Con reticencia saqué una pequeña botella del fondo de la caja y se la entregué a Kate. —Esto es todo lo que me queda. Será mejor que lo uses con moderación en estos días.
—Eso es de gran ayuda —dijo Kate mientras me abrazaba con una sonrisa.
La abracé de vuelta, pero estaba pensando en Miguel.
Si Miguel me atrapaba por este motivo, aceptaría mi destino. Esperaba que cuando me encontrara, me mostrara piedad.
Al despertar al día siguiente, sentí el pecho mucho menos oprimido.
Ya no estaba tan incómoda como ayer. Aunque todavía me resultaba difícil respirar, ya no tenía náuseas suficientes para vomitar. Intenté llamar a Mia en mi mente, y ella me dio una leve respuesta. Sabía que no estaba tan enojada como ayer y estaba usando su fuerza para ayudarme.
Después de una buena noche de descanso, mi cuerpo ya no se sentía cansado. Solo sentía un pequeño vacío en mi corazón. Era un llamado hacia mi compañero desaparecido.
—Gracias, Mia.
Recibí algunas sonrisas frías de Mia.
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