—¿¡Qué estás haciendo!? —preguntó Rayven a Skender.
¿Por qué había llevado al niño lejos de su hermana?
—No podía simplemente no hacer nada —dijo Skender.
—¿Y pensaste en ir personalmente a traerlo? ¿No sabes que las sombras están allá afuera? Podrías haberlos puesto en peligro.
Los ojos de Skender se abrieron de par en par ante su repentina ira y Rayven se dio cuenta de que estaba alterado nuevamente por el niño y su hermana. Tomó una respiración profunda. No habría estado tan agitado si no hubiera conocido el secreto de Guillermo. Las sombras lo estaban buscando. Cualquier movimiento en falso y el niño estaría en peligro.
Pero, ¿por qué le importaba de nuevo? Juró que no lo haría.
—¿Cuál es tu problema, Rayven? Cuando no actúo te enojas y ahora que hago algo también te enojas.
Rayven pudo ver a Lázaro parado en la entrada con una sonrisa socarrona en su rostro.
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