La noche transcurrió como de costumbre y Skender no escuchó el sonido siseante durante un rato. Su abuela había estado parada rígidamente y alejando a cada hombre tanto que tuvo que darle un empujón para que disfrutara un poco.
Encontró a Lucrezia y Guillermo hablando en un rincón y, aunque no quería arruinar su charla sabiendo que Guillermo estaba completamente cautivado por ella, tuvo que interrumpir. —¿Podrías llevarte a Guillermo contigo? —le preguntó.
Bueno, ¿no estaba ayudando de alguna manera?
—Escóndelo en algún lugar. ¿O en cualquier otro lugar que parezca seguro? —dijo ella.
—¿Qué está pasando? —Guillermo preguntó preocupado.
—Acabo de sentir algo extraño. Ya no lo siento pero para estar seguro —explicó él—. ¿Descubriste algo? —le preguntó a Lucrezia.
—Nada más que podrías tener razón. Él es un archidemonio, creando sombras para atacarnos. Pero no estoy segura —ella respondió.
Él asintió.
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