—Entonces, ¿por qué eres tú quien está al mando de los guerreros cuando estoy yo aquí? ¿Quieres también darme órdenes ahora? ¿Estoy entre tus seguidores ahora porque vamos a ir en una misión, juntos? —Dante dijo con los dientes apretados, enojado. El Zeta no podía creer su audacia. Quería enfrentarlo pero decidió no hacerlo por la importante misión que tenían por delante.
—Soy el líder de los guerreros de la manada, Dante. Es natural que dé instrucciones aquí —él respondió a Dante tranquilamente, tanto como su orgullo se lo permitía.
—Si el Alfa estuviera aquí, ¿serías tú quien le comandaría con los guerreros? —Dante dijo con un tono plano.
—Por supuesto que no puedo, porque... —El Zeta no pudo terminar su declaración antes de que Dante lo interrumpiera. Había escuchado lo que necesitaba oír.
—¡Fantástico! Soy el siguiente en la línea para la posición de Alfa así que me tratarás como tal. ¡Nada menos! —Dante proclamó con severidad.
—¿Por qué está tan lleno de sí mismo?
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