Cuando llegaron al último lugar conocido del rastreador de Sanya, los hombres de William ya estaban registrando el viejo almacén, inspeccionando cada rincón. El corazón de Rain latía tan fuerte que casi ahogaba los sonidos a su alrededor, y sintió que se le palidecía la cara mientras le brotaban gotas de sudor en la frente.
—Por favor, Sanya, que estés a salvo —oró en silencio, apretando con fuerza su teléfono. La pantalla estaba oscura e irresponsiva, ya no mostraba la ubicación de Sanya. Su preocupación por Sanya crecía a cada segundo, y a pesar de sus esfuerzos por mantener la calma, su mano temblaba mientras actualizaba la pantalla repetidamente, esperando que el rastreador se reactivara.
—¿Dónde está ella? —gritó William, su voz resonando a través del almacén vacío. El pánico llenaba sus ojos mientras se movía desesperado—. ¡Tenemos que encontrarla!
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