En una habitación blanca, impecable, suena una alarma molesta. El sonido resuena en la calma, como un grito que interrumpe un sueño profundo. Una pequeña mano emerge de las cobijas y, con un movimiento cansado, la apaga. Un silencio momentáneo lleno el aire, permitiendo que la joven tome un respiro antes de despertar.
Con esfuerzo, se quita la cobija del rostro, dejando al descubierto su cabello rubio, brillante como hilos de oro, que cae en suaves ondas sobre su frente. Sus ojos verdes, intensos como esmeraldas, pero vacíos, eran como una caída sin fin; miran al techo con una vacuidad que refleja su falta de motivación. Las ojeras, oscuras como sombras, son testigos de noches de insomnio y de pensamientos que no la dejan descansar.
Al soltar la cobija por completo, se queda un momento más contemplando el techo, atrapada en un mar de pensamientos nublados y en silencio. Pero, tras unos segundos que parecen eternos, la joven reacciona y se levanta de la cama, como si despertara de un trance. Viste un pijama blanco, simple y sin adornos, que parece reflejar su estado emocional.
Con un movimiento suave, se estira, liberando la tensión acumulada en su cuerpo. Hace un gesto para tronar su cuello y mueve sus extremidades, como un gato que se despierta tras una siesta prolongada. Inhala profundamente, llenando sus pulmones de aire fresco, y luego exhala con fuerza, dejando escapar la pesadez que la acompaña.
Se dirige al baño, donde el agua de la ducha cae sobre ella, llevándose con su calidez las preocupaciones del día anterior. Después de la relajante ducha, regrese a su habitación, sintiéndose un poco más ligera. Con el cabello aún húmedo, toma una botella de aceite con aroma a fresa y aplica un poco en su cabello, dejándolo brillante y sedoso. A continuación, se una crema hidratante y protector solar en la piel, como un ritual que busca protegerla su exterior.
Al abrir su guardarropa, se encuentra con un montón de ropa sencilla, toda de un solo color, sin nada que demuestre sus gustos. Finalmente, elige su uniforme escolar, un conjunto que le parece inerte. Se mira al espejo y piensa: " simple ", mientras coge un suéter negro con un estampado que dice "Starmoon". Cual le da nostalgia y felicidad usar
Al final de su rutina, se aplica desodorante y algo de bálsamo labial, buscando cuidar su exterior. Saliendo de su habitación, bajando las escaleras con una mezcla de ansiedad y expectativa esperando algo "o ver a alguien". En la mesa de la cocina, encuentra un plato de papas hervidas con sal, dos huevos estrellados y un vaso de jugo de naranja recién exprimido. Al lado del plato, una carta escrita con una caligrafía cuidadosa la espera:
"Hola hija, espero que tu nuevo hogar te sea reconfortante. Iré a verte cuando tenga tiempo. He enviado a una de mis sirvientas para que te ayude con la comida y la limpieza. Espero que te guste My Fly y que lo pases bien en La escuela. Con cariño, mamá."
Sin poder ocultar su mirada de decepción suelta un suspiro, una mezcla de desagrado y resignación. Su mirada se detiene en la comida, que no le apetece, y decide dejarla de lado. Con el estómago vacío, sale de la casa y comienza a caminar hacia su nueva preparatoria. Mientras camina, su mente empieza a divagar, atrapada en sus pensamientos.
"¿De verdad, mamá? ¿Tan difícil era acompañarme el primer día?" Se siente un nudo en el estómago, pero rápidamente su cuerpo se relaja, como si estuviera haciendo un esfuerzo para dejar ir la frustración. "Me cambias de escuela porque te lo pedí. No debería quejarme tanto"
Ella solo sentía frío, y aún con el suéter negro, siente un escalofrío. Su caminar lento da camino a que su mente se pierde nuevamente en un mar de pensamientos oscuros. De repente, una voz dulce interrumpe su ensimismo.
— ¡Oye, jovencita! ¿Podrías ayudarme? —pregunta una señora mayor, señalando una naranja que ha caído al suelo.
Al ver a la señora, su mente quiere ayudarla, pero su cuerpo se paraliza. En ese momento su mente se llena de recuerdos "jaja, solo nos divertimos" , "somos amigos así que no te quejes", "si dices que no me voy"
— ¿ Me podrías ayudar jovencita?
Al escucharla por segunda vez logra retomar el control de sí misma, acercándose y recogiendo la naranja dándose la a la señora
— Gracias, hijita, no podía recogerla sin tu ayuda —dice la señora, sonriendo de manera cálida.
Asiente con la cabeza y una sonriza
En ese instante, su estómago ruge, grabándole su hambre.
— ¿Tienes hambre? Ven, vamos a mi casa, te daré algo de comer —ofrece la señora, con una voz llena de hospitalidad— Por cierto, ¿cómo te llamas?
— Me llamo Lápiz, ¿y usted? —responde con una sonrisa, sintiendo que la conversación la saca de su zona de confort
— Yo soy Mariz, aunque todos me llaman la señora —dice, riendo con amabilidad
Mariz la invita a su casa y se sentaron en el piso de madera enfrente de la puerta de entrada, la señora se mete a su casa y pronto aparece con bolitas de arroz y pan al vapor. Con un gesto amable, le ofrece una bolita de arroz.
— Toma, prueba esto —le dice estirando su mano con una bola de arroz
Lápiz la toma con un poco de duda, la mira con inconformidad, pero al probarla, una sonrisa se dibuja en su rostro. La calidez del arroz relleno de pescado la hace sentir un poco más como un hogar
— ¡Está deliciosa! —exclama, disfrutando de cada bocado.
Después, Mariz le ofrece un pan al vapor.
— Pruébalo, tiene mermelada de fresa adentro
Al morderlo, Lápiz siente que la felicidad la inunda; es la primera vez que comparte una comida con alguien y eso la hace sentir especial. Con el paso del tiempo, Mariz empieza a contarle historias de su vida, historias que sorprenden a Lápiz
— ¿Tuvo seis hijos? —pregunta asombrada
— Sí, todos estudiaron y se han ido a formar sus propias familias
La sonrisa de lápiz se apaga un poco
— ¿Y no se siente sola, con ellos lejos?
— No estoy sola —responde Mariz con sabiduría— Siempre llevo conmigo los recuerdos de las personas que han sido importantes en mi vida. Y ahora, tú también estarás en esos recuerdos, por esta linda conversación que estamos teniendo.
En ese momento, los ojos de Lápiz se iluminan con un brillo nuevo. Las lágrimas inundan sus antes ojos vacíos, pero no con tristeza, sino de un hermoso nuevo sentimiento, la señora abre las manos dándole el camino a un abraso.
—Gracias , señora. Me encantaría quedarme, pero tengo que irme a la escuela.
— Está bien, hijita. Cuídate y nunca dejes que esa sonrisa y esos ojos brillantes se apaguen —le dice Mariz, despidiéndola con ternura
Lápiz sale de la casa con una nueva luz en su corazón, sintiéndose un poco más fuerte y lista para enfrentar su primer día en My Fly
Capítulo 7 Un brillo en la oscuridad a terminado
ya estaba emocionado de mostrarles este capitulo y espero que lo alan disfrutado y sigan disfrutando mi trabajo