perdón… Me dejé llevar por la ambición y, al final, terminé hiriendo a quienes más amo. Gorobu y los demás solo intentaban protegernos. En cambio, yo…
Sidon avanzó un paso, su voz cálida pero firme. —No te culpes más de la cuenta, Yunobo. Todos hemos cometido errores.
—Sidon tiene razón —añadió Link—. Lo que vi aquel día me dejó claro que no eras tú mismo. La máscara, la influencia del Rey Demonio… Todo estaba diseñado para engañarnos. Los niños mencionaron a Zelda… o al menos una versión de ella. Ahí supe que algo no encajaba del todo. Si Zelda había vuelto, ¿Por qué no me había enterado?
El grupo guardó silencio, procesando las palabras de Link. La gravedad de la situación volvió a calar hondo, pero un destello de comprensión iluminó a Riju, quien rompió la tensión con una sonrisa—. Bien, si esa "Zelda" vuelve a intentar algo, nos aseguraremos de que no le salga bien. Esta vez, estamos preparados.
Link esbozó una sonrisa de agradecimiento. El humor, por efímero que fuera, era justo lo que necesitaban para aliviar la carga.
—Siguiendo a Yunobo hacia la cantera, la vi —dijo Link, con una mezcla de tristeza y asombro en la voz—. Estaba de espaldas, hablando con él. Su figura era inconfundible, pero a pesar de que algo no cuadraba, la ilusión de tenerla de vuelta me cegó. Salí corriendo; tenía tantas preguntas que hacerle… hasta que, al acercarme, su forma se desvaneció como un espejismo, igual que en el Templo del Tiempo.
Link hizo una pausa. Su expresión sombría. —Y entonces Yunobo se volvió hacia nosotros, con la máscara brillando debido a la malicia que la impregnaba, y entonces me di cuenta de lo primero que tenía qué hacer. Con ayuda de los niños que le acompañaban, intentamos razonar con él, convencerlo para que se quitara la máscara, pero lo único que conseguimos fue enfurecerle más aún…
Yunobo asintió, su voz baja y cargada de vergüenza. —No era yo… La ambición me consumía. Y cuando Link intentó detenerme, solo sentí ira. Me dirigí hacia él rodando, dispuesto a embestirle.
—Por suerte, tengo buenos reflejos —añadió Link, con una sonrisa débil que no ocultaba la gravedad del momento—. Me aparté y Yunobo se golpeó contra la pared, rompiendo la máscara. Y entonces, volvió a ser él mismo.
—Fue… Fue un momento muy incómodo —dijo Yunobo, apartando las manos de su rostro con un suspiro antes de continuar—. No entendía muy bien lo que había pasado. De repente, toda la ambición que sentía… desapareció. Pero lo peor fue darme cuenta de todo lo que había hecho mientras llevaba puesta la máscara. Recuerdo a Link frente a mí, ofreciéndome su mano. Yo estaba en el suelo y, lo primero que hice fue disculparme. Ni siquiera podía explicar lo que había dicho ni por qué lo hice, pero… me sentía fatal.
Todos se quedaron en silencio después del relato. Tureli rompió el mismo, su voz cargada de curiosidad por su amigo.
—¿Y de dónde salió esa máscara, Yunobo? — preguntó Tureli.
—Me la dio Zelda o... más bien la marioneta del Rey Demonio. —dijo Yunobo avergonzado —Cuando el castillo de Hyrule se elevó en el cielo, una densa neblina roja comenzó a brotar del cráter de la Montaña de la Muerte. Intrigado, decidí investigar y, justo antes de entrar en el cráter, me la encontré. Charlando de varias cosas, le conté que había comenzado una empresa de excavaciones, pero que aún no sabía cómo dar los primeros pasos. Fue entonces cuando mencionó la cueva de los rocomuslos y me llevó a ver uno que se encontraba cerca. Tenía un aspecto prometedor, aunque algo en él no terminaba de encajar.
Yunobo suspiró antes de continuar.
—Antes de que pudiera expresar mi duda, sacó un atuendo llamativo y moderno, insistiendo en que debía probármelo. "Un gran empresario debe ir a la moda", me dijo con una sonrisa. Y, como un tonto, acabé poniéndome la máscara… Y, bueno, el resto ya lo conocéis.
—Ya te dije —continuó Link —y te vuelvo a repetir que fuiste engañado por una marioneta del Rey Demonio. Él sabía de tu ambición y del esfuerzo que pones en tu negocio, y se aprovechó de eso para manipularte.
—Pero... —musitó Yunobo. Link le puso una mano en el hombro para tranquilizarlo, mientras buscaba las palabras adecuadas. Pero antes de que pudiera decir algo, intervino Mineru, que les seguía observando desde la pantalla de su escondrijo.
—Yunobo, escúchame —su voz metálica expresando ligeramente un deje de emoción—. El Rey Demonio es muy bueno manipulando a la gente. Antes de convertirse en el Rey Demonio, como Ganondorf, consiguió engañar a mi hermano y a la Reina Sonia, jurando en falso. Incluso, consiguió poner de su lado a muchas personas de parte suya, para que le apoyaran en sus intenciones de hacerse con el trono de Hyrule. Koume y Kotake, las poderosas hechiceras Gerudo, fueron las primeras en caer a sus pies y ayudarle con sus planes; te recuerdo a todos los que han caído seducidos por el clan Yiga, un clan que ha ayudado a su vuelta. Todos tenemos nuestros momentos de debilidad, Yunobo. Te dejaste seducir por la marioneta 'Zelda'. Confiaste en que lo que te decía era bueno. Tú tuviste suerte: conseguiste salir de ahí gracias a la ayuda de Link.
Los demás asintieron en silencio. Todos sabían que tenían puntos débiles que debían fortalecer si querían enfrentar las batallas que se avecinaban, y evitar caer en las tentaciones o trucos que el enemigo pudiera usar contra ellos.
El silencio se instaló en el grupo, pesado y cargado de tristeza, pensando en el daño que el Rey Demonio con sus artes, había hecho al pobre Yunobo. A continuación, todos reflexionaron sobre el daño en general que el Rey Demonio había infligido a Hyrule en este tiempo. La tormenta de hielo que dejó a los Ornis incomunicados y sin alimento, la tormenta de arena en la región de Gerudo que había confinado a las mujeres bajo tierra, la contaminación del Dominio, y ahora esto: un envenenamiento masivo utilizando al pobre Yunobo como peón.
La población eventualmente sanaría, pero, ¿qué sería de Yunobo? Aunque su nombramiento como Sabio del Fuego le había dado un empujón a su autoestima, se veía claramente que recaía constantemente al recordar lo que le había pasado. Link mantuvo la esperanza de que el tiempo también curaría esas heridas.
Link rompió el silencio tenso que se había apoderado del grupo.
—Lo importante es que Yunobo se recuperó a tiempo y me contó todo lo que le había pasado, y de su misterioso encuentro con Zelda. Entonces decidimos encaminarnos hacia la Montaña de la Muerte, ya que quería enseñarme el sitio donde recibió la máscara. Cuando llegamos, allí estaba de nuevo quien a priori pensamos que era Zelda. Volvió a desaparecer misteriosamente y la vimos caer dentro del cráter del volcán.
—Exacto —dijo Yunobo —Intenté pararla, gritándole que debía de ir por un sitio tan peligroso. De verdad que aún pensaba que era ella, no una sombra.
—Si—continuó Link tranquilizándolo. En ese momento tuvo una idea para animarlo—, seguimos a la marioneta del Rey Demonio y decidimos tirarnos nosotros también. Pero al llegar tuvimos una sorpresa. Un monstruo sorprendente nos esperaba en la cima. Yunobo, ¿por qué no cuentas tú esta parte?, yo apenas si hice nada. Fuiste tú quien se encargó de casi todo lo importante.
Yunobo se quedó pensativo por un momento antes de sonreír, recordando aquel enfrentamiento. Su ánimo parecía elevarse al revivir la aventura.
—Ilvagia, sí, me acuerdo de ese monstruo —musitó Yunobo para sí mismo. Luego continuó cada vez más animado. Contar su aventura ayudando a Link lo llenaba de felicidad —No sabíamos qué hacer, pero Link siempre está en todo. Divisó un aeroplano Zonan tirado cerca del cráter, con un almacén de batería casi interminable. Enseguida supo qué hacer, nos montamos los dos en el mismo y nos dirigimos hacia el monstruo. Él dirigía el vehículo y, cada vez que se situaba apuntando hacia una de las cabezas, yo activaba mi poder de embestida y las iba destrozando. En cuestión de pocos minutos habíamos despejado el cráter, de forma que ya éramos libres de tirarnos por él. La verdad, sin la ayuda de Link dirigiendo el vehículo no lo hubiéramos logrado, no sé por qué te quitas mérito.
—Porque lo que tú hiciste, Yunobo, fue lo más importante —interrumpió Link, con una sonrisa—. Yo solo guié el vehículo, pero fuiste tú quien se encargó de mantener el control, quien tomó la iniciativa con cada embestida. Sin ti, no hubiésemos podido vencer a Ilvagia. Fue tu fuerza y tu valentía las que nos abrieron el camino.
Yunobo parpadeó, sorprendido por las palabras de Link. Un cálido sentimiento se encendió en su pecho, y, por primera vez, se dio cuenta de lo que había logrado.
—Lo que hicimos juntos fue más grande que cualquier monstruo o trampa —continuó Link, su voz llena de confianza—. Y lo mejor es que ahora lo sabes. No importan los juegos del Rey Demonio, ni los momentos en los que pudiste sentirte perdido. Tú no solo eres el Sabio del Fuego. Eres mucho más que eso. Eres alguien capaz de cambiar el rumbo de una guerra, de salvar vidas, y de encontrar la luz incluso en los momentos más oscuros.
Yunobo lo miró fijamente, sintiendo el peso de sus palabras. Por un momento, el mundo pareció más brillante, y la carga de haber sido manipulado parecía aligerarse un poco.
—Gracias, Link… No había pensado en eso. —dijo Yunobo, sonriendo modestamente—. Es cierto que sin tu ayuda no lo habríamos logrado, pero ahora entiendo lo que me dices. Cada vez que me lancé hacia esa monstruosidad, sentí que realmente podía hacer algo grande. Gracias por confiar en mí.
—Y juntos —prometió Link con voz solemne, esta vez mirando uno a uno a sus amigos —vamos a derrotar al Rey Demonio. Pero, sobre todo, vamos a asegurarnos de que Hyrule nunca olvide el verdadero poder de sus héroes.
Los demás se asintieron, acercándose a ellos dos, sus rostros reflejando apoyo y aliento. Ese gesto reafirmó en Link los lazos que se habían forjado entre ellos, no solo como aventureros, sino como camaradas en toda la extensión de la palabra. Un vínculo más profundo que cualquier batalla, más fuerte que cualquier desafío.
Después de las palabras de sus amigos, Link y Yunobo se quedaron en silencio y, sonriendo ampliamente, juntaron sus puños como signo de su amistad. Un gesto simple, pero lleno de significado.
Viendo que finalmente Yunobo se empezaba a sentir mejor, Link sonrió y continuó con su relato.
—Una vez eliminado Ilvagia atravesamos el cráter y caímos justo a las puertas del Templo del Fuego, donde volvimos a ver la marioneta del Rey Demonio, indicándonos la entrada a una sala. Salí corriendo al terminal Zonan que había justo antes de entrar. La puerta que estaba intentando abrirse se quedó como atascada, y volvió a cerrarse de nuevo.
—De repente escuché una voz misteriosa que me hablaba —dijo Yunobo —Me dijo que debíamos activar una serie de terminales repartidos por todo el templo. Me pidió además que acercara al terminal la tableta que llevaba Link. Así se lo indiqué a Link y, en ese momento, pudo descargar un mapa del templo, donde unos puntos luminosos indicaban la posición de cada terminal. Así que, bueno, nos miramos y nos dispusimos a explorar el templo.
—La verdad, tengo que reconocer que nos divertimos mucho. —dijo Link. Yunobo asintió, habían tenido una gran aventura juntos, recorriendo el ancestral Templo del Fuego.
Link y Yunobo contaron emocionados como para pasar a las diferentes zonas del templo. Tenían varias formas para hacerlo y una de ellas era haciendo uso de unos raíles por los que podían conducir unas carretillas con una turbina Zonan acoplada. Yunobo iba en la parte delantera e iba embistiendo los cambios de aguja cuando lo necesitaban. Aunque hubo momentos en los que optaron por escalar directamente, o por el uso de infiltración, ya que en algunas partes del templo, sobre todo la más alta, el intrincado circuito de raíles les acabó complicando de sobremanera el encontrar algunos de los terminales más alejados.
Cada vez que encontraban un terminal, Yunobo lo activaba haciendo uso de su poder de embestida. Como en todos los templos, el trabajo en equipo fue la clave para superar cada obstáculo.
Finalmente, con el último terminal activado, la puerta por donde había desaparecido la marioneta del Rey Demonio se liberó y se abrió finalmente, dejando pasar a Link y Yunobo. Pasaron unas cuantas salas evitando la lava. Cuando llegaron a la última sala apareció una de las criaturas del Rey Demonio, un Gohma rocoso, una araña gigante hecha de piedra. La verdad fue el enemigo más fácil de derrotar. Yunobo con su poder iba golpeando cada una de sus patas, de forma que llegaba un momento que se desequilibraba y caía, momento en el cual Link aprovechaba para golpearle. Gohma les intentó asustar lanzándoles rocas explosivas que formaban un muro, pero Yunobo las golpeaba a tiempo, antes de que explotaran.
—Finalmente —dijo Yunobo emocionado— conseguimos derrotarlo. En ese momento apareció un Goron con la máscara de Rudania. Me dijo que era mi antepasado de hace diez mil años y me habló de la Guerra del Destierro, en la cual luchó junto a la princesa Zelda. Nuestra princesa Zelda. Ahí supe que, efectivamente, la visión de antes había sido un engaño. Finalmente me entregó la piedra secreta nombrándome Sabio del Fuego, y me hizo prometer que ayudaría a Link en la batalla final contra el Rey Demonio. Promesa que materializamos poco después en un pacto entre nosotros. Cuando todo terminó, mi antepasado se desvaneció y regresamos a Ciudad Goron. Al llegar, vimos que todo había pasado. Mi gente estaba curada y no había rastro de los rocomuslos.
—Sí, fue un momento muy emocionante ver bien a todos de nuevo. Echaba de menos su simpatía, aunque algunos estaban desolados. Habían perdido mucho dinero, teniendo que vender a bajo precio para recuperarse de todo lo que habían gastado comprando rocomuslos.
Link pasó luego varios días en compañía de los alegres Goron, entretenido en varias actividades, ya fuera ayudando a unos Gorons ancianos a buscar la cueva donde se veía la luna o ayudando con la construcción del nuevo parque de atracciones llamado Ciudad Vagoneta. Inclusive se echó un par de carreras. También aprovechó para relajarse en las famosas Termas de Marcogoro, famosas por sus aguas magmáticas, donde aprendió a cocer huevos en el agua caliente. Mientras, Yunobo volvió a sus obligaciones en Yunobo S.G.
El silencio volvió a apoderarse de la sala cuando terminaron de relatar su historia. Fue entonces cuando percibieron que algo no estaba bien afuera: un murmullo de voces nerviosas y el apresurado ir y venir de pasos resonaban a través de las paredes del laboratorio de Prunia. Alguien subía corriendo hacia el piso superior, donde Prunia tenía instalado su telescopio, siempre apuntando hacia el castillo de Hyrule.
La inquietud de Link y de los sabios creció cuando el suelo bajo sus pies comenzó a vibrar levemente. Al principio fue apenas perceptible, pero poco a poco la intensidad aumentó, como si una fuerza invisible se acercara con cada latido de la tierra.
El temblor avanzaba hacia ellos, resonando en sus huesos, pero nadie en el fuerte parecía tener claro qué lo provocaba. La incertidumbre era palpable, y cada sonido, cada paso, añadía más peso a la atmósfera cargada de tensión.
Link intercambió una mirada tensa con los sabios y se dirigió a la puerta, impulsado por la necesidad de ver qué estaba sucediendo.
En ese momento, la puerta del laboratorio se abrió de improviso. Era Prunia; en la mano llevaba varios pergaminos y tenía la cara contraída por la preocupación.
—¿Qué ocurre? —preguntó Link. —¿Qué son esos mensajes que llevas en la mano?
—De eso os venía a hablar, ya que estáis todos aquí juntos… —dijo Prunia señalando los pergaminos— Acaban de llegar mensajeros provenientes de algunas las principales ciudades: Arkadia y Kakariko. La buena noticia es que nos confirman que la población está sana y salva, y que el plan de evacuación en caso de ataque a los pozos está organizado. Pero han llegado otras. Noticias menos buenas…
—Por favor, Prunia, dinos que más ha llegado —dijo Link, temiendo que su pesadilla se materializara.
Prunia comenzó a pasear de un lado a otro, visiblemente inquieta, mientras buscaba las palabras adecuadas. —Bien… desde el Dominio Zora y la Ciudad Goron nos informan que, mientras organizaban la evacuación, han sido atacados… por los mismos jefes que enfrentasteis en los templos. Y… al parecer, el Dominio Zora vuelve a estar sepultado en barro.
—¿Y qué ocurre con la Ciudadela Gerudo y la Villa Orni? —preguntó Link, sintiendo que un mal presagio se cernía sobre él—. ¿Tienes noticias de Hatelia?
Prunia vaciló un momento antes de responder, su expresión aún más grave, mientras el temblor continuaba acercándose. En cada corazón crecía la sensación de que el tiempo estaba en su contra. Pero antes de que pudiera continuar, dos figuras entraron apresuradamente al laboratorio. Eran Josha y Rotver, quienes se habían quedado con ella mientras los sabios se reunían. La preocupación estaba grabada en sus rostros. Josha, aún jadeando, se adelantó con los ojos desorbitados.
—¡Prunia! ¡Link! —exclamó, tratando de recuperar el aliento—. Hemos estado observando desde el telescopio… Hay algo que necesitáis saber.