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Aparece el Jefe

En medio del tumulto, la streamer Serena continuaba su transmisión en vivo, su rostro reflejando la gravedad de la situación. Su voz, aunque firme, se llenaba de emoción.

"¡Esto es más que un juego! La gente está perdiendo la vida aquí. No estamos hablando de una aventura ficticia; esto es real. ¡Si estás viendo esto, debes comprender que la torre puede ser tu tumba o tu salvación!" exclamó, su mirada fija en la cámara mientras su chat se inundaba de comentarios preocupados.

Pero no era solo ella quien luchaba con su propio miedo. Al ver la realidad de la batalla, los usuarios comenzaron a tomar decisiones difíciles. Algunos, antes entusiastas, reconsideraron su participación, tratando de encontrar una ruta de escape. Otros, sin embargo, estaban decididos a demostrar su valía. Un grupo de jóvenes aventureros, armados con armas blancas y una renovada determinación, se unió a las fuerzas militares, lanzándose a la batalla con la esperanza de ganar experiencia y recursos.

El aire se llenaba de adrenalina y magia. Las habilidades de los militares comenzaron a brillar mientras invocaban ataques mágicos. Un militar, invocando un corte de viento, logró crear un torbellino que desintegró a varios goblins que intentaban embestirlo. Otro, utilizando su energía espiritual, lanzó una ráfaga de fuego que iluminó la caverna, convirtiendo la oscuridad en luz momentánea. La combinación de magia y estrategia se volvía vital en la lucha.

Sin embargo, a pesar de estos momentos heroicos, el ambiente se tornaba cada vez más opresivo. La caverna parecía cerrarse, como si el propio espacio estuviera amenazando con devorar a los combatientes. Mientras algunos se adentraban más en la batalla, otros retrocedían hacia la zona segura, incapaces de soportar la carga de la lucha. Los soldados, cansados y heridos, también comenzaban a perder la fe.

"¡Resistan!" gritó un soldado, mientras intentaba levantar el ánimo de sus compañeros. "¡No podemos permitir que nos derroten aquí! ¡Debemos unirnos y luchar por nuestras vidas!"

La determinación comenzaba a mezclarse con el pánico, creando una atmósfera electrizante. Los gritos de los goblins y ratas resonaban junto a los de los humanos, creando un clamor de guerra en el primer piso de la torre. Mientras la batalla se extendía, la sensación de urgencia se intensificaba; el tiempo era crucial, y la supervivencia dependía de la colaboración entre facciones y aventureros.

La caverna, llena de vida y muerte, se convirtió en el campo de batalla por la supervivencia. La Torre no solo ofrecía oportunidades, sino que también exigía sacrificios. A medida que avanzaban las horas, quedaba claro que la lucha apenas había comenzado. Las heridas se multiplicaban y el eco de la batalla seguiría resonando en sus memorias, marcando un antes y un después en sus vidas.

Con cada momento que pasaba, la marea de criaturas que asaltaban a los aventureros y soldados parecía no tener fin. La combinación de goblins y ratas gigantes se arremolinaba, cada grupo buscando devorar a aquellos que osaban desafiar su dominio.

Entre el caos, un grupo de aventureros, que antes eran desconocidos entre sí, se unió. Carlos, un joven espadachín, tomó la iniciativa. Con un grito de guerra que resonó sobre el estruendo de la batalla, instó a sus compañeros a agruparse.

"¡Formen un círculo! ¡No se separen!" exclamó, levantando su espada mágica, que emitía un tenue resplandor azul. Los demás, aún temerosos pero determinados, lo siguieron. La colaboración comenzaba a ser la clave para su supervivencia.

Los primeros ataques fueron desastrosos; el pánico había nublado sus juicios. Pero a medida que el grupo se unía, la confianza comenzó a florecer. Las espadas chocaban contra las armas de los goblins, y las habilidades mágicas se desataban en un despliegue de luz. Un mago del solitario María, se unio al grupo y comenzó a conjurar escudos de energía que los protegían de los ataques aéreos de las ratas gigantes.

"¡Más cerca, más cerca!" gritó, su voz clara en medio del tumulto. Su magia brilló intensamente, absorbiendo el impacto de un ataque que podría haber sido letal.

Pero el peligro no se limitaba a las criaturas. La lucha era también interna. Entre los aventureros, había una tensión palpable, una lucha de egos y ambiciones. Algunos de los veteranos se sintieron incómodos con los recién llegados, cuestionando su valentía y habilidades. Uno de ellos, un guerrero de armadura pesada llamado Jiro, se acercó a Carlos con desdén.

"¿Tú crees que puedes liderar a este grupo? ¡No tienes idea de lo que enfrentamos aquí!" lo desafió, intentando sembrar la duda en el joven espadachín.

Carlos, sin dejarse amedrentar, respondió con firmeza.

"No se trata de ser el mejor. Se trata de unirnos y sobrevivir. Si no luchamos juntos, todos caeremos."

El debate quedó interrumpido cuando una ráfaga de goblins se lanzó hacia ellos, obligándolos a concentrarse en el combate. Juntos, repelieron a los atacantes, pero la falta de confianza seguía latente.

Mientras tanto, en otra parte del piso, un grupo de soldados se enfrentaba a una oleada de ratas gigantes. A pesar de sus armas de fuego especiales, el combate se volvió brutal. Las ratas, desbordadas de energía mágica, parecían casi inmunes a los ataques convencionales. Un soldado,

Teniente Lee, gritó órdenes a su escuadrón.

"¡Usen sus armas blancas! ¡No hay tiempo que perder!" instó, mientras con su espada cargaba contra una rata que se lanzaba hacia él. El impacto fue brutal, pero el teniente logró atravesar la carne de la criatura, haciendo que esta cayera con un grito desgarrador.

Al darse cuenta de que la estrategia era fundamental, los soldados comenzaron a colaborar con los aventureros, formando equipos mixtos que combinaban la fuerza bruta de los guerreros con la magia de los hechiceros. Esta sinergia permitió que los ataques se volvieran más coordinados y eficaces.

Aun así, la presión aumentaba. Más criaturas comenzaron a salir de las sombras, y los enfrentamientos se volvían más intensos. Un grupo de soldados, que hasta ahora había estado luchando solo, decidió pedir ayuda a los aventureros.

"¡Necesitamos refuerzos! ¡Estamos siendo abrumados!" gritó un soldado mientras se defendía de un goblin que le asestaba golpes rápidos con su daga.

Los aventureros, al escuchar la llamada, se lanzaron al rescate, mostrando una valentía renovada. La fusión de diferentes habilidades comenzó a demostrar su valor. María invocó un rayo que impactó a varios goblins al mismo tiempo, y Carlos se movió rápidamente, usando su espada para cortar a los enemigos que quedaban de pie.

A medida que la batalla continuaba, la sinergia entre las facciones crecía, y con cada monstruo que caía, se construía una sólida alianza. En medio de la brutalidad del combate, surgió una especie de camaradería que transformó el miedo en determinación. Las diferencias que antes separaban a los aventureros de los soldados se desvanecieron, y todos lucharon como uno solo.

Pero la lucha no se limitaba a la supervivencia física; también había una lucha mental. Las miradas de los aventureros se cruzaban con las de los soldados, y en cada uno de esos intercambios había una promesa silenciosa: protegerse mutuamente. En esa caverna, rodeados de monstruos y peligros, algo más grande que la batalla misma estaba surgiendo: un sentido de unidad, un deseo de luchar juntos por el mismo objetivo.

Las horas pasaron, pero la batalla aún no había terminado. Con cada monstruo que caía, los ecos de la lucha resonaban en la caverna, recordando a todos que, aunque estaban en un lugar desconocido y aterrador, no estaban solos. Y mientras la luz de la esperanza comenzaba a brillar, también se sentía la presión de lo que estaba por venir.

El sonido de los combates continuaba en la caverna cuando de repente un rugido profundo sacudió el aire, haciendo que todos se congelaran por un instante. Desde las sombras del fondo de la caverna, una figura titánica emergió, un goblin gigante cubierto de una armadura oxidada pero imponente, portando un hacha gigantesca que arrastraba por el suelo, creando chispas mientras avanzaba. Sus ojos rojos brillaban con malicia y un poder abrumador que emanaba de su cuerpo.

"¡Es el jefe!" gritó uno de los aventureros, retrocediendo instintivamente al sentir la presión que este ser emitía.

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