—Luna Miriam de la Manada Rockwood —se presentó, extendiendo una mano delicada.
Anne sonrió educadamente y le estrechó la mano. —Es un placer conocerte.
Anne sonrió de vuelta. —Es un honor, Luna Miriam.
Los ojos de Miriam brillaron mientras enlazaba su brazo con el de Anne, llevándola suavemente hacia el otro extremo del salón de baile. —Debo presentarte a las demás damas. Después de todo, es tradición. Nosotras las Lunas debemos permanecer unidas.
Las mujeres estaban de pie en un círculo cerrado, riendo ligeramente e intercambiando miradas agudas como si compartieran algún secreto no dicho. Estaban impecablemente vestidas con vestidos de diseñador que susurraban riqueza y poder, cada una de ellas elegante y compuesta, sus ojos brillando con la confianza que viene de saber su lugar en este mundo.
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