Adeline rodó los ojos, haciendo clic con la lengua en señal de incredulidad.
—Nikolai debe estar pasándola mal siendo tu hombre personal. Me pregunto cómo te soporta.
—¿Realmente quieres saberlo? —César arqueó una ceja, levantándose.
—No me importaría —Adeline se encogió de hombros—. Estoy segura de que debe tener algún tipo de seguro de vida con lo mucho que lo estresas.
César le dio una sonrisa sin emoción y le puso la camiseta azul claro sobre la cabeza. —¿Por qué no se lo preguntas?
—¿Realmente puedo hacer eso? —Adeline sacó la cabeza del agujero de la camiseta y le lanzó una mirada humorística—. No estoy segura de que quisieras eso.
—Pruébame, muñeca —César tomó su barbilla, dejándole un rápido beso al costado de los labios—. Vamos. Tomó su mano, llevándola fuera de la habitación para bajar al último piso usando el ascensor.
Salieron de la mansión hacia el Rolls-Royce que estaba estacionado cerca de la puerta. Nikolai, que había estado esperando, les abrió la puerta.
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