—Recuerdo que aquella niña no paraba de quejarse de lo pesado que era —dijo Alejandro con una sonrisa—. Tenía un lunar detrás del lóbulo de la oreja. Lo recuerdo claramente porque podía verlo mientras ella me llevaba a cuestas.
—¡Estoy segura de que Carla tiene ese lunar! —exclamó Alyssa con confianza.
—Estoy segura de que no lo tiene —contraatacó Sanya, su voz firme—. Ella fue la primera en salir del conservatorio. Se estaba salvando a sí misma, no a nadie más.
Arlan se levantó, su rostro oscureciéndose de ira. —Creo que esto ha llegado demasiado lejos. No voy a sentarme aquí y ver a mi hija pasar vergüenza de esta manera. Deberíamos
Pero fue interrumpido por la voz tranquila y firme de Alejandro, mientras se giraba hacia Carla. —Carla, dime... ¿dónde me encontraste? ¿Puedes describir dónde estaba? —Sus ojos se fijaron en los de ella, y la habitación se quedó en silencio.
—Yo... —murmuró Carla, vacilante en su voz.
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