—¡Más! —gritó Lana tan pronto como se tragó la última gota de vino en la botella. Liam se lavó la cara mientras observaba el estado de ebriedad de Lana. Ya se habían terminado tres botellas de vino. Él mismo se sentía un poco ebrio.
—Shh. Ya es suficiente, Lana. Hemos tenido suficiente por esta noche. Mira tu cara, está tan roja —comentó Liam, arrebatando la botella de la mano de Lana.
—Aún es temprano, Liam y no tengo sueño todavía —gruñó Lana y agarró otra botella de la cesta. Liam miró el reloj de pared. Ya eran las nueve de la noche. Luego miró las botellas que su suegra había puesto en su habitación. Había cinco botellas.
Liam se preguntó si su suegra sabía que Lana, cuando empezaba a beber, tenía la tendencia de no parar hasta caer. Liam sospechaba de su manía por la bebida en esa fiesta a la que asistió con Lana, pero ahora estaba confirmado sobre ello.
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