Rosa se deslizó en su blusa y se puso las pantuflas.
Caminó hacia una habitación oscura dentro de su hogar y empujó la puerta para abrirla.
Entró, cerró y aseguró la puerta detrás de sí, luego encendió las luces.
Una habitación con varios tipos de libros de hechizos en estantes en cada una de las cuatro esquinas se hizo visible.
Una sonrisa se formó en su rostro, y se dirigió hacia un estante particular, que era de color verde oscuro.
Rozó los libros en el estante con la punta de sus dedos y, una vez encontró el que buscaba, se detuvo y lo agarró.
Lo abrió y hojeó las páginas, una sonrisa en sus labios.
—Lo siento, Valerio —murmuró—. Como dije, no permitiré que me mates. He llegado tan lejos y he sacrificado mucho. Renuncié a ti y a muchas otras cosas que amaba solo para llegar hasta aquí.
—Aún puede que te ame más de lo que sabes, pero... no puedo dejar que arruines todo para mí. Estoy dispuesta a eliminarte, así que por favor perdóname. Lo siento mucho.
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