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La cueva

Ian convocó al alma del monstruo de roca y fuego, que ahora se encontraba bajo su control, para que liderara el ataque como el tanque principal mientras avanzaban hacia la misteriosa cueva protegida por los gusanos gigantes. Con el monstruo al frente, abriendo paso por el terreno peligroso, Ian dirigía a su ejército hacia el objetivo.

El bosque se volvía más denso y oscuro a medida que se acercaban a la cueva. La atmósfera era sofocante, y el suelo comenzaba a vibrar ligeramente bajo sus pies, una señal de que las criaturas subterráneas estaban cerca. Ian había dispuesto estratégicamente a los goblins guerreros a los flancos del grupo, preparados para reaccionar ante cualquier ataque sorpresa de los gusanos gigantes.

—Manténganse alerta, no sabemos cuándo atacarán —advirtió Ian mientras el grupo avanzaba con cautela.

El lobo y la avispa guardiana volaban por delante, explorando el terreno en busca de señales de emboscadas, mientras que el mono se mantenía cerca, saltando de árbol en árbol con agilidad, listo para intervenir en cualquier momento. La reina, por su parte, seguía observando con inteligencia, desde el aire.

Los goblins magos, por su parte, caminaban en la retaguardia, sus manos listas para conjurar hechizos en caso de que fueran necesarios. Sus ojos brillaban con energía mágica mientras murmuraban las palabras de sus conjuros, esperando el momento adecuado para desatar su poder.

Finalmente, tras varias horas de marcha, el grupo llegó a la entrada de la cueva. La boca oscura de la cueva estaba rodeada de enormes marcas en la tierra, evidencia de los gusanos gigantes que la protegían. Los cristales que emitían una energía poderosa podían verse desde la distancia, brillando débilmente en el interior.

—Ahí está —dijo Ian en voz baja, observando con detenimiento la entrada—. Preparen todo. No podemos fallar en esta parte.

Sabía que la verdadera prueba estaba a punto de comenzar. Con el alma del monstruo de roca y fuego a su disposición y su ejército listo para actuar, Ian se preparaba para liderar el asalto a la cueva, donde los peligros ocultos y los valiosos cristales esperaban.

El monstruo de roca y fuego, que ahora era solo un alma bajo el control de Ian, avanzó hacia la entrada de la cueva. Aunque su forma seguía imponente, su cuerpo ya no era físico; se había convertido en un ser etéreo, imposible de dañar con ataques convencionales.

Los gusanos gigantes emergieron del suelo como guardianes furiosos, atacando al alma del monstruo con sus mandíbulas afiladas. Sin embargo, sus ataques atravesaron el cuerpo fantasmal del alma sin causarle el menor daño. Cada mordida que los gusanos lanzaban pasaba inofensivamente a través del monstruo de roca y fuego.

—No pueden hacerle daño... —murmuró Ian, dándose cuenta de la ventaja estratégica que tenía.

El ejército de almas esclavas que controlaba Ian no podía ser tocado por ataques físicos. Los goblins guerreros y magos también eran almas etéreas, inmunes a cualquier daño que no proviniera de magia o técnicas especiales. Aun así, Ian sabía que sus enemigos podrían tener algún truco bajo la manga, y no podía permitirse bajar la guardia.

—¡Reina, busca una oportunidad para atacar con magia! Los gusanos no podrán dañarnos, pero necesitamos magia para derrotarlos —ordenó Ian.

La Reina, junto a sus guardias, mantuvo su posición estratégica, esperando el momento adecuado para desatar su poder mágico. Mientras tanto, los gusanos seguían atacando frenéticamente, frustrados por no poder dañar a las almas etéreas que enfrentaban. Ian sonrió con determinación.

—¡Goblins magos, fuego ahora!

Los magos goblin lanzaron poderosos hechizos de fuego y rayos, dirigidos hacia los gusanos gigantes. Las criaturas, a pesar de su piel gruesa, no pudieron evitar los efectos devastadores de la magia. El fuego comenzó a consumir sus cuerpos, mientras los rayos impactaban con fuerza, dejándolos paralizados momentáneamente.

Uno de los gusanos soltó un chillido estremecedor cuando un rayo lo alcanzó directamente en su cabeza. Su cuerpo se retorció en el suelo, incapaz de resistir el poder mágico que lo golpeaba.

—¡Avancen! —gritó Ian, aprovechando que los gusanos estaban debilitados por los ataques mágicos.

El grupo de almas esclavas avanzó hacia el interior de la cueva, con Ian liderando la marcha. Las sombras que envolvían las paredes parecían cobrar vida a medida que se adentraban más y más en la cueva. La atmósfera se volvió aún más opresiva, cargada de energía oscura y misteriosa.

Aunque las almas esclavas eran inmunes a los ataques físicos, Ian no podía permitir que se confiaran demasiado. Sabía que dentro de la cueva podrían encontrar enemigos capaces de usar magia o técnicas especiales que pondrían en riesgo su misión.

—Esto apenas comienza... —susurró Ian para sí mismo, mientras sentía que algo mucho más peligroso los esperaba en las profundidades de la cueva.

La batalla dentro de la cueva sigue siendo desafiante, pero las almas esclavas de Ian tienen una gran ventaja al ser inmunes a los ataques físicos. Sin embargo, el verdadero peligro aún está por revelarse.

Los gusanos gigantes, frustrados por no poder herir a las almas esclavas de Ian, comenzaron a reaccionar de manera distinta. Su piel gruesa y resistente empezó a brillar con una luz tenue, y, de repente, una ráfaga de energía mágica brotó de ellos. Los gusanos, a pesar de su apariencia tosca, tenían la capacidad de usar magia, y ahora estaban lanzando proyectiles de energía oscura hacia Ian y sus aliados.

—¡Cuidado! —gritó Ian, esquivando un rayo de energía que pasó zumbando a su lado.

Los proyectiles mágicos se dirigían tanto hacia él como hacia sus almas esclavas, pero estas no podían ser dañadas por la energía mágica. A pesar de que las almas etéreas eran inmunes a los ataques físicos, Ian sabía que su propio cuerpo no lo era. Los gusanos ahora suponían una amenaza mucho mayor.

—¡Magos goblin, contrataquen con toda su magia! ¡No podemos dejar que nos rodeen! —ordenó Ian.

Los goblins magos, con sus varitas brillando intensamente, lanzaron una serie de hechizos potentes que hicieron temblar el suelo de la cueva. Fuego, rayos y poderosos vientos mágicos arrasaron con los gusanos, que intentaban defenderse. Pero los ataques mágicos de los gusanos no podían competir con la precisión y fuerza del ejército de Ian.

Uno a uno, los gusanos empezaron a caer. Su piel, antes resistente y robusta, se carbonizaba bajo el fuego intenso de los goblins, y los rayos los atravesaban como si fueran simples criaturas indefensas. El último gusano, aún combatiendo, intentó escupir un proyectil más, pero una bola de fuego del tamaño de una roca impactó directamente en su boca, haciendo que explotara en un estallido de energía y cenizas.

Con los gusanos finalmente derrotados, Ian observó el campo de batalla. El silencio reinó por unos segundos, roto solo por el eco de los últimos hechizos disipándose en el aire.

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