—¿Era realmente tan bueno? —Tristan se sorprendió al escuchar esas palabras pero no pudo encontrar otra expresión en el rostro de Buitre que indicara que estaba diciendo tonterías en ese momento y él y los demás también sabían que era realmente casi imposible salir del centro del distrito occidental sin ser rodeado por cientos en solo unos segundos.
Buitre asintió, su sonrisa de suficiencia se ensanchó. —Será mejor que no le hagas daño a Campana y sus abejas de nuevo, o no estaré allí para ayudarte a explicárselo a la Joven Señora. Y si Campana te pica hasta matarte, no cuentes con que alguien venga en tu ayuda —advirtió, recordando el apego de Kisha por sus abejas—. Tendrás que explicárselo a la Joven Señora cuando despierte, o no me culpes si el Maestro te complica las cosas —añadió con una risita pícara.
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