—Oye, señor Sterling —gritó Savannah, tras Dylan, quien entró en el ascensor sin dudarlo. Savannah tomó una respiración profunda mientras la puerta del ascensor se cerraba. Rápidamente ordenó su escritorio, puso su libreta en sus brazos y bajó corriendo las escaleras con su bolso a la espalda.
Cuando llegó al garaje, Dylan ya estaba sentado en el Lamborghini. Savannah se apresuró, abrió la puerta delantera y subió.
—Como secretaria, eres realmente lenta —Dylan entrecerró los ojos desagradablemente hacia la mujer jadeante antes de arrancar el motor.
Savannah jadeaba por aire, —¿Lenta? ¡Estoy cansada y casi sin aliento!
Su anuncio repentino sobre el viaje de negocios la tomó completamente por sorpresa. No tenía ninguna preparación. ¿Cómo podía ser rápida?
El Lamborghini avanzaba a toda velocidad por la autopista.
Savannah se calmó y preguntó, —¿Por qué vas personalmente por este contrato?
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